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OPINIÓN - SÁBADO, 15 DE JULIO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

El cuarto árbitro
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El vuelva usted mañana de Larra, alegato contra la burocracia española del siglo XIX, ha quedado como atavismo en nuestra sociedad. De ahí que seamos muchos los que desconfiamos de quienes mandan en los grandes despachos donde se hacen componendas y se amañan situaciones. Hablando claro: tenemos grandes dudas sobre esos sesudos funcionarios que manejan el deporte a gran escala y hacen y deshacen a su antojo y mirando siempre no por darle prioridad a la verdad sino más bien a la verdad que les rinde más beneficios. Existen, pues, muchos golfos en la FIFA y en federaciones nacionales.

Empezaré diciendo, aun a fuerza de repetirme, que Medina Cantalejo ha sido un árbitro hecho a la medida de la FIFA y cuya actuación en el Mundial ha dejado entrever que algunas de sus decisiones han influido para que Italia sea la ganadora del certamen. A partir de ahí, todo lo que diga Josepp Blatter, presidente de la FIFA, acerca del escándalo suscitado por el cabezazo de Zidane a Materazzi me ofrece poca o nula garantía.

Zinedine Zidane fue víctima de una mala acción, preparada con frialdad y ejecutada en el momento crucial del partido. Antes había sido objeto de una entrada muy dura, cuyo golpe en un hombro bien pudo retirarle del campo. Y, posteriormente, era agarrado por la camiseta, una y otra vez, a fin de provocar una reacción airada en alguien del que estaba pendiente el mundo y más de la mitad deseando que su historia acabara felizmente.

Pero ya estaba previsto que Marco Materazzi, otro muchacho criado en un suburbio de Lecce, asumiera la tarea más canalla del fútbol: convertir su lengua en un lanzamierdas capaz de romper la armonía interior del adversario más grande que había en el césped. Una acción que, a buen seguro, jamás le permitirá al defensor italiano contar las batallitas de sus buenas actuaciones, que las tuvo, durante muchos pasajes del Mundial.

Por lo tanto, si las autoridades francesas no se ponen el mono de trabajo y le hacen frente a Josepp Blatter, mucho me temo que sea Zinedine Zidane quien salga escarmentado del careo que se ha preparado entre éste y Materazzi, el próximo día 20.

Me baso para ello en algo fundamental: según la doctrina de Joao Havelange, cuando era presidente de la FIFA, el fútbol no se debe arbitrar ayudándose de los medios técnicos que van saliendo al mercado. Por la siguiente razón: ello terminaría acabando con las discusiones después de los partidos y propiciando que millones de personas pensaran en cosas que no conviene a los poderes establecidos. Más claro agua. Una ley que se ha incumplido en la final.

A mí, conociendo como conozco el fútbol, el comportamiento de Materazzi me produce tanta náusea como entiendo que es algo que sucede en los campos desde que el deporte rey existe. Lo que sigo sin ver claro es la intervención de Medina Cantalejo, llamando la atención del árbitro argentino, Horacio Elizondo, cuando éste ya había consultado con su ayudante y había recibido la respuesta de quien decía no haber visto nada. De hecho, las imágenes de Buffon son claras: con dos gestos lo expresa todo. Se lleva un dedo a un ojo para decirle al linier que él ha visto la agresión y, en seguida, se palmea una parte del rostro para motejarlo de cara dura por no denunciarla.

El tiempo transcurre y cuando parece que todo seguirá igual, llega la intervención del cuarto árbitro. Le ha dado tiempo a ver la escena por el vídeo. Y, tal vez, a otra cosa. El cuarto árbitro es un español cuyo acceso al Mundial ha estado y sigue estando bajo sospecha. Blatter, si se lo propone, también le quitará el Balón de Oro a Zidane. Pero no la honra. Ésta se la ganó con el cabezazo a un italiano tramposo.
 

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