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OPINIÓN - MARTES, 5 DE DICIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Las cosas claras
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Los editores de los periódicos son empresarios cuya primera y legítima aspiración es hacer rentable el producto que venden. De higos a brevas conviene recordar lo que, siendo una perogrullada, todavía produce motivo de confusión entre muchísima gente. Si un periódico tuviera que sustentarse económicamente sólo con los anuncios y la venta de ejemplares, cabría recurrir a la socorrida frase hecha: Apaga y vámonos, que ya está la Misa dicha.

Todos los periódicos tienen asumido una línea editorial basada en el poder de los dineros. La ideología hace ya mucho tiempo que está en las últimas y sirve más bien para lucimiento de quienes se llevan la pastizara en sacos y encima se permiten el lujo de vender poses de honradez y de servicio inmediato a los ciudadanos.

Fue en 1990 cuando la prensa española vivió su auge, caracterizado por el ofrecimiento de la prensa regional y local, el desembarco de capital extranjero en los medios de comunicación españoles y la proliferación de ofertas y suplementos promocionales.

Ni que decir tiene que el capital extranjero llegaba a través de los periódicos para hacerse con las concesiones de canales privados de televisión y otras prebendas. La fórmula era bien sencilla: defensa del poder establecido o bien zurrarle la badana todos los días y fiestas de guardar hasta que los gobernantes pidieran sentarse a negociar.

Pero mi intención hoy es referirme a la fuerza que adquirió, en los ya reseñados años 90, la prensa local independiente. La que ya estaba y la que nació al amparo de unas condiciones extraordinarias para “buscar públicos y anunciantes de segundo orden intentando aplicar modelos económicos muy sencillos a partir del escaso personal industrial que requería la nueva tecnología”.

Mas poco tiempo les duró la alegría a cuantos periodistas de provincias se jactaban de que les había llegado la hora de escribir con absoluta libertad de cuanto les viniera en ganas. Pronto se percataron de que lo de prensa independiente era el timo de la estampita.

Aunque conviene aclarar, con celeridad, lo siguiente: Las censuras, que llegaron deprisa y corriendo, por parte de los editores, según conveniencias, beneficiaron más que perjudicaron a casi todos los que escribían. Razón sencilla: la censura les permitió darse pote de que estaban asediados por el editor que les impedía dar rienda suelta a su libertad de expresión.

Una mentira como una catedral. Que casi todos aprovecharon, y yo fui testigo en Ceuta, para evitar los miedos que les producía opinar en una ciudad pequeña y donde todos nos conocemos. Incluso se permitían el lujo de aconsejar a quienes tratábamos de salirnos del tiesto con el manido dicho de no sé por qué tratas de complicarte la vida. Mientras ellos llamaban a la puerta del poder reinante para colocarse en sitios de poco trabajo y buena remuneración y, de paso, situar a sus mujeres.

Viene al caso lo ya escrito, porque el otro día hablaba un empresario de la prensa local independiente (!), acerca de cómo se respeta en su Casa la libertad de opinión y bla, bla, bla... Otra mentira mayor aún que la de los periodistas que se las daban de padecer censuras. En mi caso, podría contar con argumentos probados que opinar en Ceuta nunca ha sido fácil. Y, mucho menos, cuando no existía ese invento llamado Internet.

Sin embargo, uno se permite el lujo de escribir bien de Juan Vivas. Sin que el editor lo aconseje ni yo quiera hacerlo por agradecimiento. Pues sabido es que mi relación con JV me causó siempre problemas de todo tipo. Ahora bien, yo sigo tratando por todos los medios de opinar con libertad y, por supuesto, sin causarle trastornos a la tesorería de la empresa.
 

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