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OPINIÓN - MIÉRCOLES 22 DE MARZO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Dramatismos innecesarios
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Temía yo que la sesión plenaria del lunes, por el estado emocional que sigue generando unas letras carnavalescas, terminase como el rosario de la aurora. Pero hete aquí que, con gran satisfacción, leo muy de mañana que todo transcurrió mejor de lo esperado.

Entiendo, por tanto, las razones tenidas por este periódico para pasar de puntillas por un debate que no debería ser ya portada de ningún medio. Puesto que los hechos ocurridos no tienen por qué condicionar la vida de la ciudad ni, por supuesto, ser motivo permanente de cizaña entre comunidades.

Lo cual no quita para comprender las razones que en su momento tuvo Mohamed Alí para poner el grito en el cielo. Sin embargo, ahora me parece tan drástica como inoportuna la frase pronunciada en el pleno por el presidente de la UDCE: “Las letras han hecho un daño moral irreversible”.

Porque el adjetivo irreversible deja entrever que las relaciones se han roto entre musulmanes y cristianos y jamás serán las mismas que existían antes de producirse tan sonado escándalo en el teatro del Instituto Siete Colinas. Demasiado dramatismo encierran las palabras de quien está obligado a buscar en la moderación el único camino que permita vivir en armonía a todos los españoles y sin que la religión profesada se convierta en traba.

Y esa no es la actitud que ha de mantener Mohamed Alí: político con capacidad suficiente como para no tener que recurrir a la demagogia. Ya que él es consciente de que la mayoría musulmana lo único que desea es vivir en paz y que sus hijos puedan acceder a unos estudios como los que a él le dieron sus padres, mediante grandes esfuerzos y no pocas privaciones.

Y debido precisamente a esa situación, el hombre de la UCDE tiene una misión: moderar, allanar, reconciliar... En definitva: poner todo el empeño del mundo en tejer lazos de unión entre las diversas comunidades.

Es un papel que debe asumir, cuanto antes, sin que ello le haga perder ni un solo minuto en la defensa de los más necesitados ni en alzar la voz contra cualquier acto injurioso. Y debe asumirlo porque disfruta de una posición inmejorable.

No obstante, y dicho con todos mis respetos, Mohamed Alí está revestido de una seriedad apabullante. Por ello, y en vista de que a mí me cae la mar de bien, me va a permitir que le lea lo que dice un tal Robert Escarpit: “En nuestro mundo tenso hasta el punto de romperse, no hay nada que pueda sobrevivir a una excesiva seriedad. El humor es el único remedio que destiende los nervios del mundo sin adormecerlo, que le da su libertad al espíritu sin volverlo loco, y pone en mano de los hombres, sin aplastarlos, el peso de su propio destino”.

Hágame caso: bueno, no a mí; sino a quien recomienda el humor como terapia imprescindible para aliviar tensiones y evitar estar siempre predipuesto a saltar a las primeras de cambio y, en ocasiones, por un quítame allá esas pajas. Que no es, naturalmente, el caso de lo acontecido en esa ya noche aciaga del Siete Colinas. Quede claro.

Y hablando de humor, sepa que no es usted el único diputado de la Asamblea que parece desdeñarlo, de ningún modo. Y es que viendo las imágenes que de los plenos nos ofrece la televisión, uno cae en la cuenta de que parecen ustedes personas estragadas o estreñidas, en cuanto toman asiento en sus escaños. Lo cual les impide hacer uso de la ironía, de la parodia, y hasta del sarcasmo plausible.

Por tal motivo, a mí hace mucho tiempo que dejó de interesarme la asistencia a los plenos. Porque, créame, no dan ustedes la talla para hacer una crónica parlamentaria que pueda alegrar la vida de los ciudadanos. Triste sino ¿Verdad?...
 

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