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OPINIÓN - DOMINGO, 18 DE JUNIO DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Mártires en miniatura
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Parece imposible y parece increíble. Precisamente “ahora” en la época de los profesionales de la buena conciencia y de la moral melindrosa onegetista, tan pamplinera y tan hipocritona “hoy” es cuando existen más casos de niños maltratados. Tantos, que son noticia de telediario y tan cruelmente que parece puro sadismo, cosa de alimañas, de una brutalidad extrema e inaceptable.

El tema me toca, porque lo he vivido como abogado y se como funcionan las instituciones, absolutamente desbordadas y desarmadas ante el incremento de la violencia contra los pequeñajos. Existen factores de riesgo, como la marginalidad extrema, pero tampoco se puede poner a un asistente social por familia y los delitos en el ámbito familiar son muy oscuros, muy opacos, muy de enterarse los ajenos por pura casualidad. Los maestros ante el niño triste que se cae demasiado a menudo como para ser normal, los médicos ante síntomas equívocos o inequívocos y los vecinos, que observan, hablan, murmuran y a veces denuncian.

Yo, hace no mucho viví un caso flagrante y sangrante, lo viví en primera persona porque me llamaron para defender a una ucraniana a la que llamaré Luba, para salvaguardar su identidad. La mujer ejercía la prostitución y se anunciaba en los periódicos malagueños con anuncios tipo “Nórdinas calientes” o “Conejitos picantes” y el número de teléfono. El problema residía en que, mi clienta tenía un niño de seis años, el pequeño Boris y ejercía sus menesteres en su propio domicilio así que, cuando llegaba el cliente rijoso echaba al niño a la calle, a una plazoletilla fuengiroleña debajo de la casa, donde se reunían los grifotas, los canuteros y los del botellón. El niño bajaba con los de la plaza y a los tiparracos les daba lástima, inexorablemente acababan por compadecerse y darle de cenar, patatas fritas o ganchitos y más de una madrugada sorprendió a Boris dormido en los brazos de un camello hasta que, el cliente salía de la casa y el individuo le despabilaba “Anda chiquitillo, sube pa tu casa” El problema es que Luba, amén de puta, era borracha y cuando cogía una de sus cogorzas del espantoso champán ruso acaramelado y repugnante, entonces no abría la puerta y el niño dormía acurrucado en el felpudo.

Hasta que las vecinas denunciaron y llegó la policía y encontraron a la julandrona con el querido que era traficante y al niño durmiendo en las escaleras y a ella la metieron en la cárcel por abandono de un menor. Poco tiempo, el suficiente como para que la Junta asumiera la tutela de Boris y le llevara a un centro, porque el niño estaba sin escolarizar, desnutrido y lleno de magulladuras por las palizas. No crean, la julandrona quería recuperar a su retoño y yo la disuadía “Mira Luba, te ahorras el colegio y te puedes emborrachar a diario, si te llevas al niño te volverán a denunciar y vas a ir seis años a la cárcel” Yo exageraba, pero aquí primaba el interés del menor, por más que el querido que era libanés, ofreciera amablemente llevarse al pequeño al Líbano y dejarle allí, rubito y como un caramelo a la puerta de un colegio.

Mala cosa los temas de menores acogidos, pésima cosa las familias a las que se retira la tutela y se obcecan en recuperar a unos hijos que no son capaces de amar y educar, pero que consideran “suyos” cuando los niños no son de nadie y son de todos, pero nunca son objetos que se puedan poseer por parte de quienes no lo merecen. Si el buen Dios reparara el entuerto , debería exigirse un permiso para concebir infinitamente más dificultoso del permiso para conducir. El planeta medio despoblado, pero los que estuvieran estarían bien porque nacerían de los padres adecuados, el problema es que cualquiera puede parir y lo de la paternidad responsable es tema de auténticas minorías super culturizadas, el resto va al voleo, a lo bestia y pasa lo que pasa y estamos como estamos y nos va como nos va.

Es también cuestión cultural, nunca he visto tratar tan cruelmente a los niños como lo hacen los rumanos, sin embargo los gitanos españoles, mis primos calorros, se parten el culo por la prole y quieren mucho a los niños, igual que los moros, que son buenos padres por naturaleza, algunos europeos son tremendamente distantes y negligentes y los asiáticos son duros. Eso si, todos los países han suscrito convenios y protocolos sobre Derechos del Niño que, en el tercer Mundo y en el Cuarto Mundo, se pasan mayoritariamente por la ingle, porque el peor enemigo de la infancia es la miseria cultural y moral.

¿Qué que fue del pequeño Boris? Que está con una familia de acogida, cinco kilos más gordo e infinitamente más feliz, encima habla en malagueño y la Junta ha luchado encarnizadamente por defenderle cuando se llevaron a su madre extraditada a su país y el niño se quedó aquí. “Entonces” los miserables de su embajada cayeron en la cuenta de que tenían a un pequeño nacional acogido en Andalucía y le reclamaron para llevarle a un siniestro orfanato de su país de origen, a sufrir y a penar. De eso nada monada, contestaron en la Junta y no entregan al niño. Hay para la infancia una justicia universal y una serie de mandamientos del niño.

Recuerdo cuando llevé a los míos a un curso de control mental y allí los chipulos nos recitaban a los padres sus reivindicaciones y, esa especie de poema especial colectivo acababa diciendo “Y quiéreme y, lo que es más importante, dímelo”. Violencia contra los niños, endurecimiento de las penas, retirada de la patria potestad y un sistema de vigilancia que haga que, si existimos cuarenta millones de españoles, existan ochenta millones de ojos observando, capaces de reaccionar y denunciar.
 

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