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OPINIÓN - MARTES, 27 DE JUNIO DE 2006

 
OPINIÓN / EDITORIAL

La responsabilidad o cómo salvar una vida

Cambian las sustancias pero el consumo de drogas ilegales (el tabaco y el alcohol es ya otro cantar) entre los jóvenes prende su raíz. A veces como vía de escape, otras por presión de grupo y el resto, por el desconocimiento de los peligros que conlleva. La recién publicada ‘Encuesta sobre hábitos y abusos de las drogas’ de Ceuta revela porcentajes preocupantes -el mismo adjetivo usado desde el Centro de Atención a la Drogodependencia- sobre la frecuencia de consumo y las edades en las que se inicia. Doce años para las sustancias inhalables o los19 de los alucinógenos. Falta educación; y no para que un hijo no pise con las botas sucias la alfombra de lana de oveja, sino la que se ofrece desde el diálogo con un adolescente, con la explicación de los riesgos que conlleva fumar hachís, las nefastas consecuencias de probar la cocaína o los daños que provoca el consumo de alucinógenos , pastillas y derivados. Todo eso conforma la base de la libertad responsable, de saber decir no ante los amigos o de calibrar si compensa ‘divertirse’ de esa manera los fines de semana. Eso respecto a los jóvenes. Pero la encuesta también habla de consumo de cocaína en el ámbito laboral y del modelo de éxito profesional que la sociedad venera hoy en día: profesionales competentes, activos y sociales. Ceuta sobrepasa la media española en prevalencia de drogas. No sólo la relacionada con el cannabis -sustancia que destapa menos sensación de riesgo entre la población- sino con todas, a excepción de los inhaladores. Buscando la evasión uno se puede meter en un agujero del que es difícil salir si no es con ayuda y tratamiento farmacológico. Y es eso lo que un joven o un adulto ha de tener bien claro: del hedonismo al sufrimiento puede haber un pequeño paso, aunque al final todo quede en la ingesta de pastillas, las que te ‘flipan’ y las que te curan. Responsabilidad es una palabra grande, enorme, un armatoste si se quiere que uno tiene que saber meter en el bolsillo para no quedarse ‘colgado’.
 

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