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OPINIÓN - DOMINGO, 16 DE JULIO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Aniversario
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Nació la Peña del ladrillo con el buen bajío que necesita todo nacimiento para tener larga vida y que ésta sea motivo de aglutinación de gentes a las cuales no se les pida que se esfuercen en aparentar lo que no son ni lo que jamás serán. Y hubo suerte: puesto que sus primeros participantes entendieron a las primeras de cambio que se les presentaba una oportunidad única de hacer del aperitivo un momento de disfrute y una forma de comprender que hablando se obtienen más beneficios que huyendo de las tertulias por causas injustificadas o por miedo a significarse.

Nuestro presidente, el hombre que con su forma de ser fue capaz de atraer al personal que cada día tiene una cita en la Tasca de Pedro, es Andrés Domínguez. Un Andrés, decano de la prensa ceutí, que supo ver en Elena Sánchez valores suficientes para convertirla, con su aquiescencia, en la presidenta de honor de una peña que gana muchos enteros gracias a la protección que le dispensa el propietario del establecimiento donde tiene su sede.

La peña necesitaba celebrar una comida en su aniversario. Y allá que Francisco Navas, Javier Arnáiz, Cristóbal Chaves y su hijo, Desiderio Morga, José Pedro y el hijo de Andrés, quisieron presentarla en sociedad. Y las presentaciones carecen de gracia si no se hacen alrededor de una buena comida. De manera que Pedro, el propietario del restaurante, nos animó a celebrarla. Y el acierto fue total.

Junto a los componentes de la Peña del ladrillo se sentaron quienes deseaban conocer las razones por las que disfrutamos tanto reuniéndonos cada día a partir de un poco más allá de la hora vaga de mediodía y nos separamos cuando la tarde empieza a cobrar cuerpo. Y bien pronto comprendieron que entre nosotros existe la empatía necesaria como para, siendo casi todos muy diferentes en el pensar y decir, hacer de la conversación un modo de sentirnos cada vez más cerca y, sobre todo, estar dispuestos a ayudarnos en cuanto la ocasión lo requiera. Una actitud no acordada, desde luego, pero que damos por implícita.

Con semejante bagaje, no moco de pavo en los tiempos que corren, el viernes disfrutamos los contertulios de la peña con todas las personas que quisieron unirse a nuestra fiesta de cumpleaño. Y la alegría generalizada reinó durante las tres horas largas que nos sirvieron para dar rienda suelta a nuestra necesidad de comunicarnos, de manera desenfada y procurando por todos los medios que nuestro encuentro sirviera para aprovecharnos de lo mejor que tiene la interacción entre humanos.

Ni que decir tiene que comimos y bebimos ambrosía, y siendo así, todos los comensales no vinimos arriba y sacamos lo mejor de nuestros adentros. El momento crucial llegó cuando el presidente de la peña, mi amigo Andrés Domínguez, recordó a Elena Sánchez: la señora aragonesa que no pudo participar en una comida a la que ella le hubiera dado ese tono de señorío tan suyo.

Con semejante acto, entrañable, sencillo y necesario, la Peña del ladrillo ha tomado la alternativa y se perfila como una tertulia donde poder refugiarse para eludir, aunque sea de forma momentánea, los rigores de un modo de vida que a veces nos condiciona y nos hace comportarnos de manera bien distinta a como deseamos.

Conviene decir que en ella no se exige historial de nada ni se le pregunta a nadie el porqué de su forma de ser. Lo único que deseamos es que los recién llegados hablen de lo que deseen, opinen de lo que quieran, y argumenten las cosas serias que tengan a bien exponer. El viernes, cumplido el primer año de la Peña del ladrillo, se demostró que era necesario celebrarlo y a ser posible hacerlo de la manera que lo hicimos nosotros: en la Tasca de Pedro.
 

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