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SOCIEDAD - SÁBADO, 9 DE DICIEMBRE DE 2006


Carbonell impone una medalla. REDUAN.

ejército / celebración
 

La lluvia desluce la Inmaculada

La parada militar en el patio de
armas de ‘García Aldave’, suspendida
 

CEUTA
Verónica Fernández
veronicafernandez@elpueblodeceuta.com

La lluvia fue ayer la protagonista del Día de la Inmaculada, patrona del Arma de Infantería. Legionarios y regulares estaban convocados en el patio de armas del acuartelamiento ‘García Aldave’ para honrar a su patrona con una parada militar pero la inestabilidad meteorológica obligó a cambiar los planes y a trasladar a los presentes al salón del Príncipe. El pequeño tamaño de este nuevo emplazamiento obligó a que la presencia de las unidades quedara reducida a una mera representación, estaba previsto que participasen en el acto la escuadra de gastadores, la banda de guerra del Tercio, la unidad de música de la Comandancia General, la IV Bandera Ligera ‘Cristo de Lepanto’ y el Tabor ‘Tetuán’ del Grupo de Regulares de Ceuta nº54.

En su alocución, el coronel Timón, jefe del Tercio ‘Duque de Alba’, 2º de La Legión, recordó la herencia que las unidades de regulares y legionarios tienen como depositarios de la gloria de “aquella Infantería que dominó Europa, la mejor Infantería del mundo, la fiel Infantería, que por saber morir sabe vencer” y animó a los soldados a seguir trabajando con la misma ilusión y el mismo entusiasmo “con la seguridad de que de esta forma, alcanzaremos cualquier objetivo que nos propongamos”. El coronel finalizó su intervención felicitando a los condecorados y pidiendo a la Inmaculada Concepción que “como aquella fría noche de noviembre de 1585, cuando los Tercios de Flandes combatían en la toma de Amberes, siga dándonos su protección y su ayuda”.

El acto estuvo presidido por el comandante general de Ceuta, el general de división Luis Gómez-Hortigüela, al que acompañaron otras autoridades militares (como el 2º jefe de la Comandancia, el general de brigada Fernando Carbonell; el general de brigada Antonio Torrecillas; el capitán de navío Alejandro de Ory, comandante militar de marina; y los jefes del Tercio y Regulares, los coroneles Timón y Asiaín, respectivamente) y civiles (entre ellos estaba el presidente de la Ciudad Autónoma, Juan Vivas; algunos miembros del equipo de Gobierno y el director provincial del Ministerio de Educación y Ciencia, Juan José León Molina, en representación de la Delegación del Gobierno en Ceuta).

Veintiocho militares fueron condecorados con diversas distinciones: la Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo; la Encomienda de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo; la Cruz al Mérito Militar con Distintivo Blanco; cruces de Plata y Bronce de la Cruz a la Constancia en el Servicio y menciones honoríficas.

Patrona

En Flandes, en el otoño del año 1585, era gobernador de los Países Bajos Juan de Austria. Para sofocar la rebelión que se estaba produciendo en las islas de Zelanda, mandó un ejército bajo las órdenes del conde de Mansfelt. A éste se le unió el Tercio de Bobadilla al que el conde le ordenó, junto con los tercios de Mondragón e Íñiguez, cruzar el Mosa y ocupar la isla de Bommel. Los tres Tercios sumaban más de 4.000 españoles que eran expertos combatientes, la flor del ejército español, la mayor parte de la infantería española del conde Mansfelt y la única, por tanto, que tenía Farnesio.

El conde de Holac, general de las tropas holandesas, armó una flota de cien barcos de quilla plana con la mejor infantería que tenía. Su ataque se inició con la rotura de los diques y con la inundación de todas las tierras que ocupaban los españoles. El 7 de diciembre la situación era desesperada (sitiados por el agua y por el enemigo que les atacaba, sin comida ni leña), Bobadilla llamó a sus capitanes y soldados y los exhortó a rezar como último recurso. Un soldado que estaba haciendo un hoyo encontró una tablilla pintada en vivos colores con los rasgos de la Virgen María. Se la llevaron en procesión entre las banderas a la iglesia de Empel, donde rezaron una salve, y Bobadilla decide entonces quemar las banderas, hundir la Artillería y, por la noche, con las barcas de quilla plana, atacar las naves principales enemigas. Al ocaso, un frío intenso hizo que las aguas se helasen. El enemigo, ante el temor de que sus barcos quedasen atrapados por los hielos, empezó una lenta huida por el río Mosa, teniendo que pasar por una estrecha cortadura del dique principal, siendo hostigados por ambos lados por los españoles, causándoles muchas bajas. El llamado “milagro de Empel” propagó en los tercios de la Infantería española la devoción a la purísima que tres siglos sería declarada patrona del arma.
 

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