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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 28 DE JUNIO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

El momento de Vivas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Juan Vivas tendrá que afrontar, dentro de muy poco tiempo, uno de los pasajes más duros de su etapa como presidente. La primera decisión, donde no debería escurrir el bulto, será la de participar activamente en la elección de los candidatos a diputados para las próximas elecciones. A Vivas le corresponde decidir quienes serán las personas que formen parte de ese gobierno que a buen seguro le tocará presidir nuevamente. Es lógico que los nombres de todas ellas vayan en una lista confeccionada a gusto por él.

Haría bien el presidente imitando a Carlos Orúe en lo tocante a querer rodearse de siete u ocho elementos de su absoluta confianza. Un acierto del técnico jerezano. Y un respiro para que los directivos no carguen con todas las culpas si acaso el invento no funciona.

En la vida hay que arriesgar; y Juan Vivas está en una situación inmejorable para tomar decisiones a las cuales no debe renunciar por nada ni por nadie. Se encuentra el presidente en el mejor momento de su carrera política y aún cuenta con el respaldo de una mayoría de ciudadanos que está dispuesta a votarle porque sí. Porque entiende que es el mejor en su puesto y, miren ustedes, no se hable más del asunto.

-Vivas tiene la suerte de los quebrados y se levanta cada día con buen pie.

Lleva usted razón. Pero es que la fortuna distingue, casi siempre, a los mejores. Si bien esta creencia es muy antigua y tendríamos que remontarnos a cuando se pensaba que los reyes gobernaban porque eran excepcionales. Y eran excepcionales porque habían sido distinguidos por los dioses...

Por lo tanto, es momento de recordarle a Vivas que ser presidente tiene una ventaja: que nadie le dice dónde tiene que sentarse. Y que ya va siendo hora de que aproveche su madurez política para, sin perder un ápice de esa apariencia de político centrado en una derecha nada atrabiliaria ni tarasca, imponer sus normas y no tener que apechugar, cuatro años más, con los errores cometidos por otros.

No hace falta decir que se aproximan tiempos revueltos y que los partidos de la oposición están limándose las uñas para procurar herir al presidente con cada zarpazo que puedan darle. Es lógico que traten de evitar el bochorno que sería, sobre todo para el Partido Socialista de Ceuta, no el que Vivas ganase las elecciones -algo que se da por hecho-, sino que lo hiciera otra vez a lo campeón.

Y ante esa postura de los partidos, legítima a todas luces, el presidente debe responder con esa confianza que otorga el conocer el mucho crédito que su figura tiene todavía entre la gente de su pueblo. Con ese aval, y poniendo el presidente de su parte un mayor deseo de abandonar en más ocasiones la trinchera del cinismo (entiéndase por cinismo estar contra de lo que se haga mal, pero que sean otros los que traten de salir al frente de los problemas), no hay ninguna razón para que se deprima o se venga abajo en ningún momento. Dada la confianza que su personalidad sigue generando en la ciudad. Aunque, lógicamente, entre lo que desgasta el poder y la necesidad de tomar decisiones, nada extraño es que haya días donde Vivas no tenga ganas ni de dar los buenos días. Eso no sólo le ocurre a él sino también al pescadero, al tabernero y a un servidor, por razones bien distintas.

Ahora bien, cuando la columna está llegando a su final y todo ha sido un canto al buen momento, como gobernante, con que Juan Vivas se va a enfrentar a una campaña electoral, convendría recordarle que es hora de que vaya dejando a un lado lo de aparecer, a cada paso, como actor principal en esas comedias que le prepara el presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta, en el salón del Trono. Pues es contraproducente.
 

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