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OPINIÓN - VIERNES 31 DE MARZO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

El director del Tryp
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hubo una época donde casi todos los visitantes que llegaban a la ciudad querían alojarse en el hotel La Muralla. Tal vez porque los propietarios del Ulíses, en aquellos años dorados, se dejaron llevar por la apatía y descuidaron el servicio de un establecimiento que había comenzado su andadura con mucha fuerza. Pero era tanta la demanda que los dos establecimientos no daban abasto. Y el estamos completos era la respuesta normal que uno podía recibir si no llamaba con la antelación debida para hacer la reserva.

Ante semejante situación, y no existiendo en la ciudad, en aquel tiempo, suficientes hostales para paliar, en parte, la escasez de alojamientos, los gobernantes decidieron construir un hotel al cual bautizaron con el nombre de Puerta de África. Un acierto al que sólo cabía desearle todos los éxitos posibles en prestar unos servicios que a buen seguro iban a sobrarle.

Mas pronto, apenas transcurridos unos meses, nos dimos cuenta de que el Puerta de África no había nacido con buena estrella. Cedido en explotación, el establecimiento fue mal regentado y terminó siendo un quebradero de cabeza para las autoridades locales. Una situación que a punto estuvo de acabar con la idea primigenia. Pues pensaron, quienes debían hacerlo, en darle al edificio un cometido muy distinto al de la hostelería. Ni que decir tiene que los clientes empezaron a desertar. Y que los pocos que decidían alojarse en el Puerta de África eran los primeros en propalar que más que hotel aquello parecía la venta donde Maritorne se refocilaba con los arrieros de turno.

Pues bien, cuando las autoridades pudieron quitarse de encima al arrendador se encontraron con un hotel donde nada funcionaba. Y un día nos dijeron que la cadena Sol Meliá iba a tomar las riendas de un negocio que se había ido a pique de prisa y corriendo. Lo cual invitaba a pensar que, en medio de tanta desdicha, la cadena Sol Meliá estaba sobrada de conocimientos y posibilidades para situar al hotel en una posición más que digna.

Un día me presentaron al recién llegado director, Pepe Ávila, y me di cuenta de que estaba ante un profesional que venía dispuesto a trabajar duramente para recuperar un establecimiento arruinado en todos los aspectos. Persona de trato exquisito, a medida que la fui tratando tuve también la certeza de que sería capaz de convertir en realidad algo que a mí me sonaba a utopía: hacer de un fonducho un hotel decente. Y así fue.

En su empeño, no cabe duda de que habrá cometido errores, pero deben haber sido mucho más sus aciertos. Ya que el hotel es otro muy distinto en todos los sentidos. Por ello me sorprende el trato que viene recibiendo desde hace ya un tiempo. Porque, como director, seguro que tomará decisiones que sólo a él le incumben. Pero habrá otras que las llevará a cabo mediante el consentimiento de la empresa, e incluso me atrevo a decir que bajo la imposición de ésta.

Por lo tanto, y con todos mis respetos a la Unión General de Trabajadores, creo que el director del Tryp no es merecedor de que se le sambenite cada dos por tres. Pues a fin de cuentas, Pepe Ávila no deja de ser un empleado más que necesita el trabajo como cualquier otro. Y sabido es que si se opone a la línea marcada por la empresa pierde su empleo.

De modo que lo mejor sería que la Ciudad, como propietaria del inmueble, actúe si acaso la empresa incumple lo pactado en el contrato. Y sobra todo lo demás. Porque no es de recibo poner en la picota al director, un día sí y el siguiente también.

Algo que no sólo atenta contra el negocio sino que parece injusto y puede terminar cabreando a quienes quieren trabajar en paz y seguir afiliado a la UGT. Nada es absoluto.
 

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