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OPINIÓN - SÁBADO, 15 DE JULIO DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

De la cursilería y de la injuria
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Leo complacida la opinión de mis compañeros de faenas en el proceloso mundo de las columnas de opinión. Sano ejercicio intelectual donde los haya y pequeños retos a batir como cronometrar lo que se tarda en teclear bien seiscientas o bien mil doscientas palabras y aluego, como decimos los paleños en nuestra habla marinera y autóctona, mearnos de risa del que no va en plan presuroso, con las ideas sublevándose ante la lentitud del impacto sobre las teclas. Son inocentes diversiones que denotan espíritus puros y que componen las columnas vertebrales de nuestras peroratas sobre todo lo humano y lo Divino, sin apartar ningún tema por jodedor o intringuloso que resulte, porque en eso consiste practicar nuestras bellas y queridas libertad de opinión, expresión e información, en informar expresando lo que cada quisque lleve en el interior de su sesera y hacerlo estrujándonos a tope las neuronas y revolucionando a nuestros neurotransmisores, de entre ellos me quedo con serotonina y endorfina, son los que dan más marcha.

Me gusta leer a mis colegas del Pueblo, gente del terruño como servidora, pero hay artículos que hacen que me coma y que me enerve, como el reciente de Juan Carlos Trujillo Muñoz donde se confiesa condenado a una multa de 150 euros por una falta de injurias leves a una socialista. Vistas las injurias me parecen puros melindres y si hablamos de “descalificaciones” tendrían que entrar ustedes en los foros de los adolescentes donde no se descalifican, sino que se llegan a entrecruzar, flotando en faltas de ortografía, amenazas terribles que a nadie impresionan en la red, groserías de numerosos kilowatios de las que todos pasamos y opiniones tan atravesadas que, en otro lugar podríamos hablar de sistemática difamación, mientras que, en un foro, el rollo va de trifulcas amistosas entre cibernautas, donde no llega al río la tinta de la impresora en ningún momento, porque hay empatía, porque hay buen rollo y porque se trata de gente sana, sin esqueletos en el armario ni fantasmas particulares, sin traumas y sin problemas de autoestima.

Para dar caña en un foro hay que estar mentalmente sano como un melocotón de Periana y no arrastrar demonios y antes que nada, nunca jamás, dramatizar y en este caso de Trujillo y su supuesta injuria leve a la socialista, me parece que la dama en cuestión tiene la cualidad de los napolitanos, de crear la tragedia para vivirla, paladearla, disfrutarla, refocilarse en sus agravios y amargarse, con clarísimo riesgo de que se le marquen aún más los surcos nasogenianos y las comisuras. Se lo digo como experta en rellenitos con ziplast que me los pone cada equis años mi colega el doctor Roigé de Marbella de la Molding Clinic que es amigo mío desde que rellenaba en los noventa en un cutrecillo piso de Málaga, cuando la mala leche es directamente proporcional al amargamiento no hay crema de tipo alguno que sea capaz de desmarcar esos oscurecidos nasogenianos ni la dureza del rictus que hace que, la fémina en cuestión, parezca tener cada uno de los años que se reflejan y pregonan en su carnet de identidad.

¡Injurias! Muchas se ven en mi Palo cuando las broncas de corralón llegan al Juzgado y las corraloneras enumerar insultos que harían enloquecer de júbilo al mismísimo Camilo José Cela, gran estudioso de lo grosero y contumaz del idioma y gran defensor de la autenticidad del lenguaje. De hecho, para servidora, toda aquella palabra, sustantivo o calificativo que aparezca reflejada en nuestro hermoso y Real Diccionario de la Lengua, ese término en negro sobre blanco y letra redondilla, merece veneración y respeto, porque es parte de la rama fecunda de nuestro idioma español, ese castellano que emergió glorioso entre Santo Domingo de Silos y San Millán de la Calzada, cunas de un sueño maravilloso que hoy hablamos quinientos millones de criaturas y que nos permite comunicarnos, rezar, perorar, pontificar y utilizar terminos considerados insultantes o de menosprecio por los puristas y por los puretas, calificativos que enriquecen y que son muestras de ingenio, locuacidad y capacidad de invención y encima si definen algo que es verdad, por mucho que menosprecien o ninguneen, el conflicto entre idioma y moral está servido. La moral católica nos obliga a decir la verdad y a no mentir, porque la mentira es un pecado y ¿Qué tipo de Poderoso de la función pública puede obligar a un cristiano a mentir y a pecar?. Juan Carlos Trujillo Muñoz utilizó su libertad de expresión para manifestar una opinión y las opiniones no son punibles, a no ser que se trate de expresar hechos particularmente odiosos como una amenaza terrorista, una apología del mamonéo o una asquerosa tendencia a la pornografía infantil. Esas malsanas tendencias hay que acallarlas porque causan alarma social y a todos perjudican, hieren y afectan. El resto, los rifirrafes de marujonas en los foros, esos son melindres, están las criaturas poniéndose cinturones de bombas para hacerse el harakiri explosivo y los occidentales llevamos nuestra cursilería a dar la correndija a los juzgados para poner “la denuncia”. De hecho, en mi barrio, mis vecinonas, cuando llegan a agarrarse del moño y a arrancarse de los pelos, optan por la correndija y la consiguiente “denunsia” y aluego la denunciante lee y relee el papel en el corralón pa que se empape el personal , pero a partir de un cierto nivel, las peleas de corraloneras a las que soy tan aficionada y con las que me deleito por considerarlas raciales y expresión del sentir popular, a determinados niveles, las denuncias parecen cosa de chivatéo entre bachilleres “Acusica barrabás, en el infierno te verás” Y hay que tener un pésimo sentido del humor, escasa autoestima y ninguna deportividad para pasar de un foro a un juzgado por cuatro palabrejas que, vistas desde el Palo, son un diálogo de cursilones y de pijos y que, encima, la justicia inicie, a instancias de la picajosa denunciante un “laborioso procedimiento con una destacada intervención de la fiscalía” me parece tan excesivo y una manera tal de hacer perder el tiempo a los jueces que no he conocido precedente similar. Cuando en mi barrio se pelean y se insultan de la forma más procaz ni se inician laboriosos procedimientos ni a ninguna de las batalladoras se le ocurre pasar al terreno de los retorcimientos. Todo esto me ha chocado, pues soy alma sencilla y vengo del pueblo ¿No se podía haber limitado la ofendida socialista a contestar a Trujillo diciéndole un “Y tu más, cacho mindundi” O pregonarle un poco con los brazos en jarras, o darle un zamarreoncillo. Confieso que mi barriada es muy popular y nada tiene que ver con las finuras ceutíes, pero toda esta movida me parece más cursi que una pringá con huevo hilado. Juan Carlos: mis manos en tus manos, paga los 150 euros y vente pa Málaga, aquí la babosería no tiene carta de residencia.
 

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