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OPINIÓN - JUEVES, 22 DE JUNIO DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Asunto encuesta
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Todos sabemos que, las estadísticas, son el arte de mentir con números y las encuestas el arte de manipular opiniones ajenas, también conocemos, por nuestra idiosincrasia ibérica, que lleva como escudo un ikebana español formado por un clavel reventón, un abanico y un polvorón de la marca “Santo Cristo amarrado a la Columna”, conocemos, repito, el significado del término “furia española” que es cosa de cuando, los descendientes de Numancia, nos ponemos levantiscos y revoltosos.

Somos como somos y, en el exterior se nos acusa de fanfarrones, será que no han conocido aún el temporal, la galerna y el maremoto de la llamada “furia farera” que son los ardiles que practican los de la competencia, esos que, precisamente, tienen un mal competir y fabulan fantasiosos y fantasmones con estadísticas imposibles de digerir y encuestas que parecen también las fábulas de Samaniego , tanto por la imaginación calenturienta que le echan al invento como por lo pasadas de fecha y de época, demodé en un cursi galicismo que dirían los semánticos. El faro de las tormentas está en la Costa da Morte y cuentan de él leyendas de naufragios y desaparecidos, pero el de la furia farera quiere entrar con paso firme en el mundo de lo legendario afirmando sin rubor que publica dos mil ejemplares que leen treinta mil personas, en mi barriada diríamos que es un “Güachinton Pó” en versión local y un éxito editorial tan estrepitoso y tan solo equiparable al “Opá ví a jasé un corrá” que canta el Koala, un colega del Rincón de la Victoria que ha puesto de moda el pop manúo.

Los fareros furiosos deberían tomar el “Opá” como himno de batalla, pero en lugar de un corrá, han de decir “Opá vi a jasé un editoriá” y colgar la versión en internet, así puede que llegara a miles de personas, porque en la versión papel convencional llega a dos mil escasas y por costumbre más que por calidad literaria. Es lo mismo que la cerveza San Miguel que hay quien dice que parece meáo de gato con burbuja y sin embargo los ingleses se han acostumbrado a decir “San Miguel”, se lo han aprendido, ha pasado a ser una tradición y descartan otras marcas, no porque sean peores, sino por aquello del derecho consuetudinario y de que, la costumbre, hace leyes.

Ahora que, los tormentosos y furibundos fareros, no de la Costa da Morte sino más cercanos a la Costa das Pateras, no son leídos por treinta mil criaturas más que en el caso de que, en su sede se cometa una especie de asesinato múltiple con ritual satánico, entonces si que saltarían a los medios y a los telediarios porque, desde el Código da Vinci lo esotérico está más de moda que nunca, más que cuando los milenaristas. ¿Qué si son los fareros milenaristas? No.Ni New Age, son más bien de los tiempos del Alcázar y de “El Caso” ¿Recuerdan? Pues si, lo reconozco, lo absolutamente demodé y kistch tiene su encanto, es como llamar a una pastelería una “confitería” y al mostrador de las palomitas del Multicine “el ambigú” o a la cadena de música atronadora “el picú”.

Ellos, la competencia que tan malamente compite y tan poco espíritu de competición en plan olímpico demuestran, son deliciosamente kistch y se han quedado en el túnel del tiempo en cuanto a agilidad dialéctica y lenguaje periodístico. El “Güachinton Pó” no son, pero en mi barriada del Palo, a la vera de los mares, serían muy apreciados en su versión papel para envolver esos churros que aquí se llaman “tejeringos” y que son tan de antes y tan tradicionales que pega farear acogiendo los churros grasientos y luego (o aluego) leer si se puede los sucesos sorteando los manchurrones de aceite.

¿Qué dicen ustedes con esos ojos traicioneros? ¿Qué también sirven las páginas centrales para envolver los chanquetes? Y una poco mierda, ustedes es que van a por ellos, a por los del faro de la Costa dos Pateras, porque servir chanquetitos en los chiringuitos está prohibidísimo por Sanidad y por la Junta, es una conducta claramente delictiva y si encuentran esas páginas de actualidad, torpemente redactadas pero llenas de buena intención conteniendo chanquetes, el tipo delictivo es un grado superior porque supone una complicidad periodística en la venta y comercio de inmaduros. Pezqueñines no, gracias, que el farero mayor de la Autonomía los deje crecer y los envuelva en sus sosos contenidos cuando tengan el tamaño de atunes o por lo menos de boquerones, que aquí en el Palo se llaman “vitorianos” y algunas veces se hacen echándoles un chorro de limón y están de reputa madre, gloria bendita, la bendición de Dios. ¿Qué si estoy hablando de articulismo? ¡Líbreme San Expedito santo patrón de las causas justas y urgentes! La furia farera no produce grandes plumas sino grandísimas plastas, ideales para liar y envolver, precisamente los boqueroncillos, pero no los que son al vinagre, sino los que pregona el pescaéro por las calles paleñas y compramos las marujas que aprovechamos para chafardear un rato y ponernos julandronas y corraloneras.

¿Qué si a las corraloneras nos gustan las estadísticas? La verdad es que nos importan un carajo, las estadísticas, la fanfarronería y la autocomplacencia se nos antoja cosa de mamarracherías (aquí decimos mucho lo de “mamarrasho” así pronunciado) y con las bombas que tiran los fanfarrones, se hacen las gaditanas, tirabuzones, que diría el tanguillo de Cádiz. La furia española es fetén, la farera es fatal, pero ¡criaturitas! Dejarles estar, que lo mismo se creen sus inventos, porque no hay que olvidar que la gente es muy mala y hay mucha envidia en el mundo…¡Que dolor!.
 

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