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OPINIÓN - VIERNES 27 DE ENERO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

La visita de Zapatero
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Jerónimo Nieto pudo, al fin, anunciar la visita del presidente del Gobierno a Ceuta. Habrá, pues, que darle albricias a Antonia María Palomo y, también, a los socialistas que hacen posible que el partido siga existiendo en una ciudad de marcado acento derechista. Porque es verdad que hecho tan histórico no se repetía desde que Adolfo Suárez lo protagonizó allá cuando los ochenta nos deleitaba con el desnudo fantástico de Victoria Vera. La cual sigue conservando un enorme garabato, a pesar de que fuera la musa de Tierno Galván: viejo profesor que andaba mal de la vista, pero la poca que tenía bien que la empleaba en menesteres de buen gusto.

De Zapatero, en cambio, no se puede decir que adolezca de falta de vista, aunque los hay que tratan de ver en él síntomas que debieran conducirle al loquero más importante de una España que siempre se convierte en dicotomía guerrera, en cuanto los nacionalistas catalanes se lo proponen. Para darse cuenta de este problema es conveniente conocer la especificidad de esta tierra y sus complejas relaciones con el Estado español, desde los comienzos del siglo XX, y que tanto han influido en la Historia de España.

Hubo una vez, allá en el año 17 del siglo pasado, que Cambó se ilusionó, siendo el líder de la Lliga catalana, con que al socaire de los militares podría reformar la Constitución y hacer que España entrase por los cauces de la democratización y modernización. Sus deseos, secundados por el PSOE y la UGT, por medio de una huelga, fueron aplastados por los militares con represiones a granel. Efecto bumerán del cual se aprovechó otro dirigente catalán, Francesc Maciá, republicano y separatista, creciendo su partido en cantidad de afiliados y simpatizantes.

Cambiando lo que haya que cambiar, algo parecido ha ocurrido ahora entre CIU y Esquerra. Los primeros han estado exigiendo desde la trastienda y dejando todo el protagonismo a los segundos, haciendo bueno eso de que no se trata de llegar primero sino de saber llegar. Carod-Rovira, ya lo dijo Durán Lleida, la semana pasada, causó un gran daño a Cataluña y, por ende, a España, cuando, aprobado el Estatuto, declaró que era el primer paso para la independencia. Y, por si no hubiera sido suficiente metedura de pata, salió Puigcercós, dequeista incorregible, proclamando que el plan Ibarreche era sólo un aperitivo de lo que llegaría desde Cataluña.

Discursos que, indudablemente, sumían a los socialistas en la desesperación y aumentaban el optimismo del PP y les daba alas a sus dirigentes para destacar a voz en cuello que España iba derecha a su desmembración. Pero hete aquí que, de la noche a la mañana, los mandamases de CIU cogen un atajo y se presentan en la Moncloa dispuestos a ser ellos quienes estampen la firma principal a un acuerdo que estaba desangrando al Gobierno, como a torero corneado en la arteria femoral. Y, zas, los de esquerra, vestidos como sicilianos y convencidos de que tenían controlados todos los movimientos de Zapatero, se han quedado en inmejorable posición para sustituir al tan manoseado toro de Osborne. En cuanto a la situación de Maragall, ya se sabe que las penas con pan y vino son menos penas, ya se preocupará él de aliviarse con artículos tan alimenticios.

De manera que ZP, después de trance tan difícil aunque superado, ha decidido que ya era hora de darse su garbeo por Ceuta y Melilla. Paseo, que, por corto que sea, según la crítica del diputado Francisco Antonio González, será histórico. Y si luego el Gobierno presidido por Zapatero le alegra la vida a la Iglesia, en lo económico, Mariano Rajoy deberá esperar a que se obre un milagro para gobernar. Aquí, aun así, ganará Juan Vivas de forma espectacular.
 

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