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OPINIÓN - MARTES 7 DE FEBRERO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Forajidos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Raúl del Pozo, en Vicios de la corte, cuenta por encima el momento actual que vive José María García. Copio textualmente parte de lo que dice Raúl en uno de los párrafos de su columna dedicada al famoso butanito: “Lo conozco desde la tenebrosa tormenta de nuestra juventud, cuando el periodismo era aún un oficio de forajidos; secuestraba a Legrá en la casa de su suegra, para quitárselo a la competencia; incendiaba las noches con su palabra”.

Pues bien, yo también vivía en Madrid cuando los forajidos lo eran para sobrevivir y se comían los canapés a puñado en todas las recepciones a las que iban para paliar el hambre que proporcionaba el salario pagado por los periódicos. Sabía, pues, cómo no, quién era García, pero mi relación con él se fraguó años más tarde.

Todo comenzó cuando una mañana de la temporada 75-76, estaba yo entrenando a los jugadores del Real Mallorca en el césped del histórico Luis Sitjar, y la secretaria del club me dijo lo siguiente: “El señor García le llama por teléfono”. “Que llame más tarde, pues en estos momentos no puedo atenderle”. “Dice que es muy urgente...”.

Así que dejé a los jugadores bajo el control del segundo entrenador, llamado Turró y padre de la secretaria del mallorqueta, y me encaminé hacia las escaleras que accedían a las oficinas del club.

-Soy Manolo de la Torre, dime qué deseas de mí...

-Decirte que hagas el favor de no oponerte al fichaje de Crispi.

-¿Puedes repetirme lo que acabas de decirme?

-Desde luego que sí. Te digo que Crispi va a firmar por el Mallorca quieras tú o no quieras. De lo contrario, vas a durar nada y menos en ese club.

-No escribo la respuesta que le di. Lo que sí recuerdo es cómo a la secretaria se le puso la cara del color del yeso. Dado que ella me apreciaba y sabía el poder que, entonces, tenía el Fulano que me estaba imponiendo el fichaje del cordobés Crispi. El mismo que, pasado los años, entrenaría a la Asociación Deportiva Ceuta y con quien tuve una relación estupenda.

Lo cierto es que cuando el jugador llegó a Mallorca, total y absolutamente convencido de que la palabra de Supergarcía era palabra de Dios, se encontró con que el presidente, Antonio Seguí, le dijo que nones. Que Manolo de la Torre era quien mandaba y sanseacabó. De manera que Crispi cogió su maleta y, al parecer, regresó a tierras asturianas: su lugar de residencia, en aquel tiempo, por haberse casado con una chica del lugar.

A partir de entonces, yo ya estaba apuntado en la libreta de las personas a las cuales había que perseguir. Pero a mí, en los años setenta, me daba igual mandar al carajo a Supergarcía como al limpiabotas de la esquina. No hacía distingos entre poderosos y débiles, llegado el caso, porque para mí todas las personas eran iguales. Craso error, del cual nunca me he arrepentido, que me privó de conseguir logros mayores en mi profesión.

Sin embargo, meses después de semejante encontronazo con el gran urdidor de líos futbolísticos y caudillo de la noche en las ondas, una denuncia de soborno hizo posible que volviera yo a ser llamado por quien tenía a muchos presidentes cogidos por los huevos.

-Te llamo para que me concedas en la radio la exclusiva de cuanto ha ocurrido en esa compra que el director del Banco X ha querido hacer para que el Mestalla gane en Mallorca y se salve del descenso.

La entrevista se hizo en Mallorca. Y el gran hombre me prometió todo lo que él se atrevía a prometer, confiado en su poder omnímodo. Fiasco grande para mí. Pues, llegado el momento, se acordó de cuando los periodistas actuaban como forajidos.
 

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