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OPINIÓN - MARTES, 6 DE JUNIO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Catastrofismo interesado
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Días atrás vi el Debate del Estado de la Nación, en la parte que suponía más atractiva: las disputas entre el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición. Y lo hice pensando que tenía una nueva oportunidad de recrearme en la oratoria de Mariano Rajoy. Cuyo verbo en la tribuna del Congreso suele alcanzar momentos brillantes y se convierte en lo que Ortega llamaba un tenor, pero cubriéndose las espaldas con colmillos de jabalí prestos a darle las dentelladas precisas a ZP.

Más no sé por qué causa me encontré con un Rajoy apagado, dubitativo y, sobre todo, carente de esa lucidez parlamentaria que ha derrochado en otras ocasiones y que a mí me ha encandilado. Cierto es que en su primera intervención, cuando la tarde invitaba a la siesta, noté lo mucho que le costaba hablar con fluidez. Es decir, que se atrancaba a cada paso. Y lo achaqué, inmediatamente, a que estaba repitiendo la comida que, a buen seguro, no habría sido ni frugal ni adecuada. Y es que don Mariano ha ganado fama de ser un comilón a quien hay que atar en corto, en situaciones así.

Muy mal estuvo el jefe de la oposición. Lo cual le permitió a ZP salir más vivo que nunca de un debate que estaba hecho a la medida para que su oponente le hubiera zurrado la badana hasta sacarle del hemiciclo con las orejas agachadas y sumido en un estado de preocupación enorme.

Pero, y contra pronóstico, quien estuvo mejor que nunca fue el presidente del Gobierno. Y ello produjo el consiguiente abatimiento entre las filas populares. Aunque semejante desánimo dio paso, con gran celeridad, a un ataque sistemático contra el ganador del debate. Un necio, dicen, que está poniendo a España al borde de la ruptura y que se ha echado en los brazos de ETA para acabar con el PP.

Incluso hemos asistido, en estos días, a un cambio radical en el tratamiento que venía recibiendo el juez Grande Marlaska por no haber enviado a la cárcel a los elementos principales de Batasuna. Antes un magistrado tan celebrado y ahora acusado de haberse amoldado a “la realidad social del momento”. Y muy pronto lo tacharán de haber contribuido a la quiebra del imperio de la ley.

Lo cual es una postura que, de no ser porque está en juego el que unos terroristas no maten nunca más, sería motivo suficiente para dudar de la buena fe de quienes están dando muestras inequívocas de querer enfrentar a los españoles en una contienda donde los odios vuelvan a reverdecer y se haga realidad una estructura social proclive a dirimir las diferencias con las armas en las manos.

Me decía Fernando Savater, durante una conversación en el hotel Tryp, meses atrás, que el nacionalismo es una enfermedad (mental y moral). Y como otras enfermedades, puede ser grave o leve, incluso puede curarse, en algunos casos...

A mí me parece que ZP tiene todo el derecho del mundo a creer que él puede ser el sanador de esos enfermos en la misma medida que, en su día, González y Aznar intentaron pasar a la historia como galenos que devolvieron a esos vascos, obsesionados con destrozar nucas contrarias a sus delirios de pasado singular, a un estado de cordura. Y si falla en el intento, tiempo habrá de hacerle pagar en las urnas sus errores y sus prisas. Todo antes que decirle a los españoles que la nación está en peligro de perecer, que la degeneración de la especie ha empezado, y que sobre nosotros se ciernen innumerables tragedias.

Menos mal que entre la desgracia de Rocío Jurado, las actuaciones de Nadal, y el Mundial de Alemania, el catastrofismo interesado de Jiménez Losantos se lo pasan los españoles por las partes húmedas. Pues si no, este tío es muy capaz de lanzarnos a las calles con bayonetas.
 

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