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OPINIÓN - DOMINGO, 27 DE AGOSTO DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Crecer
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Para nosotros es un compromiso ineludible. Me refiero al tema del crecimiento personal, ese concepto que, a fuerza de ser utilizado por los manuales de autoayuda, en cierta manera, se ha abaratado y se utiliza a tontas y a locas, cuando no con auténtica frivolidad. Y la frivolidad es algo que, a servidora de ustedes, le repatea los cojones, porque he pasado muchas fatiguitas en mi vida y cada logro me ha costado, como diría el descansado Churchill: Sangre, sudor y lágrimas.

¿Qué están murmurando? ¿Qué he debido ahorrar mucho en fluidos vitales porque, en verdad, he conseguido bien pocas cosas? Vale, Pero lo que no se me ha ido en lágrimas se me ha ido en suspiros y he moqueado mucho y los mocos también forman parte, en cierta manera, tangencialmente, de la frase del primer ministro inglés. Lo cierto es que podría crecer más rápido y santificarme mogollón con el trabajo profesional y el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano si tuviera un pelín más de trabajo o mi editor me pagara un master. Pero como no es el caso porque mi editor mira la peseta, me tengo que apuntar a los que es gratis, ya saben, que cuesta como mucho el bonobús, para seguir evolucionando, cumplir con mis deberes ordinarios cristianos, asumir la parábola de los talentos y de paso prevenir el Alzheimer e ir acumulando títulos para cuando me llamen como reservista del Ejército Español, que allí son muy mirados con las titulaciones y servidora, depósitos en ING Direct no tiene, pero diplomas tiene pechá.

Les comento. Me he apuntado al curso de formación básica para voluntariado de emergencias. Lo convoca gratuitamente el Ayuntamiento de Málaga. Me digan ¿La Comunidad Autónoma de ustedes ha convocado algún curso de voluntariado? Pues en este, si aguantas, te dan hasta un diploma y luego (aluego se dice en mi barriada) cuando hay desastres naturales como inundaciones, terremotos, incendios, catástrofes y cosas así, te visten con un chaleco y te ponen a ayudar, porque para eso te han dado el título y has superado las clases teóricas (con esas no tengo vicisitudes porque mi memoria está engrasada con Arcalión y tengo la tiamina a tope) y prácticas. Con esas son con las que voy a tener problemas, que en el Palo se dice “poblemas”.

¿Qué les cuente más del curso? Bueno, no les puedo dar muchas pistas, porque se que ustedes son unos agoniosos y capaces son de ir a apuntarse y como no son más que treinta plazas lo mismo me quedo yo fuera del cupo por un ceutí enteraíllo que se mete a trajinar con esos extintores que a mi me dan terror o a simular la evacuación de víctimas de un accidente, que también me causa aprensión. Ya les digo que con las clases prácticas tengo mis reparos y cuento con una preparación física deficiente que tengo que subsanar a partir del primero de septiembre, ya que he abandonado definitivamente los putos antidepresivos tricíclicos que son una mierda y me he pasado al carísimo Dobupal. Pienso yo, que soy una cateta rifeña, que cuando un remedio de botica es caro es que debe de hacer mucho efecto y ser muy bueno. Del anafranil, baratero y cutre, nunca me fié y bien que hice porque es una pócima engordante que te puede curar el coco pero te arruina el culo con los kilos de más. No lo tomen. Si están tristes se van al doctor Quiroga y le piden un ali oli de brujas tipo Dobupal y que el se lo controle.

¿Qué no tengo edad a mis cincuenta y dos años para ser voluntaria de emergencias? Eso. Y una polla en vinagre, con perdón de la palabra. Puede que mi quinta sea “la quinta del colesterol” pero yo estoy llena de ganas de aprender y de hacer cosas y además me he apuntado con mi hijo pequeño que tiene diecinueve años , está cuadrado y no le dan miedo las catástrofes ni los accidentes múltiples, mientras que yo me cago, me disculpan el símil y me quedo paralizada. Y para eso opto a una plaza del curso, para crecer y vencer el miedo enfrentándome a el y para aprender y que mis neuronas funcionen a tope y saber hacer reanimaciones y sacar a los muertos de los coches, vamos, ese tipo de cosas de las tragedias que vemos en televisión y que parece que, desde nuestro sillón y con el mando atrincado, no nos tocan y que a ese tipo de calamidades va “otra gente”: los voluntarios. Pues bien, yo quiero ir y ser testigo directa de cuanto acontezca y arrimar el hombro adonde pueda y luego contarlo frente a la pantalla mágica de mi ordenador y recrear cada imagen en negro sobre blanco y letra redondilla que es como mejor pienso y medito.

Pero no por mérito propio para enlazar frases y crear, yo me considero tan solo una fiel mascotilla del Espíritu Santo, Ese que habló por los profetas y que, según las Escrituras, existía antes de la creación del Universo. ¿Qué soy excesivamente pretenciosa creyendo que, el Espíritu Santo va a reparar en “alguien” como yo? Se equivocan no soy pretenciosa sino cristiana y eso, ya de por si, es ser persona muy principal y reboso autocomplacencia, tanto, que me comería a besos a mi misma, lo que sucede es que me controlo, porque soy persona comedida. Y encima aspiro a pertenecer al voluntariado de emergencias con derecho a diploma, a chaleco y a ayudar en directo cuando la cosa se encabrona ¡Joder, vaya privilegio! ¿Qué lo mismo observan la fecha de nacimiento en mi DNI y me echan para atrás? Pues recurriré. Porque, los cincuentones tenemos mucho que ofrecer, mucho vivido y padecido, muchos atardeceres en nuestra mochila y un equipaje de lágrimas, de penas o de alegrías, tan importante, que borra por si sola la fecha de nacimiento y nos hace sencillamente seres humanos que se curran el crecimiento y que queremos estar a las duras y a las maduras.

Y puede que, los de mi quinta, no seamos atletas ni tengamos ardiles para sacar hierros de un tres descarrilado, pero eso que lo hagan los bomberos que tienen un buen jornal, para lo que tenemos ardiles es para ofrecer nuestra enorme humanidad a los que sufren. ¿Qué me van a rechazar en el curso? ¿Ay Señor, que malita es la envidia…!
 

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