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OPINIÓN - DOMINGO, 7 DE MAYO DE 2006

 
OPINIÓN / PERSONAL Y TRANSFERIBLE

El circo parlamentario

Por Domingo Ramos


Leo en los periódicos que los señores parlamentarios, a partir de ahora, tendrán coche con conductor en los actos oficiales, los mismos que ya cuentan de tarjetas monederos con doscientos euros para taxis, billetes de avión y de tren gratis, gastos de kilometraje, teléfono móvil, ordenador portátil, Línea de Conexión a Internet Asíncrona (ADSL, según las iniciales en inglés), PDA (ordenador de bolsillo o agenda electrónica) todo ello con cargo a erario publico y proporcionado por el Congreso, además, claro está, saneados sueldos, dietas y pensiones máximas, a más de otras bagatelas que disfrutan algunos “destacados” políticos como incentivos por presidir comisiones, etc.

Es obvio que tantas facilidades y prebendas vienen dadas para el mejor desempeño de sus labores, o sea, para el estudio y aprobación de actuaciones a favor del ciudadano y resolución de los problemas que tienen planteados como el desmembramiento de la nación española, paro, seguridad ciudadana –principalmente delitos contra la propiedad o las personas-, inmigración clandestina, sanidad, enseñanza, etc. Pues no, señores, se dedican a discutir sobre los derechos “humanos” de los simios o la necesidad de privar de nacer a los embriones de los “animales racionales”. Y también, porqué no, al decir del pueblo llano, a dedicarse a la buena vida. ¡Ah! y a devengar trienios, que así se les reconoce a los que son funcionarios por la antigüedad en el ejercicio del cargo.

Todo ello para presenciar o discutir cuestiones como las citadas de los derechos de los simios o la “estampa” del presidente de Cantabria Miguel Ángel Revilla deseando al de Cataluña Pascual Maragall los mejores deseos en la andadura del nuevo estatuto de su Comunidad al tiempo que le regalaba una pulsera “anti-separatismo” ante el regocijo de los asistentes a la sesión. O sea, lo dicho: un auténtico circo parlamentario. También podemos ver, en infinidad de ocasiones, el hemiciclo casi vacío pues la asistencia de los señores miembros del mismo brilla por su ausencia y, en otras, quienes aprovechan la actuación de los que intervienen para descabezar un sueño que, dicho sea de paso, no creemos que se lo tengan merecido por el ejercicio de su función después de las plácidas tareas de las sesiones parlamentarias (a las que tengan a bien asistir) y de las largas vacaciones de que disponen.

Como padres de la Patria creemos que están en la obligación de darle seriedad a la figura del parlamentario, dejándose de “monerías” y actuando con el celo y dedicación que merece el cargo. En una palabra: ganándose dignamente el pan con el sudor de su frente y no, como hasta ahora, gravando al erario público para enfrentarse unos a otros sin llegar a tomar decisiones en aquellas cuestiones de importancia que demandan la mayoría de los ciudadanos y sirviendo de objeto a los fines e intereses que se propongan por sus entidades políticas. Excepto, claro está, en cuestiones de sus salarios y prebendas que en eso están todos, unánimemente, de acuerdo porque “así lo dicta su conciencia y lo exige su deber”.
 

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