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OPINIÓN - LUNES, 6 DE NOVIEMBRE DE 2006

 
OPINIÓN / SNIPER

¿”Iranización” del ejército?

Por J.L. Navazo


O de los ejércitos. Porque el fenómeno es un proceso, por decirlo con lenguaje actual, globalizado. “Urbi et orbe”, vaya.

Viajemos uno años atrás en el tiempo remontándonos al Irán del “Sha” Rezah Palevi. 1979, “revolución iraní” impulsada por el “ayatollah” Jomeini quien llevaba años rumiando la jugada desde su exilio parisino (¡ay “La France”, tan dulce siempre!) donde había había encontrado cobijo por “exiliado político”. ¡Qué imbéciles -y cómo estamos empezando a pagarlo- somos los europeos!. Son clásicas las imágenes que muestran a unas tropas lanzadas en persecución de los islamistas y que, desde la retaguardia, son ametralladas por la espalda por sus propios efectivos, que huyen a continuación recogiendo armas y pertrechos sumándose a los insurrectos. Desde entonces este proceso es conocido por los especialistas como “iranización de las fuerzas armadas”.

Comentaba el pasado sábado en el marco de mi ponencia sobre “Islam e islamismo” en Marruecos que este proceso, aunque todavía de forma débil e inmadura, había empezado hace ya tiempo a corroer los cimientos de las FAR (Fuerzas Armadas Reales) marroquíes. Desde el robo de armas en polvorines (digamos por la zona del “corredor” de Taza) a la infiltración pura y dura dentro de los cuarteles, a veces en connivencia con las mafias de las drogas. Quizás los más afectados (por muchos motivos) sean los efectivos de las Fuerzas Auxiliares, aunque la última desmantelación de una célula de este tipo en Salé implicara al Ejército y la Gendarmería. Es como la gripe: primero hay toses y estornudos, unas décimas de más y después la “incubación” tras la cual y de repente, ¡tras!, el gripazo y a la cama. “Gripazo” que en determinadas circunstancias (personas mayores o con otras dolencias) puede acarrear el óbito o, incluso y como una pandemia, afectar a millones de personas. Ahí quedó para la historia el ejemplo de la llamada, por cierto, “gripe española”.

En nuestra Ceuta, ciudad querida, este es un fenómeno al que empezó a dársele importancia hace años, en los tiempo del general paracaidista que, además de ser un gran experto en nuestra historia medieval sabía otear como pocos, cachazuda y fríamente, el horizonte que le rodeaba. Listo y rápido el personaje y, menos mal, al frente de una importante una unidad operativa

Ceuta y Melilla están en primera línea, aunque pese a ello algún que otro desnortado -frustrado en el fondo porque nunca llegará a ser lo que quiere, o sea Presidente de la Ciudad- clama contra el “rancio sabor a ejército obsoleto” que impregna el ambiente de nuestra Ciudad, o más aún, “el irracional empeño en conservar el espíritu castrense como una señal de identidad ceutí”. Pues hombre, fue precisamente -y sigue siendo- esa señal de identidad castrense lo que nos permite seguir aquí, aunque algún “listillo” que otro tire piedras, espero que inconscientemente, contra su propio tejado.

No voy a dar cifras -podría- ni datos objetivos -delante los tengo-, más que nada por miedo a hacer “fuego amigo”. Confío en que no cometamos el mismo error de las antiguas “Coes”, que formaron alegremente y con toda ingenuidad a toda una generación de sangrientos etarras en las más avanzadas técnicas de golpes de mano y manejo de explosivos. Y la Segunda Sección como el galgo de Lucas, que cuando salía la liebre se ponía a mear. Marruecos, por cierto y curándose en salud, anuló en verano y de golpe el servicio militar obligatorio. Y ahí dejo la cosa, por si sirve de algo.
 

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