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OPINIÓN - VIERNES, 9 DE JUNIO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

La alacena de la memoria
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El ex asesor de Urbanismo del Ayuntamiento de Marbella, José Antonio Roca, le ha dicho a un juez que Jesús Gil era quien daba el visto bueno a las licencialas que se concedían para construir de manera ilegal. Roca, echándole la culpa al muerto de turno, algo tan socorrido como vulgar, ha vuelto a demostrar que su mal gusto no estaba reflejado solamente en tener taxidermisados todos los trofeos logrados en su vida en el continente africano, con dinero procedente del trinconeo a gran escala.

Oír el nombre de Jesús Gil y abrírseme de par en par la alacena de la memoria, donde permanecen situados, en sus respectivos anaqueles, los recuerdos de momentos en que yo estuve muy cerca del dueño de Imperioso, fue algo de una rapidez inusitada. Conocí a Jesús Gil, en los llamados felices sesenta, en Casa El Bibi: un bar situado en un callejón cercano a la calle de Echegaray, frecuentado por boxeadores, toreros y futbolistas. Las paredes del local, donde tres personas reunidas formaban ya multitud, estaban repletas de fotografías con el propietario; un tipo que se codeaba con todas las figuras del momento. No hace falta decir que el día en el cual apareció Gil quienes estábamos en la barra tuvimos que salirnos a la calle. Pues él se bastaba y se sobraba ya para ocupar los espacios destinados a dar cabida a tres cuerpos normales.

Se mostró Jesús simpático, fanfarrón y muy presto a invitar a quienes nos encontrábamos charlando con El Bibi: madrileño, castizo y capaz de venderle una burra desdentada por el precio de la mejor a un tratante de ganado. Estaba Jesús comenzando a hacer los madriles, y hasta creo que llegó a soñar con iniciar una carrera en los cuadrilateros. A partir de entonces, lo hallé varias veces por el Bar Club y por el Rocío: un local donde daba gusto tomar el aperitivo oyendo conversar a Murube: el hermano de Alfonso, y presto siempre a recomendar buenos futbolistas para el Ceuta de entonces.

Pasaron los años y un buen día, siendo yo director de la Escuela de Fútbol y supervisor del IMD, recibí el encargo de hacer una plantilla, de prisa y corriendo, para que la ADC pudiera afrontar una temporada de manera más que digna. Y allá que hube de presentarme en el estadio Vicente Calderón para que Jesús Gil, recién elegido presidente, firmase la cesión de Miguel Ángel, jugador que nos interesaba. Jesús me hizo pasar a su despacho y me presentó a Menotti, quien paseaba por los pasillos del estadio con el torso desnudo y luciendo palmito ante los empleados de las oficinas que estaban cercanas a los vestuarios. Horas después, coincidimos en el aeropuerto de Barajas a la hora de embarcar en el avión con destino a Málaga y Jesús no dudó en llamar mi atención y me pidió que me sentara a su vera. Pues en su despacho le había hablado de cuando nos veíamos por Casa El Bibi y sitios adyacentes. Me invitó a quedarme en Marbella, para asistir a la fiesta donde los futbolistas iban a estrenar uniforme. Y le dije que no podía. Luego, durante un Atlético- Barcelona, donde Koeman se lesionó gravemente, me atendió en su despacho, teniendo como testigo a su esposa. Estaba eufórico por la victoria de su equipo. Y me preguntó cómo marchaba la escuela de fútbol. Mi respuesta no se hizo esperar: Mira, Jesús, allí me he encontrado con que el concejal de Deportes y el presidente de la Federación de Fútbol se llevan a matar. Y, por tanto, el segundo boicotea todo cuanto estamos tratando de hacer. Y también debo decirte que he descubierto irregularidades en el IMD. Y las he denunciado.

-¿Y?

-Que he renunciado a mi empleo.

¿Verdad Juan Vivas que ese gesto no está al alcance de muchas personas?
 

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