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OPINIÓN - JUEVES, 23 DE NOVIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Emilio Carreira
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Dicen que la cara es el espejo del alma. Que la expresión de nuestra cara es, en cada instante, el resultado del estado emocional interno por el que pasamos. Y si es verdad que sólo uno sabe, momento a momento, cómo se siente, quienes han estudiado el asunto aseguran tener acceso indirecto a través del reflejo que el rostro ofrece de lo que acontece en nuestro interior.

Días pasados, cuando lo de la inauguración de la plaza de los Reyes, me detuve en una fotografía publicada por este periódico, donde aparecían varias personas acompañando al presidente de la Ciudad. Los componentes del grupo inmortalizados por el daguerrotipo, debido a una reforma de un espacio público que ha sido destacado como el no va más, pugnaban todos por hacerse un sitio visible en la fotografía.

Y la máquina, tan amante de la realidad y tan dada a curiosear hasta en el último de los capilares de quienes desafían sus posibilidades, plasmó una imagen que me sirvió para continuar en mis trece de evitar ser retratado si no es por pura necesidad.

Aunque a veces, de esa exposición capaz de desnudar los pensamientos, uno acierte a descubrir, tras mirar su cara con detenimiento, que alguien pasa por un gran momento. Y ello vale, claro está, para olvidar otros rostros que demuestran deseos insatisfechos o bien aspiran a que se les vea como personajes que están siempre de actualidad.

En esta ocasión, fue una sorpresa toparme con la expresión de felicidad que emanaba de la cara de Emilio Carreira. Estaba el consejero de Economía y Hacienda situado perfectamente en el grupo y destacaba sobremanera su presencia. Pero más que su presencia, sin duda, me llamó mucho la atención su manera de sonreír. Nada que ver con ese visaje de tristeza que ha venido exhibiendo durante mucho tiempo; a raíz, sobre todo, de aquella desgraciada campaña en la que intervino como candidato a la presidencia de su partido: El Partido Popular.

Aquel Emilio Carreira, triste y convencido de que había tocado fondo, tras mostrarse defensor de sus ideas, parecía destinado a sufrir las inclemencias de los vencidos. Y a mí se me venía a la memoria, cuando lo veía caminar ensimismado y falto de alegría, las palabras de Tito Livio: ¡Vae victis! ¡Ay de los vencidos!

Por ello, al comprobar la expresión de su cara, la de EC, en la fotografia de marras y en época tan cercana a las elecciones y, por tanto, a la composición de las listas donde han de figurar los candidatos a diputados, he querido ver calcada en ella la satisfacción que produce la tranquilidad de quien ha debido conseguir un buen acuerdo para su futuro.

Y debo decir que me ha sentado bien lo que ha reflejado el daguerrotipo. Puesto que EC es político muy válido y se me antojaba todo un lujo, tan innecesario como de torpeza ilimitada, el que algunos estuvieran dispuestos a mandarlo al ostracismo político. O sea, a decirle que las puertas del partido se le habían cerrado a cal y canto. Lo cual, repito, hubiera sido un error lamentable. Lo digo, a pesar de que el carácter de este político no es, precisamente, de los que invitan a dorarle la píldora. Pues es retraído cuando quiere, muy suyo casi siempre, y suele dar la impresión de que tampoco es muy agradecido.

Alguien me decía, hace ya su tiempo, que EC gozaba con dar imagen de antipático, de ser poco accesible y bla, bla, bla... Si bien esta opinión, caso de que fuera aproximada a la forma de ser del consejero de Economía y Hacienda, no empaña para nada su buen hacer como político. Emilio Carreira, además, sabe hablar. Un don no muy al alcance de sus compañeros, salvo excepción. Entonces, ¿cómo ignorarlo?
 

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