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OPINIÓN - MARTES, 13 DE JUNIO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los pantalones de Nadal
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Escribo en una mañana de lunes, que ha amanecido con un cielo nublado de panza de burro y donde el viento de levante está soplando moderadamente, aunque se le ve dispuesto a cabrearse ante el menor contratiempo. Así que ya pueden preocuparse todos aquellos que se han ido a la península para disfrutar de un nuevo puente. Y harían muy bien teniendo la biodramina a mano. Pastillas para combatir el mareo por parte de quienes viajan y Espidifen para cuantos hemos venido viendo todas las actuaciones de Rafael Nadal, en Roland Garros. Sobre todo para quienes, como a servidor, el seguir con atención el movimiento de la pelota les produce tortícolis.

Pero ha merecido la pena echar mano del analgésico con tal de ser testigo de un nuevo triunfo sonado de un chaval de Manacor, que sigue sin perder ese tic nervioso que le hace tirarse del pantalón cuando éste se le mete en la raja del culo. Un movimiento al que dediqué comentario cuando Nadal ganó su primer Roland Garros. Aunque desconocía, pues mi capacidad de observación no llega hasta ese extremo, que semejante costumbre es signo evidente de que el tenista está en el camino adecuado para zurrarle la badana a su oponente.

Así lo piensa y lo escribe Juan Manuel de Prada, escritor de renombre y articulista de ABC: “A mitad del segundo set, Nadal empezó a sacarse el pantalón de la raja del culo. Es la señal que lo delata cuando empieza a olfatear la posibilidad del triunfo”.

Pues bien, tomen nota de este dato y sabrán ya a qué atenerse en relación con un gesto que a mí me parecía que debía estar en la lista de los llamados a desaparecer del repertorio menos adecuado que exhibe en la pista el gran campeón español.

Mas ahora, tras descubrirnos De Prada que ese toque que se da Nadal, entre saque y saque, donde las nalgas se hacen hendidura, es un toque excelente; más o menos es lo más parecido a ese placer del deportista que se relame de gusto al estar convencido de que ha llegado el momento de acabar con el adversario. Y, claro, me rindo al poder de atención que ha tenido que desarrollar el articulista hasta tener la certeza de que semejante acción es sinónimo de victoria.

Eso sí, yo creo que De Prada tendría que no haber aireado ese misterio, porque, dado los innumerables lectores con que cuenta éste, seguro que a partir de ahora cuando Nadal comience su rito, es decir, empiece a manosear su pantalón, el partido irá decreciendo en interés. Ya que todos sabrán que ni siquiera Roger Federer, un suizo que juega al tenis con la precisión de un reloj de su tierra, podrá evitar ya la irremediable derrota.

Por tal motivo, y por mi deseo de llevarle la contraria al autor “De la vida imposible” o “Las máscaras del héroe”, creo que Nadal se tocó el culo, en esta ocasión, como dedicatoria a los muchos franceses que estuvieron todo el tiempo tratando de ponerle nervioso y disfrutando con el primer set donde Federer le daba una paliza al español. Y gozaron de lo lindo con lo que les parecía que era el principio de una derrota que el mallorquín merecía a fin de bajarle los humos.

Cierto que la forma usada por nuestro campeón carecía de la sutileza con que fue construido el ataque de Ronaldo a unas palabras desgraciadas del presidente brasileño, Lula, contra el jugador. Pero, de vez en cuando, conviene recordarle a los gabachos, aunque sea echando mano de gestos ordinarios, que si no quieren sufrir viendo ganar a los tenistas españoles en su mítica pista de Roland Garros, que la siembren de yerba, y sanseacabó. Y si no lo hacen, pues ganas no les faltarán, es porque entonces el torneo se convertiría en un remedo del gran Wimbledon. Y para los chauvinistas, miren ustedes, ese mal trago no es posible.
 

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