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OPINIÓN - VIERNES, 1 DE DICIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

El Balón de Oro
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Los exquisitos han puesto el grito en el cielo porque el Balón de Oro lo ha ganado un defensa. Y, para más inri, un defensa que juega, desde hace varios meses, en el Real Madrid: Fabio Cannavaro. Los exquisitos están que trinan porque llevan grabado a fuego en sus cortas entendederas ese tópico de que defensa puede ser cualquiera. Craso error. Puesto que un zaguero de tronío tarda en surgir y cuando lo hace se convierte en arquetipo. No confundamos al buen defensa con el defensa brillante y espectacular en sus acciones.

Nadie discutió en su día que le concedieran el Balón de Oro a Franz Beckenbauer. El cual apenas sabía defender, pero que gracias a Helmut Schoen, seleccionador alemán, pudo actuar como libero y demostrar de qué manera se podía sacar el balón jugado desde atrás y servir de ayuda a las demás líneas cuando necesitaban un soplo de aire fresco.

En realidad, la eclosión de “El kaiser” fue motivada porque Overath, el talento en la zona vital del medio terreno, pedía a su lado compañeros que trabajaran más que Beckenbauer, y el técnico tuvo que ceder a la presión de la estrella y retrasar muchos metros a Franz. Y su acierto encumbró a éste.

Sé que lo que voy a decir sonará a chino: Fernando Hierro ha sido, durante muchas temporadas, el mejor central del mundo. Y, por tanto, debió ser premiado con el Balón de Oro. Su problema es que España nunca ganó nada y naufragó en los mundiales. No olvidemos que este premio se consigue cuando se raya a gran altura en el mejor escaparate futbolístico: en un certamen Mundial.

Fernando Hierro, de quien se acordó Cannavaro en el momento de recoger su prestigioso premio, jugaba en el medio terreno con sobriedad y eficacia: era un muro de contención, dominaba el juego aéreo, sus pases eran precisos, y sabía incrustarse entre sus defensores cuando tocaba defender a ultranza. Y qué decir de sus tiros desde la media distancia y de sus cambios de orientación y de sus incorporaciones al ataque con remates de cabeza certeros.

Como defensor fue espectacular: tenía sentido de la anticipación, se colocaba siempre con maestría admirable, era un portento en el juego de cabeza, y ponía el balón en espacios libres y con ventaja para sus compañeros a cuarenta o más metros de su demarcación.

Ahora que tanta afición existe por los vídeos, hagan el favor de ver en acción a Beckenbauer y a Hierro. Y comparen quién fue mejor en todos los sentidos. No obstante, en el recuerdo quedará siempre la leyenda de quien destacó con su selección en escaparates donde se consigue ganar ese premio que se concede en Francia.

Decía que los exquisitos, esos comentaristas que bien podrían lucir pajarita y que tienen toda la pinta de cogérsela, según hablan, con un papel de fumar, se han olvidado de que Fabio Cannavaro sentó cátedra en Alemania cual defensa. Cierto es, y conviene recordarlo, que la suerte estuvo de su lado. La lesión de Nesta, otro central extraordinario, hizo posible que Cannavaro pasara a la derecha mientras Matarazzi, zurdo él, se situaba en el flanco izquierdo. Así, mediante ese cambio de papeles, pudimos ver al mejor central del mundo durante un campeonato corto, intenso, espectacular, y visto por millones y millones de aficionados que se deleitaron con el hacer de la estrella napolitana.

A las críticas, absurdas y llenas de envidias, ha respondido el jugador premiado con enorme sencillez: “El Balón de Oro está en mi casa”. Y está en su casa porque dio todo un curso en Alemania de cómo ha de ser un defensor. Lo otro, es decir, lo que nos van contando los exquisitos, sirve para demostrar que los tontos son cada vez más distinguidos.
 

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