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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 12 DE JULIO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Coalición por Ceuta
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El miércoles pasado fue portada de este periódico la visita de Gaspar Llamazares, como testigo del nacimiento de Coalición por Ceuta. La cual quedó formada por tres partidos: IU, UDCE y FC. Al frente de ellos están Mohamed Musa, Mohamed Alí y Abdelhakim Abdeselam. Esta unión de fuerzas políticas se veía venir, y nada nos extrañaría que a ella se sumara una cuarta: la que dirige Mustafa Mizzian; es decir, el PDSC. El hecho de esta unión me hace pensar en tiempos pasados, es decir, cuando el PDSC era un partido fuerte y cohesionado. Una historia que ya he contado. Pero que, dada la realidad actual, merece la pena recordarla.

Corrían malos tiempos para el PP, en vista de que el GIL llegaba arrasador. La figura de Jesús Fortes se tambaleaba y sus peores enemigos estaban dentro de su propio partido. Todo parecía confabularse contra él la noche de las elecciones. Su llegada a la sede de Real 90, procedente de la Delegación del Gobierno, propició dos formas de entender el dramático momento que pasaba el todavía presidente de la Ciudad.

De un lado estaban quienes deseaban, fervientemente, que el PDSC consiguiera como mínimo tres diputados en las urnas para combatir la mayoría absoluta que las encuestas daban al GIL. También los había celebrando por lo bajinis el descalabro que iban anunciando los interventores que llegaban con algunas actas en las manos.

En el patio del edificio de la sede, llena a rebosar de militantes, se oían comentarios para todos los gustos. Un destacado político se ufanaba de que si perdían por mayoría absoluta no pasaba nada. Que ya se pondrían los medios oportunos para que, no tardando mucho, el GIL se viera apeado del poder. Otro, en cambio, lamentaba el mal trago que estaba pasando un Fortes cuya cara reflejaba lo que se le venía encima. Estaba a merced de que en el último tramo del contar los votos alguien le dijera que los musulmanes habían interrumpido la avasalladora marcha del GIL en las urnas. Condición imprescindible para que él PP pudiera gobernar con la ayuda de ellos y del Partido Socialista.

De pronto, cuando la risa iba por barrios, se oyeron cláxones de coches anunciando la buena nueva: Mohamed Chaib, Mustafa Mizzian y Abdelakim Abdeselam se habían asegurado tres escaños y estaban dispuestos a hacerle el boca a boca al PP. Semejante alegría produjo una enorme satisfacción en muchos y penosa impresión en los menos. Los menos, todo hay que decirlo, lo formaban quienes siendo ya barandas aspiraban a tener más poder. Uno de esos principales habló y reventó la noche: los musulmanes terminarán vendiéndose al GIL. Una musulmana, con mando en plaza, que estaba presente, se tragó el insulto haciéndose la lipendi. Y lo hizo a sabiendas de que alguien suyo había sido ofendido.

Lo que vino después es ya de todos conocido: el PDSC fue un apéndice más del PP y prestó enormes servicios a éste. Hasta que a alguien se le ocurrió decir que estaba ya harto de esa situación y mandó a Fortes al ostracismo. Y, mientras tanto, ya había germinado la semilla de un nuevo partido: la UDCE de Mohamed Alí. Un partido que contra pronóstico se convirtió en el más votado, tras la enorme victoria de Juan Vivas. Fue entonces, ante tan descomunal éxito, cuando los populares mirando desde las alturas no quisieron ver que en la tierra estaba Mohamed Alí. El jefe de la oposición: abogado, luchador incansable y dispuesto a no ceder en sus aspiraciones. Quiso éste ser vicepresidente de la Mesa Rectora y se lo negaron. A partir de ahí se ha convertido en un problema para el PP. Ya no valen paños calientes, ni brindis al sol. Ahora cabe sólo confiar en el tirón de Juan Vivas.
 

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