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OPINIÓN - SÁBADO, 24 DE JUNIO DE 2006

 
OPINIÓN / EL MAESTRO

Educadores naturales

Por Andrés Gómez Fernández


La gravedad de las noticias sobre agresiones dentro y fuera de los colegios, que han aparecido en los medios de comunicación, y la publicación de estudios recientes sobre el problema de la violencia en las aulas, han disparado la alarma en la comunidad educativa, donde algo más de un veinte por ciento de los alumnos de entre 10 y 13 años se sienten maltratados por sus propios compañeros “frecuentemente” o “muy a menudo”, según reciente encuesta. Un problema que preocupa a todos.

Una reciente encueste ofrece datos muy significativos acerca de las precarias condiciones en que ejercen su función los docentes de la ESO y Bachillerato. Los datos sobre el acoso a los profesores confirman una percepción social generalizada: un tercio de los encuestados reconoce haber sido acosado por sus alumnos. Los enseñantes se quejan de la soledad en que deben afrontar la situación, puesto que no reciben apoyo ni de los padres, que tienden a defender a sus hijos o buscar ventajas académicas para ellos, ni de las administraciones públicas.

Otro problema preocupante es el fracaso escolar. Según un informe del Instituto Nacional de Evaluación de la Calidad del Sistema Educativo, los resultados del Informe Pisa serán para España peores que los registrados en 2003. El conocimiento de nuestros estudiantes retrocederá en Matemáticas, Lectura y Ciencias, y nuestro país se situará en los últimos puestos entre países de la OCDE junto con Portugal, Italia o Grecia.

¿Soluciones? Mientras padres y enseñantes sigan estableciendo una relación ambigua, que conduce a situaciones conflictivas, no esperemos el milagro. El proceso educativo exige unos conocimientos determinados, una formación profesional específica y cualificada. Por otra parte es natural y legítimo, y así está legalmente reconocido, que los padres participen en el diseño y en las orientaciones generales de la educación que han de recibir sus hijos. Recordemos que la LODE, en su momento, estableció los mecanismos de participación de los padres en la educación, definió los objetivos y normas de los Consejos Escolares y el papel dinamizador y de control que los padres pueden jugar en ellos. La situación actual puede encontrarse fluctuando entre la frustración de unos y el temor de inferencia de otros. Y eso en un escenario en el que la participación real del colectivo de padres es proporcionalmente muy baja.

Sirva como ejemplo, la asistencia a las entrevistas colectivas con padres, realizadas en los Centros de Primaria, con porcentajes de asistencias bajísimos, donde, en algunos casos no llegan ni a un veinte por ciento. Este tipo de entrevistas está contemplada en el Proyecto Educativo del Centro, y, mediante la debida información, llega a los padres. A veces, la participación de los asistentes es totalmente pasiva, y los temas que más interesan no van en la línea de aquellos que más conviene al grupo, sino que se interesan por cuestiones meramente individuales. Si esto ocurre en Primaria, en Secundaria las cosas van de formas distintas, sin la necesaria coordinación de los centros, y dependiendo de la buena voluntad de los tutores.

¿Por qué las Asociaciones de Padres? ¿Por qué se hace necesaria la colaboración entre la familia y la comunidad educativa? Era un hecho evidente la carencia de una comunicación sistemática entre familia y centro educativo. Antes de la Ley del 70, los contactos eran ocasionales, esporádicos, aislados. Esto llevaba a una especie de desinterés por lo educativo. El acercamiento mutuo se hizo necesario por los condicionamientos sociales en que nos movemos. La necesidad de cooperación llega a estos terrenos educativos, por lo que la comunidad educativa debe estar a todos los estímulos que tantean influencia sobre la educación. Fue la citada Ley de Educación la que hizo posible la deseada colaboración, haciendo que muchos padres se acercaran con curiosidad y con temor, al mundo del centro educativo, sintiéndose miembros activos de la educación de sus hijos, y empiezan a tener vida en muchos colegios los llamados Club de Padres, para convertirse en Asociaciones de Padres, con un compromiso serio con respecto al colegio.

Fui testigo de lo ocurrido en esos primeros momentos, viviendo intensamente la creación de una Asociación de Padres, en un centro ubicado en una populosa barriada, donde los padres se comprometieron aportando una estrecha colaboración. Me consta que para determinadas gestiones, miembros de la Directiva se unían la Dirección del Centro para conseguir mejoras en el edificio escolar. Era la propia Asociación la que organizaba los actos de tipo cultural, artístico, etc. En los momentos actuales, según mis informaciones, hay cierto distanciamiento.

Pero he de mencionar que, la colaboración necesaria para el establecimiento de las Asociaciones de Padres de Alumnos, quedaría en un plano demasiado superficial si no estuviera respaldado por lo que supone de entrega a las familias mediante elementos que contribuyan a su enriquecimiento y formación, para hacerlos capaces de ser, en verdad, educadores naturales en el interior del propio hogar.

Aparecen así, como instrumentos de formación al servicio de la familia, las denominadas Escuelas de Padres. El objetivo de dar formación a los padres ha de tender primariamente, a darles una conciencia respecto al papel que han de desempeñar como educadores naturales y permanentes de los propios hijos.

Una ventaja de este tipo de escuelas es que, la formación dada al adulto en su seno, no lo aparta del núcleo central de sus preocupaciones paternas. El hombre moderno es víctima de muchos mensajes que pretenden hacer de él un adepto, pero consigue sobreponerse y sentir la responsabilidad de su rol. Hoy se plantea con urgencia: definir con precisión la función y los ámbitos de intervención de los padres en la comunidad escolar, más allá de las estrictas cuestiones de representatividad.

Estoy totalmente convencido que los enseñantes pueden incentivar, estimular y orientar esa voluntad de participación de los padres, enseñarles ámbitos y propuestas eficaces y activas de organización que deriven en una auténtica formación continua de los padres.

En este momento en el que arranca el proceso, largo y difícil, de una reforma educativa ambiciosas, (LOE) me parece muy conveniente que padres y educadores empiecen a descubrir que el quimérico objetivo de una escuela de calidad por el que muchos combaten, es el mismo interés particular de cada padre por darle a su hijo la mejor escuela posible. Esta alianza ente padres y enseñantes es condición necesaria para que esa quimera se algún día realidad para todos….
 

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