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ACTUALIDAD - DOMINGO 12 DE MARZO DE 2006


Paseo del Revellín. EL PUEBLO

CRÓNICA / VANDALISMO
 

La población, indignada, quiere
aislar y descubrir a los vándalos

Un grupo de cincuenta energúmenos provocó el caos en el centro de la ciudad, lo que ha motivado la indignación de todos los ceutíes sin excepción
 

Siete y media de la tarde del viernes, la manifestación pacífica convocada por la convivencia y contra el racismo marcaba su fin. Los convocantes, feclicitándose por el éxito de la marcha que transcurrió por los cauces normales no esperaban lo que, finalmente tras la dispersión de los manifestantes, sucedió.

Un grupo de energúmenos recorrían, a modo de Atila, las céntricas calles de la ciudad y, amparados en el anonimato del numeroso grupo, la emprendían a golpes con el mobiliario urbano que encontraban a su paso. Revellín arriba, los elementos incívicos la tomaron con escaparates de los comercios que encontraban a su paso. Miradas amenazantes a los transeúntes, carreras, gritos y los ciudadanos indignados. Mujeres con bebés en los carritos huyendo al mínimo refugio que proporcionaban las calles adyacentes al centro. Sillas de cafeterías ubicadas en las afueras volaban hacia el interior. Piedras extraídas de las obras de Plaza de los Reyes se estamparon contra escaparates. La ciudadanía presente en las calles en esos veinte o treinta minutos de caos sintieron la indignación en sus propias carnes.

Teléfonos en mano, las llamadas al 091 y al 092 se sucedían por doquier. Sólo dos detenidos al final.

Empujones, insultos, bravuconadas... “no cerreis los comercios, si no os vamos a hacer nada ja, ja, ja”. El grupo -la mayoría de menores incontrolados-, que se movía con excesiva libertad creando el temor entre la población, no encontró freno apropiado en una respuesta policial que no estuvo ni prevista, ni bien coordinada.

Las consecuencias últimas de la fatídica escalada iniciada hace dos semanas tras la final de agrupaciones carnavalescas la sufrieron los viandantes y los empresarios. Ese fue el pensamiento generalizado de los ceutíes presentes en la zona ‘caliente’ de ese descontrolado vandalismo callejero. Todos reconocían la impotencia y la indignación de no encontrar respuesta policial pese a sus llamadas de auxilio.

Recorrí las calles del centro y sí vi policias locales y nacionales. Observé un grupo de unos doce agentes de la Local perfectamente pertrechados con material antidisturbios en actitud de espera en la calle Pedro de Meneses. La Policía Nacional a la carrera, porras en la mano tras los alborotadores y, agentes de la local tras de algunos otros de estos incívicos individuos. Pero fueron actuaciones tardías, a decir de los ciudadanos. “El maremoto ya ha pasado”, decían. “Tenían que haberlo previsto, pagamos impuestos para que nos protejan”, comentaban indignados ante la aparente descoordinación policial denunciada.

Los alborotadores no sólo intentaron ‘palestinizar’ el Revellín y asustar a los ciudadanos de orden, sino que arremetieron más tarde contra la línea de autobuses de Príncipe Alfonso. La tomaron con el conductor y con el vehículo. Tanto y tan grave, que los trabajadores ya tenían ganas de plantarse y eliminar cualquier servicio público hacia la zona. Algo que todavía no se ha resuelto.

Los agentes básicos de la Policía Nacional y de la Local coincidían “recibimos órdenes de nuestros mandos y éstos de sus superiores”.
 

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