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OPINIÓN - VIERNES, 17 DE NOVIEMBRE DE 2006

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Un bello lugar que ganan los ciudadanos

La Plaza de los Reyes ha ganado en belleza y majestuosidad. Realmente puede decirse que es una obra que viene a coronar la nueva imagen del Paseo del Revellín absolutamente peatonalizado convirtiendo a esta zona del casco antiguo de la ciudad en un auténtico lujo para delicia no sólo del ceutí, sino del visitante.

Se ha ganado la calle a la ciudadanía. Lugar de confluencia de los ceutíes, por ser ésta la zona más activa desde el punto de vista económica y social (allí se encuentran las centrales de los diversos bancos y cajas ubicadas en la ciudad. En el centro es donde se encuentran los organismos y las instituciones). De este modo, Ceuta como cualquier otra ciudad ha culminado el embellecimiento y funcionalidad de su ‘centro’. Lo hizo Málaga recientemente, lo cuida Cádiz; el centro de Sevilla es donde se da cobijo a la verdadera esencia de la capital hispalense. Cualquier ciudad que se precie dedica especial atención a su ‘salón’, o sea, a su punto neurálgico, aquel donde la población necesariamente confluye a diario. La inauguración de la nueva Plaza de los Reyes, un moderno y bello escenario de esparcimiento, trae consigo un lugar del que los ceutíes debemos contemplar y enseñar con orgullo. Unos trabajos y un diseño que ha respetado la esencia y el espíritu de todas y cada una de los diseños pretéritos y que ha proporcionado un impresionante emplazamiento para el descanso y el ocio de los ciudadanos.

Fácil será la crítica de quienes, ahora, a toro pasado quieran apuntar cuestiones sobre la ejecución, desarrollo o finalización de estas obras. Fácil en el ejercicio del toreo de salón, fácil, muy fácil desde la butaca alejada de la arena del coso que significa decidir, actuar. Siempre fue mejor analizar lo hecho desde la distancia; es lo más cómodo. Y aún más ejercer la demagogia también fácil. En realidad lo que se vislumbra es un ataque de histeria y de impotencia por no poder ejercer la potestad de actuación señalada y consagrada en las urnas. Lo que bien hecho está debe señalarse como tal. Ir contra la corriente pública del clamor que significa el ¡oh! generalizado de la ciudadanía ante una obra de tal magnitud es de salto olímpico mortal con tirabuzón, de cabeza a una gran pisicina exenta de agua.
 

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