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CULTURA - DOMINGO, 16 DE JULIO DE 2006


miguel campello. reduan.

entrevista / elbicho
 

ElBicho: “Si no hay espacio
también me muevo”

El ecléctico grupo hace memoria desde
uno de sus primeros conciertos en una
feria anual de Caza frente a dos buhos
reales. El tercer disco, con calma
 

CEUTA
Elsa Cabria y Raúl Mariscal
elsacabria@elpueblodeceuta.com

Nada fácil fueron los inicios de este grupo que tocaba en las calles de Lavapiés, el Rastro y la Plaza Mayor de Madrid mientras repartían octavillas a los transeuntes donde indicaban la siguiente sala en la que actuarían. Y casi sin maqueta y gracias a su insuperable directo, internet y el boca a boca hicieron que en junio de 2003 pudieran tener su primer disco en circulación. Aunque sus directos no alcanzan la calidad musical de sus grabaciones, el repertorio del grupo se extiende durante el concierto gracias a la puesta en escena, que raya la performance. Miguel Campello no sólo canta, sino que es capaz de bailar con una falda escocesa, brincar sobre unas botas con tacos de aluminio, desnudarse, hacer piruetas circenses o sembrar el escenario de muñecas despelucadas. Esperemos que “este grupo de ningún andaluz” no tarde mucho en volver a visitar el Norte de África.

ElBicho es un grupo de minorías absolutas a los que se debe entender dentro y fuera del escenario, tarea que a veces no es nada fácil. Gente que no se rige por los esquemas del resto, sino por los suyos propios, (los que los siete marcan). Cuando Miguel Campello se arranca con esa bonita canción de ‘Patio Triana’ o cuando se acuerda de su ‘Mama Dolores’, suenan los sones del saxo de José Luis Alabadí, los acordes de la guitarra de Víctor Iniesta, el ritmo de la batería de Toni Mangas y la percusión de David Cobo. Todos juntos integran la banda que ha tomado Elbicho como nombre de guerra. Un conjunto tan peculiar que no pudo conceder una entrevista antes de las tres de la madrugada.

A esa intempestiva hora se encontraban varios pacientes periodistas junto a Miguel Campello, la voz cantante y circense, y Víctor Iniesta, la guitarra incansable, en un cubículo de apenas 10 metros cuadrados en el que los restos de comida y bebida de la cena se mezclaban en una situación surrealista. Tanto que Miguel admitió que le gustaba ‘Camela’ y confesó que no le importaría tocar con ellos mientras Iniesta tarareaba un clásico del trío(“Yo tengo que decirle de esa manera”).

El humo del tabaco se reliaba con la mirada de algunas jóvenes admiradoras que esperaban ese ansiado autógrafo mientras se prestaban atentas a las palabras de Miguel y Víctor: “nos da igual donde tocar, desde donde llaman nosotros vamos, estamos para servir con nuestra música a la gente”, respondía Campello ante el porqué de su extraña gira que los ha llevado desde una pequeña sala de Berlín donde ofrecieron un espontáneo acústico ante unas 100 personas, hasta un festival de música en el precioso pueblo marroquí de Chaouen, pasando por la puerta de África.

Otro de los aspectos que llama la atención de este grupo de dos madrileños y cinco alicantinos son sus espectaculares puestas en escena a las que el público no está acostumbrado, porque la ausencia de pausas durante la actuación, a la que se suma la falta de un hilo musical a la que el oyente está acostumbrado, crea multitud de sensaciones contrariadas entre los espectadores: “un concierto es el cúmulo de las sensaciones vividas entre los siete durante todo el día. No sobreactuamos, damos lo que nos pide el cuerpo y estamos abiertos a lo que demande el público. Es un directo muy sincero”. Y lo demostraron en Ceuta, pidieron el calor del público, aunque, en algunos momentos, no fue posible.

Una trayectoria que arranca, en uno de sus primeros conciertos en una feria anual de caza. “Sólo nos esperaban dos buhos reales, la gente se quedó bien atrás; cenando”. Un vista al pasado que define su complejo camino. Desde Madrid a Berlín, de Cazalla a Ceuta, de aquí a Marruecos. “En el fondo, te da lo mismo dónde estás; la música no tiene fronteras”, apuntaba Iniesta.

¿Lo más importante?, un habitual “disfrutar”. Gente que no ve el mundo con forma de tarjeta de crédito. “Pasamos de hacer las cosas por dinero, hay muchas otras cosas para hacer sólo por dinero”. Para Campello está claro: no es cuestión de idealismos. “Somos realistas, hay que percibir lo que hay, quiénes somos y ante quién tocamos”. Agua.

La ironía, su seña de identidad. ¿Si las masas en los conciertos son importantes?, “siempre con jamón y queso”. Risas y vuelta a empezar. La trascendencia de las multitudes radica en la energía que les aportan. “Seguimos alucinando cuando tocamos ante miles de personas”. Lo que tienen en la cabeza es no perder el norte más allá de su propia decisión: “ser nosotros mismos es lo que mantiene viva la llama de la creatividad“ y así esperan mantenerse en su próximo disco del que, “como nos suele pasar”, aún no lo tienen muy pensado porque es algo que “sale de dentro”, que “no puede adelantarse sin más”.

Siete personas hechas en base a un producto interior bruto que no sale al escenario, salta por detonación. Y es que Campello es flexible: “si no hay espacio, también me muevo”. Frases entrecortadas hasta casi las 4 de la mañana. Fuera del cubículo, el ancho y largo continente africano. Por allí también andaba un paquistaní.
 

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