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OPINIÓN - MARTES 7 DE FEBRERO DE 2006

 
OPINIÓN / EDITORIAL

El ya crónico asunto de los menores no acompañados

El asunto de los menores no acompañados empieza a tomar carta de complicada naturaleza desde el momento en que el gasto que soporta la Ciudad Autónoma de sus propios fondos (supuestamente para los ceutíes) alcanza cifras que empiezan a causar cierto mareo -casi 1.500 millones de las antiguas pesetas al año- para sustentar el coste del mantenimiento, entre otros, de los más de 100 menores no acompañados cobijados en Ceuta.

Teniendo en cuenta que la proliferación de estos jóvenes cobra, en estos momentos, unos niveles que ya son preocupantes, la aportación que el Estado pueda realizar en esta problemática no solo es importancia sino vital y necesaria en varios aspectos (económico, de interlocutor con Marruecos y como miembro de la UE).

Se debe partir de un hecho cierto. Del aporte económico que el Gobierno central central ingresa para Ceuta (del monto global), habría que restar aquellas que no repercuten directamente en el ceutí como por ejemplo, el dinero que supone las atenciones sanitarias de toda índole que se le prestan a los marroquíes de la provincia de Tetuán o a los inmigrantes, y el monto que cuesta la manutención de estos irregulares al año, por sólo poner dos bien claros.

Desde el pasado mes de noviembre se encuentra paralizada la propuesta de la repatriación inmediata de menores como para que Marruecos se haga cargo de sus propios ciudadanos aunque para ello se le deba ayudar en la construcción de centros de acogidas. Para ello es necesario la actitud de respaldo del Estado ante este problema.

Es cierto que muchos de estos niños sufren las consecuencias del desamparo en su propio entorno familiar. Habría que analizar cada caso, pero también es cierto que otros tantos llegan y , bien aleccionados, lo primero que solicitan son “papeles”.

No tiene por qué ser un problema crónico para Ceuta el asunto de los menores no acompañados procedentes de Marruecos. España y la Unión Europea deben exigir al país vecino que cumpla con sus obligaciones, reparta sus riquezas y distribuya equitativamente las millonarias ayudas que recibe entre su población.
 

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