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OPINIÓN - SÁBADO, 26 DE AGOSTO DE 2006

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Son muchas las personas que me preguntan, por qué nombro tanto a mi abuela.

La razón es bien sencilla, mi adorada viejita fue para mi una escuela de sabiduría. De esa sabiduría popular que sólo se aprende en la mejor universidad del mudo, pasando penalidades y viviendo, cada segundo de su vida, con toda intensidad.

Es la lucha constante por la supervivencia, sacando de donde no hay y haciendo, cada día, el milagro de poner la mesa para tener algo que llevarse a la boca.¿o no es milagro el dar de comer, a toda una familia con un sólo huevo y un par de patatas?

Por esa fuente inagotable de cultura popular que me dio en mi niñez y, por la enorme admiración que sentía por ella, es por lo que, cada día, acordándome de sus sabios consejos y de sus enormes conocimientos que la han hecho adelantarse a su tiempo y adivinar lo que pasaría en el futuro es por lo que, siempre, la tengo en mi pensamiento.

Sus consejos son ordenes para mi persona porque, todos ellos, son un derroche de sabiduría que incluso, en más de una ocasión, me han hecho adelantarme a los acontecimientos y, hasta casi poder adivinar, el futuro.

Muchos amigos me han dicho, en varias ocasiones, que todas cosas son productos inequívocos de la intuición.

Y les he dado la razón, en cuanto a la intuición se refiere pero sin olvidar que, todos aquellas personas que tienen esa cualidad, no es producto de la casualidad sino de haber tenido unos maestros que, a igual que ellas, han tenido por escuela la mejor universidad del mundo, la calle.

Aquellos que tuvieron esos maestros, como es el caso de mi abuela con servidor, salidos de esa universidad y que, después, continuaron estudiando en ella, luchando, el día a día, por su supervivencia sin duda alguna son intuitivos, capaces de saber lo que cada uno viene a contarle antes de que empiecen ha hablar. Ve las cosas venir anticipándose a ellas, cual de un vidente se tratara, conocen a las personas al par de minutos de estar charlando con ellas y hasta se permiten el lujo de dejarse engañar si, con ello, le pueden dar una satisfacción a alguien que les caiga bien. ¡Que grande es la mejor universidad del mundo, la calle!.

Por eso cuando me refugio en mi soledad, porque amo la soledad y mantengo esas largas conversaciones, con ella, sin decir nada porque todas nuestras charlas son en el más absoluto silencio encontrando, al final de nuestras charlas silenciosas, la repuesta que busco vuelvo, de nuevo, a traer a mi memoria alguna frase de mí abuela. En esta ocasión me ha llegado a las neuronas del cerebro esa que dice: “Más vale sólo que mal acompañado”.

Si algunos de eso políticos a los que uno le tiene afecto, se aplicaran la frase, no se pueden imaginar cuánto ganarían.

Pero, desgraciadamente, no quieren ver más allá de sus narices y siguen manteniendo a su lado a quienes no deben y, por ello, ocurrirá lo que tiene que ocurrir que, más tarde o más temprano, empiecen las ”campañas” de desprestigio a funcionar bajo las ordenes de esos ineptos, cuya ambición desmedida, por alcanzar más cuota de poder, les pierde.

No se enteran, no quieren enterarse, de que el puñal de “Bruto siempre está presto a entrar en acción o que, cada vez, reciben un abrazo fraternal de estos hipócritas, están recibiendo el abrazo de Vergara.

Sus cegueras, esa cegueras que da el poder, no les deja ver lo que tienen, delante de su cara, con toda claridad.¡Que ciego es el poder!.

“Más vale sólo que mal acompañado”.Y qué mejor compañía que la soledad, mientras piensas en el futuro porque, el pasado, es sólo historia contada de diferentes formas, según les haya ido la vida a cada uno, de esos que se dedican a contar las historias.

Sigo con mi soledad y mis amigos de toda la vida. Esos amigos de mi adorado Callejón del Lobo, que tanta buena gente ha dado a esta tierra.

Siento la satisfacción de ver a algunos de ellos, cada día, mientras camino por la calle principal de mi tierra. Parada obligatoria y recordar tiempos pasados, cuando éramos niños y sobre los adoquines de nuestra calle jugábamos nuestros partidos de fútbol, cuidando más las alpargatas que las propias piernas.

Esos maravillosos recuerdos, eso encuentros con mis gentes, mis amigos de toda la vida y esas conversaciones mantenidas en silencio con propia soledad, me siguen dando toda la felicidad del mundo.

Refugiarme, cada día, en todas esas pequeñas cosas me hacen crecer como persona y vivir con la esperanzas de un mundo mejor.

hay ocasiones, en las que en mis conversaciones con mi soledad, se me viene a la memoria la letra de un fandango de “El Sevillano”: Lo único queme consuela // de lo sólo queme encuentro // Cuando abro la cancela // los locos no son los de dentro // Los locos son los de fuera // donde nadie está contento.

Ya me lo decía la sabia de mí abuela : “Más vale sólo que mal acompañado”. Y Bruto con el puñal presto a entrar en acción. No te enteras, amigo.
 

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