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OPINIÓN - DOMINGO, 30 DE JULIO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

La boda sigue coleando
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Decíamos aquí el sábado, que tanto Rodrigo Rato como Alberto Ruiz-Gallardón son dos políticos que han entendido perfectamente de qué manera han de comportarse para conseguir que muy pronto José Luis Rodríguez Zapatero sea conocido por ser un ex presidente dedicado, en cuerpo y alma, a ser consejero de esa cosa que se han inventado los políticos para que los ex presidentes no se aburran y les dé por andar continuamente poniéndole zancadillas al inquilino de la Moncloa.

Pues bien visto, no todos los ex presidentes pueden terminar gozando de las amistades de los ricos y ganando dineros a espuertas por haber decidido, en su justo momento, que ponerse a la diestra de Bush podría ser contraproducente para su partido pero nunca para sus intereses particulares. En ese aspecto, nadie puede negarle a Aznar que miró hacia un horizonte lejano donde acabaría por codearse con los magnates de todo lo que produzca pasta gansa y, por tanto, poder a raudales.

Un conportamiento, digan lo que digan los admiradores de Aznar, que en su día no supieron digerir ni Rato ni Ruiz-Gallardón. Y que desde entonces tratan, cada uno a su manera, de ir perfilándose como candidatos que están mucho más en la línea de lo que quiere esa mayoría de españoles que sigue dándole más de tres puntos de ventaja al PSOE, según la reciente encuesta del CIS.

El último enfrentamiento que se está produciendo en el PP es como consecuencia de que los homosexuales de su partido han empezado a querer casarse y, lógicamente, los hay que quieren hacerlo a lo grande. O sea que la ceremonia cuente con un oficiante de la categoría del alcalde de Madrid. Algo que han conseguido José y Manuel, que por lo que deduzco no deben ser unos pelagatos en Génova.

Y allá que ha saltado como un resorte el diputado del PP y secretario general del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados, Jorge Fernández Díaz, acusando de “desleal” al alcalde de Madrid por haberse éste comprometido a casar a los ilusionados novios. Y lo hace aclarando que el PP votó en el Parlamento en contra de la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo y recuerda que esa ley está recurrida por creer que es anticonstitucional. A mí me da en las pituitarias, créanme, que el diputado Fernández lo que siente es cierto vértigo cada vez que le toca mirar a Ruiz-Gallardón y se percata de que nunca podrá llegarle a la altura de los zapatos. ¿O acaso no cae en la cuenta del enorme favor que el alcalde madrileño le está haciendo a su partido para que mucha gente no huya despavorida al comprobar que muchos de sus dirigentes viven anclados en un tiempo perdido y que nunca volverá?

La ley está ahí, y mientras no sea derogada, si es que así sucede, los políticos han de ser respetuosos con ella y luego, si son tan católicos como proclama el tal Fernández, que acudan rápidamente al primer confesionario que encuentren más a mano para confesar su acción como no ha mucho se confesaban los despendolamientos sexuales o el darle matarile al prójimo.

El problema que está afrontando Ruiz-Gallardón, nunca mejor dicho con gallardía, me invita a pensar que hace ya un tiempo le preguntaron a Vivas si se atrevería a casar a una pareja de homosexuales, a pesar de lo mal que estaba visto en el PP. Y el presidente no dudó en responder que él, si la ocasión se presentaba, no tendría la menor duda en cumplir con lo estipulado por la ley. Pero esas declaraciones, con la que se ha armado en su partido, y después de ir el presidente a Valencia cuando lo de Benedicto XVI, me parece que ya las habrá borrado de su memoria.

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