“Cada día mueren 35.000 niños de hambre según la FAO. Es un
genocidio de proporciones impresionantes, al que asistimos
impasibles. Al mismo tiempo, se calcula que el gasto diario
en armamento es de 2.800 millones de dólares y los subsidios
agrícolas de Estados Unidos y de la Unión Europea rondan los
800 millones diarios. No hay fondos para el tratamiento del
SIDA… pero los beneficios del complejo industrial
bélico-militar dirigen en buena medida la economía mundial.
Es apremiante compartir justamente. No hay mejor caldo de
cultivo de la radicalización, la animadversión y la
agresividad que la humillación y la exclusión. La violencia
no se justifica, pero sus orígenes deben de examinarse
atentamente.
En lugar de fortalecer el multilateralismo y dotar a las
Naciones Unidas de los medios y autoridad necesarios para
emprender un gran plan global de desarrollo en beneficio de
todos, se siguen explotando los recursos naturales de países
progresivamente empobrecidos cuya ciudadanía se ve forzada a
emigrar en circunstancias que con frecuencia constituyen un
agravio a su dignidad. No es con votos cautivos, con
obediencia ciega y con temor como se construye y consolida
la democracia genuina. No es con guerras de codicia, con
demostraciones de fuerza, con acciones bélicas e invasiones
dirigidas por intereses económicos y energéticos –que
generan una espiral de violencia, de acción y reacción, de
intervención y represalias- como puede hacerse frente a los
grandes desafíos y asimetrías de todo orden que presenta la
situación mundial.
Los gobernantes abdicaron de sus responsabilidades
políticas, sustituyendo valores universales por las leyes
del mercado. El resultado ha sido la concentración de la
riqueza en unas cuantas manos y la ampliación de las brechas
sociales y económicas.
¡NO A LA POBREZA! Hay que exigir a los gobernantes, a través
de un auténtico clamor a escala mundial, que den prioridad
al cumplimiento de las Objetivos del Milenio. Ha llegado el
momento de la no resignación, de la implicación personal.
Proclamamos, una vez más, que no justificamos los atentados
y la violencia, venga de donde venga. Condenamos todo tipo
de terrorismo: el de los grupos ocultos en las sombras y el
terrorismo de Estado. Se ha utilizado la tortura, el trato
cruel y degradante, violando reiteradamente el derecho
internacional y humanitario.
Es necesario que la Comunidad Internacional ponga fin a la
barbarie, a las masacres. Como se establece en la Carta de
las Naciones unidas son los pueblos los que deben decidir
sobre su destino. Debemos sumar con apremio voces de todos
los pueblos del mundo para decir ¡BASTA! A LA GUERRA Y LA
VIOLENCIA.
Hemos callado en exceso. Ahora se acabó el silencio. Los
pueblos elevarán su voz. La guerra es una tragedia para
todos. Es urgente desarmar la razón armada. Hoy más que
nunca son necesarios la capacidad de diálogo y alianza, el
compromiso de intentar la resolución pacífica de conflictos,
fomentando actitudes de encuentro y respeto a los demás,
mediante la aplicación cotidiana de los Derechos Humanos.
Es necesario cambiar el curso de los acontecimientos a
través de acciones colectivas, desarrollando la solidaridad
entre los pueblos. Es urgente que los intelectuales,
artistas, educadores, científicos… abandonen su pasividad y
pasen a la acción. Sólo así sus escritos y sus palabras
serán creíbles y podrán contribuir a sumar esfuerzos a los
de muchos otros para detener la locura de la guerra, de la
confrontación y de la violencia.
Ha llegado el momento de la gente. Y, sobre todo, de los
jóvenes, de los hombres y mujeres que reclaman otro mundo
posible. Las instituciones y medios de comunicación deben
ayudar a la ciudadanía mundial para que, por fin, dejen de
ser espectadores y desempeñen su función de protagonistas en
el diseño del futuro. Los gobernantes, parlamentarios,
miembros de los Consejos Municipales… tienen una especial
responsabilidad en este cambio histórico.
Ha llegado también el momento de las culturas y religiones
más diversas para que, unidas por la solidaridad y amor al
prójimo que les es inherente, se sitúen en la vanguardia del
rescate de la dignidad humana.
Es necesario que los pueblos asuman la resistencia social,
cultural, política y espiritual a través de movilizaciones,
de la no cooperación a la violencia e injusticia, de sumar
esfuerzos con otros pueblos y denunciar a los responsables
de las dominaciones y del dolor que afecta a la humanidad.
Hay que ponerse en pie, en pie de paz y caminar hacia nuevos
horizontes de vida y no de muerte. A pesar de todo, esa es
la esperanza.
Por cuanto antecede, con la mirada puesta en las
generaciones venideras, hacemos un llamamiento a todos
quienes se sientan igualmente concernidos para que
manifiesten pacíficamente, a través de todos los medios a su
alcance, presenciales y virtuales, su adhesión a la paz:
NO A LA GUERRA Y LA VIOLENCIA!
SÍ A LA PAZ Y A LA JUSTICIA!”
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Actividades propuestas hoy y mañanas
Durante 24 horas, en todas las
partes del mundo, habrá manifestaciones de viva voz o a
través de los medios de comunicación durante hoy y mañana,
en conmemoración de la Declaración de los Derechos Humanos.
Si logramos avances progresivos, pronto podrá alcanzarse la
‘mundialización de la conciencia’, la independencia real de
los pueblos.
Los actos previstos para hoy y mañana son los siguientes:
- Actos deportivos y espectáculos: un minuto de adhesión
antes de empezar, o durante la medida parte o entreactos. Y
utilizar otros medios (audiovisuales, declaraciones de los
deportistas, etc.) para transmitirla.
- Actos religiosos: mañana, en todos ellos comentar
brevemente el documento, referirse a él por escrito...
- Medios de comunicación: como mejor que entiendan que
pueden contribuir a la paz y a la lucha contra la pobreza.
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