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OPINIÓN - SÁBADO 7 DE ENERO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

El influyente Carod Rovira
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Ya podemos decir que las fiestas navideñas han pasado a mejor vida y que la odiada cuesta de enero ha comenzado a recordarnos que todo exceso se termina pagando.

La cuesta de enero que le espera a ZP es tan elevada que puede producirle la misma sensación que tuvo Lola Flores cuando miraba los rascacielos de Nueva York, en su primera visita a los Estados Unidos. Según la inolvidable Faraona, estuvo a punto de caerse de espaldas y darse un jardazo de cuyas consecuencias hubiera tardado en recuperarse.

En la cima de la más que empinada costanilla que le han preparado los partidos políticos catalanes, incluido el sí y no sí de las huestes que lidera un Piquer desconcertado, le esperan a ZP Maragall, Carod Rovira y Arturo Mas. Dispuestos a mantenerse en sus trece en relación con la reforma del Estatuto y, por lo tanto, cundiendo el pánico entre los gobernantes socialistas.

Los cuales temen, y no en balde, que el presidente del Gobierno no sólo se deslice hacia atrás y dé con todos sus huesos en el suelo, sino que en su caída arrastre, inevitablemente, todo el tinglado necesario para volver a ganar las elecciones. Una pérdida irreparable, que tratará de evitar Alfredo Rubalcaba: considerado un demiurgo malvado y capaz de hacerse tirabuzones con las pretensiones desaforadas de unos catalanes que tienen al resto de los españoles hasta los mismísimos huevos de oírles pedir y pedir y hacerse notar como un pueblo elegido.

Eso sí, no se confundan; pues Maragall y compañía tienen por dios al dinero. O sea, que ellos consideran que el dinero es divino y que nadie mejor que los catalanes para manejarlo y distribuirlo a su antojo. Ya que el vil metal es para quienes se lo ganan trabajando y sudando de lo lindo, y no para que se aprovechen de él las demás regiones españolas, dedicadas a la holganza y al ocio incontrolados.

Sólo les falta que invoquen a todas las fuerzas monetarias para que nos castiguen, tan ejemplarmente, como si fuéramos ciudadanos de Sodoma y Gomorra. Acuérdense de la corona de espina que lució Carod Rovira, en su visita a Jerusalén. Y que fue criticada de manera errónea. Pues el tío estaba dando, en el sitio más adecuado, un mensaje al capitalismo salvaje. Más o menos venía a decir: a quienes tenéis al dinero por dios, os digo que nos ayudéis a fin de que Cataluña dirija los destinos de España. Y veréis de qué manera las cosas os irán mejor a los ricos. Mientras tanto, yo me ofrezco en sacrificio.

Lo que demuestra que el tal Carod Rovira es más peligroso por lo que de él desconocíamos. Sabíamos de sus exacerbadas ideas independentistas y de cómo había ido a darse un morreo con los dirigentes etarras para que dejasen de matar en Cataluña, aunque tuvieran que duplicar los muertos en otras regiones. Pero ni siquiera se nos había pasado por la imaginación que el presidente de Esquerra Republicana, con apariencia de cobrador de impuestos revolucionarios en tierras sicilianas, fuera un personaje bien visto por el mundo de las finanzas.

Y a los hechos me remito: la semana pasada hemos conocido que el fulano ocupa el sexto puesto de la lista de personajes más influyentes del año. Lo cual no es moco de pavo. Sobre todo teniendo en cuenta que nuestro hombre es presidente de una formación que sólo tiene 500.000 votos, 23 diputados de 135 en Cataluña y ocho de los 350 del Congreso. El asunto está claro. Y quienes no lo quieran ver es porque no les interesa o bien están escasos de velocidad de reacción. Carod Rovira es apoyado por cuantos piensan que hay un solo dios verdadero: el dinero. A partir de lo dicho, hagan todas las cábalas que ustedes quieran. Y hasta disentir de lo expuesto. Están en su perfecto derecho.
 

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