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OPINIÓN - SÁBADO, 2 DE DICIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

La niña judía
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Este articulo tiene un título que parece de una obra sinfónica de Albéniz de Falla o de Turina, de ese tipo de música maravillosa que apetece oír en concierto en los jardines del Generalife, al son de las fuentes, con los arrayanes florecidos en flores blancas y los cipreses apuntando, oscuros y erguidos, al cielo estrellado del agosto granadino. Pero, aunque parezca arrancado de una partitura, este título pertenece a la realidad : mi hijo pequeño se ha echado novia y, como es normal en los ajedrecistas que son muy suyos y muy sesudos, la cosa va en serio y la relación ha adquirido grado de formalidad, con los consuegros que vienen de Francia a pasar la Nochevieja y tomarse las uvas en Málaga. La Navidad no la celebran con nosotros porque son una familia judía sefardita que procede del norte de Marruecos, concretamente de Oujda, donde llegaron sus antepasados expulsados por los Reyes Católicos y de donde salieron echando leches para Toulouse, donde hay una buena comunidad, cuando la Independencia de Marruecos en 1956. ¿Qué dicen? ¿Qué si me deleitan hablando el román paladino y añorando a su amada Sefarad? Algo hay, porque, los sefarditas son muy mágicos y atesoran una cultura que es la nuestra y unos cantares tipo romanza que derriten los sentidos y destilan nostalgia.

Lógicamente era la guinda que faltaba en el gazpachuelo racial, genético y cultural que es mi familia, la pequeña Déborah, la niña judía que habla español con acento de Valladolid y que no es una guiri, porque los sefarditas no son guiris ni extranjeros. De hecho, cuando la II Guerra Mundial, el Franquillo se lió a dar pasaportes españoles a todos esos “nuestros” que pululaban por Europa y conseguimos rescatar a muchos del Holocausto.

¿Qué como me sienta que mi pequeño quiera maridar con una judía? Pues no sé que decirles, es emoción, es una pizca de extrañeza al pensar que, mis nietos, van a ser judíos, como lo fueron Jesús de Nazareth y su Madre, esa mujer hebrea que ha sido plasmada, esculpida y retratada por los mayores genios del arte de la Humanidad. Miren, miren…¡Los pelos se me ponen como escarpias! Pensar que mis nietos, por derecho, pertenezcan a la misma raza que Nuestro Señor, a la misma antigua religión que Él aprendió de los rabinos en la sinagoga y que practicó toda su vida, que les descapoten el prepucio como a Jesús y que recen los rezos que María enseñó a su Hijo. Soy católica y como tal respeto y venero el Antiguo Testamento y me siento cercana al pueblo al que perteneció aquel chaval de treinta y tres años, el Hijo poeta, filósofo y revolucionario que le salió al Creador. ¿Qué si mi niño es religioso? No. Es un agnóstico defensor a ultranza de la cultura occidental, hoy agredida y siente como toda mi familia que, nuestro hecho cultural es nuestro hecho religioso. Pero aún no le ha llegado la espiritualidad, ni yo impongo mi nivel de compromiso cristiano a nadie pues nadie me pertenece espiritualmente como para que yo le imponga nada. El alma solo es de Dios y cuando Dios disponga da la luz. Pero vaticino una boda judía con la pequeña Déborah ataviada con la belleza del traje sefardita y el ritual hermoso que unió a María y a José ¡Joder, que emoción! ¿Qué si mi hijo se convertirá por amor? Me da lo mismo. Yo aborrezco a los conversos, pero ser judío es ser como Nuestro Señor y eso no es ser converso, es regresar.
 

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