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OPINIÓN - MARTES, 5 DE DICIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Navidades y ausencias
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Los agoreros siempre dicen que, las Navidades, son fiestas tristes porque se recuerda a los ausentes. Y no tienen por que serlo, sobre todo desde nuestra perspectiva de que, la muerte no existe y los que no están se encuentran infinitamente mejor y más felices que los que nos quedamos ¿Qué si considero que la vida es un valle de lágrimas? No. Nada de lágrimas, es un valle de hipotecas, letras del coche e irritación ciudadana si presumimos que, quienes gestionan nuestros pobres haberes se aprovechan y encima lo hacen mal. Pero no me tiren de la sinhueso porque hoy no me apetece hablar de política sino lanzar al Universo un recuerdo y un abrazo y que lo reciba el cantautor granadino Carlos Cano, amigo entrañable de mi esposo, el viejo pintor Erik y que coincidió con él hasta en enfermedades. En efecto, el genial compositor y el pintor padecieron al mismo tiempo aneurisma de aorta y en el mismo año. Mala cosa cuando la aorta abdominal dice de dilatarse y andar por libre porque, sencillamente, revientas y te desangras.

El pintor fue afortunado, porque le engatusó su amigo el cirujano Arqué, le metió en un quirófano donde el viejo entró porfiando y muy disgustado, le cortó la aorta, le puso un tubo de teflón en la barriga y todo eso sin finuras ni zarandajas, pero con la eficacia impecable y los medios que solo existen en nuestra Seguridad Social. Bueno, ahí y en la Clínica Universitaria de Navarra, pero esa es de pago y no se debe pagar por lo que se puede recibir gratis. Carlos fue más exigente y, en las últimas, su esposa removió cielos y tierras para llevarle en un avión hospital a Houston. Aquí en el sur la gente le tiene mucha fe a Houston, porque allí van a curarse los famosos y los millonarios. Será por pijerío, porque lo que hacen allí lo hacen aquí y si aquí pagas por atención médica la recibes impecables y si no pagas y vas por el seguro te curan, sin exquisiteces pero te sanan. En el hospital de Granada el cantautor no hubiera muerto, de eso estoy segura. Y mi marido, que permaneció tres días de duelo encerrado en su estudio sin querer comer y escuchando lo de “Alacena de las monjas, que te dan gloria bendita, pastelillos y toronjas y dulces de leche frita…” sintiendo la muerte de Carlos Cano sobre los pliegues del retrato de una virgen gótica, también sabe que, en España, le hubieran cogido a tiempo. Y hoy el cantor de coplas, seguiría emocionándonos con su voz rota y enamorándonos con su arte de poeta del sur, de pintor de cantares que plasmó como nadie la Andalucía profunda, hermética y hermosa.

Su recuerdo está perenne en nuestras vidas, me refiero al microcosmos de mi familia donde se le escucha con reverencia, porque el arte en estado puro impresiona , tanto como la receta que la Virgen le dio a la superiora del convento para hacer el dulce de calabaza “Medio kilo azúcar blanca, agüita del Avellano, y al perol la calabaza…Tres salves, un padrenuestro y la gracia de tus manos”. Al viejo pintor le resbalan las lágrimas al oír la copla que es pura jarcha andaluza recitada con acento meridional y sones de bandurrias. Llega la Navidad y Carlos está con nosotros cuando nos alargamos a por los borrachuelos de las monjitas “Alacena de las monjas, que te dan gloria bendita…” Carlos Cano está aquí.
 

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