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OPINIÓN - SÁBADO, 10 DE JUNIO DE 2006

 
OPINIÓN / EL MAESTRO

¡Adiós a la escritura a mano!

Por Andrés Gómez Fernández


El desarrollo de la primera civilización urbana tuvo lugar al Sur de Mesopotamia hacia el años 3.300 a.C., en una región llamada Sumeria –hoy Irak, y parte de Irán y Siria-. La escritura inventada por los sumerios, denominada cuneiforme, toma su nombre de la forma de cuña que adoptan los rasgos al ser escritos con un cálamo sobre tabillas de arcilla húmeda. El extraordinario invento dio lugar a la aparición de una nueva y respetada clase, los escribas, encargados de redactar leyes y transcribir los textos sagrados.

El uso de las nuevas tecnologías aplicadas a la información y a la comunicación (desde el correo electrónico al sms pasando por la banca virtual) nos están alejando de la tradicional escritura a mano. ¿Estaremos asistiendo a su ocaso?

El Diccionario de la R. Academia de la Lengua redefine la palabra escritura como la “representación por miedo de letras o signos de una idea o concepto”, un proceso mecánico que requiere cierta destreza psicomotirz y que habla mucho del escribano.

En aquella vieja escuela, donde aprendimos a leer, escribir y las cuatro reglas, lo que más importancia tenía para nuestro maestro era la caligrafía y la ortografía. Para la caligrafía nos servían de muestras unas copias elaboradas por el propio maestro, que era un auténtico pendolista. Sobre hojas de dos rayas nos presentaban los modelos reproductores, con texto, generalmente, del “Miranda Podadera”. Diariamente teníamos que reproducir una copia, siendo el número de ellas en cantidades tales, que, difícilmente, se producían repeticiones, debido a que continuamente el maestro estaba en plena producción.

Con el paso del tiempo, después de algunas generaciones, todos los alumnos, en el modelo caligráfico éramos clones. Quizás el sistema tuviera la dificultad de anular nuestra personalidad.

Para la ortografía solamente existía el método de repetición, siempre apoyado por el ya mencionado “Miranda Podadera”, que sería conveniente que un ejemplar del mismo estuviera siempre a nuestra disposición.

La escritura-caligrafía-ortografía se realizaba siempre a tinta, para lo cual los tinteros de plomo, se insertaban en aquellos pupitres bipersonales. En principio la pluma, de marca “La Corona”, se acoplaba a un rústico palillero, que finalizaba con un “dispositivo” de chapa, para insertar la pluma. Posteriormente aparecieron unos palilleros más sofisticados, con “dispositivo” interno, no visible, y fácil y seguro acoplamiento de la pluma, que después de cierto tiempo, aparecieron otras marcas.

Los textos escritos con estas plumas, que con frecuencia teníamos que reponer la tinta, presentaban irregularidades en cuanto se refería a la tonalidad de la tinta, ya que si no se tenía mucha práctica y no se “sincoronizaban” las reposiciones o “mojadas” de la pluma, se incurría en las irregularidades referidas: un grave problema se podía presentar si también, por un movimiento inadecuado del palillero, con una sobrecarga excesiva de la pluma se producía un borrón. ¿Qué hacer cuando nuestra copia estaba casi finalizada?. Eliminar el borrón era una tarea llena de dificultades. Había que esperar que el borrón se secara, de manera natural, o, bien, “inyectando” un poco de aire seco, ¡mucho cuidado, con que no fuese acompañado de algunas partículas de saliva, porque entonces el remedio era peor que la enfermedad! También con sumo cuidado se recurría a un trozo de papel secante o tiza. Después, hábilmente, con una hoja de afeitar se procedía a eliminar el borrón, ya seco; pero al volver a reproducir la parte del borrón, no quedaba bien, por lo que lo más aconsejable era volver a repetir la copia.

Como existían, sólo para economías muy saneadas las plumas estilográficas, los que las utilizaban no tenía que pasar por esos “calvarios”. Muchos después de dejar nosotros la escuela apareció el bolígrafo, que fue muy bien recibido por los venturosos alumnos.

Conviene no olvidar que enseñando a leer escribiendo, esto es, simultaneando ambas enseñanzas, el niño se identifica de tal modo con los caracteres manuscritos, que, lógicamente, prefiera su lectura a la de los de moldes, apoyándose en el principio pedagógico, elevado a la categoría de axioma esta verdad incontrovertible:”Sólo se aprende bien lo que se hace”. Con la máquina de escribir queda muy reducida la escritura a mano. Proliferaron las academias para aprender a escribir a máquina. En la actualidad, las academias han desaparecido. Ya no se escribe a máquina. La aparición del ordenador las ha arrinconado, por lo que han pasado a ser una pieza de museo.

Preocupa a todos, la actual simplificación del lenguaje de los mensajes de los móviles o los chats. La comunicación de ideas básicas y la rapidez con la que se lleva a cabo en esos medios no permite un discurso elaborado y complejo que analice y enriquezca la propia realidad. No cabe duda que los sms son un signo de identidad de la juventud actual, y la víctima inocente en quien recaen la consecuencia de su rebeldía no es otra que la ortografía, siendo lo lamentable que a veces esas faltas de ortografía se comenten por desconocimiento de la grafía correcta.

Pero, ¿qué será de la Grafología? ¿Estará también en vías de desaparición? Su función sigue siendo muy solicitada para elaboración de peritajes en los tribunales; diagnóstico de una enfermedad; proceso de selección de empresas. De un aspirante, lo más revelador es su grado de honestidad. Pero, si dejamos de escribir a mano…

Y a fuerza de escribir poco, la letra a mano de los alumnos es cada vez más infantilizada y rudimentaria. Antes, los mayores tenían una caligrafía más clara y armoniosa. Hay mayoría de padres que afirman que sus hijos escriben peor que ellos. Y es verdad.

Pero no hay mal que por bien no venga: ante el deterioro de la caligrafía, tanto padres como profesores han vuelto a reclamar los famosos Cuadernillos Rubio de Caligrafía. Claro que es notable la bajada en venta de la empresa que los imprimía: en los años 80 llegó a vender catorce millones de ejemplares; en la actualidad sólo se venden cuatro millones. Significativo.

Para el profesor José Luis Corral, el hecho de que cada vez se utilice menos la escritura a mano no significa necesariamente que vaya a desparecer. “Siempre habrá quien prefiera escribir una carta de amor con una pluma estilográfica o con un bolígrafo”. Y añade: “Lo importante es el pensamiento que se plasma en un soporte que permite fijarlo en el tiempo y en el espacio. En cualquier caso, el instrumento que se utilice no afecta la calidad literaria, y la prueba es que desde los romanos hasta hoy han existido buenos y malos escritores”.
 

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