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OPINIÓN - MARTES, 20 DE JUNIO DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Sagradas libertades
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Hace ya pechá de años yo fui una de las españolas-es que voté llena de ilusión una Constitución que reconocía derechos y libertades y que fue redactada por expertos juristas entre ellos mi admirado Manuel Fraga Iribarne “don Manuel”, con quien tantas jornadas de penurias compartí en la primera sede de Alianza Popular, un destartalado y mísero edificio situado perpendicular a la Gran Vía madrileña en la calle Silva nº23, nada que ver con la ostentosa sede actual en Génova 13.

Voté “si” porque comprendí que la evolución era necesaria y que había un anhelo por las libertades ,sobre todo por parte de nosotros, los jóvenes, que habíamos sido ferozmente puteados en las facultades por la temible policía social “los sociales” y que pedíamos a gritos libertad sin ira. Eso si, sin que ellos significara por parte de los míos el tener que hacer una especie de verbena para celebrar el retorno del carnicerito de Paracuellos, Santiago Carrillo, que era una ofensa para la memoria de los cien mil cristianos asesinados, la quema de conventos e iglesias, el patrimonio cultural destruido por los bestias y las checas. Mala cosa las checas, de allí salieron para ser ejecutados la mitad de los jóvenes estudiantes universitarios de derecho de Madrid, entre ellos mi tío Lorenzo Iniesta de veinte años que reposa en algún lugar de Paracuellos, hecho por el que no he de morir sin escupirle en la cara a Don Santiago Carrillo y estarle metiendo collejas hasta que me pida perdón. Me disculpen, yo soy de esa leche y recuerdo las palabras de mi Padre cuando dice “Allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo” Y sé y siento que, dándole de collejas a Carrillo cumpliré mis aspiraciones de vengar a mis cien mil correligionarios muertos y no es que padezca una hemofilia política que me impida curar viejas heridas y que estas sigan sangrando,no. Es cuestión de dignidad. Será que al Rey, la hacienda y la vida se han de dar, pero el honor, es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios.

En una palabra voté aunque, la Constitución siempre me ha parecido cojitranqui, ya que, reconoce muchos derechos, como el de tener acceso a una vivienda digna (se olvida de añadir que siempre que se esté de acuerdo en estar de por vida pagando una hipoteca y empobrecidos por la usura bancaria), como el de libertad de expresión y de opinión, menos en lo relativo a la desintegración de España con el mamarracherío de las naciones que proliferan por doquier y también el periodista especializado en Casas Reales Jaime Peñafiel tiene que ser cauto a la hora de afirmar que, el compañero sentimental de Erika, la hermana pequeña de Leticia Ortiz y que aparece en todas las fotos oficiales en plan cuñadísimo era barrendero del ayuntamiento de Madrid, los Reyes y el Barrendero, parece el título de una opereta, es muy fashion y muy democrático ¿O es que ustedes son unos pijos que tienen algo en contra de los barrenderos? Pues mi padre nunca llegó a tan noble oficio al servicio de las instituciones municipales, sino que hizo el bachillerato estudiando apuntes al tiempo que cuidaba las cabras propias y los guarros de un vecino y le llamaban amablemente “Luisico el cabrero” o “Luisico el guarrero” y no hubo estudiante más aplicado, porque es verdad que, el hambre, agudiza el ingenio.

¿Qué aclare lo de la Constitución cojitranqui? Si. Nuestra carta Magna no reconoce nuestro derecho primordial, esencial y fundamentalísimo, el sagrado derecho de todos los españoles a ser felices. Y la felicidad consiste, según Rojas Marcos en el cumplimiento de las expectativas, por ello no comprendo el estupor de determinados lectores cuando comentan que, servidora “dice lo que piensa” por supuesto ¿Qué quieren ustedes que diga? Mi pensamiento es libre, me lo otorga la Ley, mi opinión es libre, también derecho consagrado y mi expresión es más libre aún, porque me lo permiten la Carta magna, mi editor que es perita y mi director que ha mamado del Humanismo renacentista y lo único que me pide es que use y abuse de nuestro bellísimo idioma español, ese que hablamos cuatrocientos millones de criaturas, ese en el que rezamos, amamos y nos comunicamos con el Universo. Para el tema del idioma Antonio el director es muy pureta, para el resto respeta mis sagradas libertades y entiende, como yo entiendo, que cuando digo que los nacionalistas que quieren desintegrar España son unos mierdas, unos traidorzuelos hediondos y unos mamones, no estoy descalificando, sino calificando con rigor y como cristiana, cumpliendo con mi obligación ética y moral de decir siempre la verdad e intentar vivir santamente la vida ordinaria, que es lo que me ha enseñado mi padre San Josemaría Escrivá.

Nuestra Carta Magna consagra y estimula nuestro derecho a la sinceridad y, entre líneas consagra nuestro derecho a hablar sin miedo a represalias, puteos o venganzas sibilinas. Porque, si sentimos miedo a decir lo que pensamos ¿Dónde están las libertades? Si nos pueden castigar por expresar nuestra opinión ¿Dónde empiezan y acaban los derechos que votamos?.

Solo pido a los gobernantes sinceridad y coherencia, que modifiquen la Constitución para reconocer nuestro sagrado derecho, no solo a ser felices, sino a vivir sin miedo y que, los Poderosos, nos estén más cercanos, les juro que nosotros, el pueblo, somos muy buena gente y no mordemos.
 

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