PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura


Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - MIÉRCOLES, 6 DE DICIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

El artículo 2
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La Constitución es homenajeada, un año más, y ya han transcurrido veintiocho. Tiempo más que suficiente para que los políticos dejen de usarla como arma arrojadiza y procuren que el texto constitucional progresista y más duradero en la Historia de España, siga garantizando la convivencia democrática de los españoles. En mi caso, cuando abro el librito de la Constitución los ojos se me van derecho al Título Preliminar, y busco inmediatamente el artículo 2. Lo copio:

“La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. Cierto es que la Constitución está hecha por hombres y éstos yerran y, por tanto, el trabajo que hicieron en su día debe estar sujeto a revisiones. Pero nunca hasta el punto de atentar gravemente contra ese artículo 2.

Mas no es día, al menos para mí, de adentrarme por vericuetos pertenecientes a personas doctas en la materia y sí de recordar cómo se vivía en Ceuta la incipiente democracia en el verano de 1982. La ciudad era un hervidero político. La gente se interesaba por todo lo concerniente a los partidos y los políticos, aunque muy verdes en su labor, vivían con suma intensidad sus ideas y trataban de conseguir sus logros de manera apasionada. Se suscitaban discusiones por doquier y cualquier lugar era bueno para debatir con fuerza y hasta para hacerlo a voz en cuello.

Así, después de más cuarenta años donde los ciudadanos guardaban un silencio impuesto por quien alardeaba de no meterse en esas cuestiones, la gente vivía con frenesí el momento de la transición de una dictadura a una democracia. Y la falta de costumbres democráticas era evidente en todas las clases sociales.

Había un sitio en Ceuta, llamado el Rincón de la Muralla, donde acudían las fuerzas vivas de la ciudad y se discreteaba de todo. Era una tertulia formada por hombres que habían vivido muy bien con Franco, pero que trataban de hacerse a la idea de que se imponía un cambio. Si bien estaban todavía atenazados por las dudas.

En esa tertulia se recordaba muchas veces a un militar que iba a ser decisivo en la labor emprendida por Adolfo Suárez: Manuel Gutiérrez Mellado. Comandante general y delegado del Gobierno en Ceuta, en 1975. Y a nadie le extrañó que El Guti causara esa impresión fantástica cuando se enfrentó a los guardias civiles de Tejero, el 23 de febrero de 1981, en el Congreso de los Diputados. Puesto que contertulios como Eduardo Hernández, Villar Padín, Ricardo Muñoz, Francisco Fráiz..., conocían muy bien el buen talante de aquel hombre dispuesto a aplacar la inquietud en los cuarteles.

En aquel tiempo, de ese año de 1982, me presentaron a Serafín Becerra: un tipo que me causó, nada más verlo, una impresión inmejorable. Lucía cara de boxeador y manos de gigante. Había sido procurador en Cortes por el tercio familiar, concejal, y pronto causó baja como senador perteneciente a la UCD.

En octubre de 1982, claro está, ya se daba por descartado un triunfo socialista. Y a Ceuta viajó, días antes de las elecciones generales, Luis Solana. Quien vino la ciudad para transmitirles a los militares un mensaje de serenidad. Y adelantó que en cuanto Felipe González se convirtiera en presidente, habría señores de uniforme que se pondrían inmediatamente a sus órdenes. Les habló de olvidar el pasado y de cómo los mandos, en un ochenta por ciento, querían un nuevo modelo de España. La democracia se consolidó. Aunque el artículo 2, del Título Preliminar de la Constitución, esté en peligro.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto