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OPINIÓN - DOMINGO, 1 DE OCTUBRE DE 2006

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Calzarse el zapato correcto (Una teoría sobre la pareja)

Por Gloria Blanch Bejarano


Expondré un ejemplo para explicar dicha teoría:

Pongamos que vamos a comprar unos zapatos y para elegir el zapato que nos quede mejor en el pie, pasamos por varias zapaterías de la ciudad antes de elegir un par, miramos el escaparate de una de ellas y vemos toda clase de zapatos…Los hay de todas formas y colores, de todos los precios y tamaños…De tacón alto, con poco tacón, planos….También los hay más complejos y decorados, con moñas, hevillas, lazos, pedrería, de varias texturas y materiales, de piel, tela, sintéticos, ante… y los hay más sencillos y cómodos, pero menos elegantes y bonitos, sandalias, manoletinas, zapatos planos, zapatillas de deporte…etc.

Pasamos al interior de la zapatería y le preguntamos a la dependienta por un modelo de zapato que teníamos ya en la cabeza desde hace tiempo, queremos un modelo concreto, con una forma determinada, de una determinada altura de tacón y de un color específico, no nos fijamos en ningún otro zapato, y la verdad es que los hay de todas formas y modelos y más bonitos y llamativos, pero sólo nos fijamos en ese en el que teníamos ya pensado, en el que queríamos comprarnos, sin haber nos lo probado antes y comprobar como le sentaría a nuestro pie, sin haber andado antes con él, sin saber si nos hará daño en el pie, por la altura de ese tacón o por la inestabilidad de su plataforma, sin tener en cuenta del material del que esta hecho y sin saber si se adaptará bien a la anatomía de nuestro pie. Pero no caemos en esos detalles del zapato, simplemente nos fijamos en su apariencia inicial, nos dejamos llevar por esa imagen principal, porque es el que más nos gusta, y el que se lleva, nos pega con el traje que llevamos y no reparamos en sus posibles “daños secundarios” a modo de rozaduras, juanetes, ampollas, desviación de columna, tropiezos….etc. Y nos lo compramos! Y cuando nos los ponemos y llevamos con ellos una hora notamos las primeras molestias…Al cabo de cuatro horas nos duele la planta del pie, los dedos… nos damos cuenta que no podremos estar mucho más tiempo de pie con ellos. A medida que avanzan las horas, nos paramos porque no podemos seguir andando con ellos y tenemos que sentarnos para reposar porque el dolor es cada vez mayor…

Sin embargo, en la zapatería había otros zapatos bonitos con menos tacón, de mejor material e igual de elegantes para la ocasión y no los hemos mirado si quiera, no hemos reparado en ellos, ni nos los hemos probado porque no era “el que queríamos”…

Esto es lo que ocurre en las relaciones humanas, y en el caso que nos ocupa en la pareja, elegimos a nuestra pareja, nuestro/a acompañante por su “forma inicial”, por la idea preconcebida que teníamos de nuestro hombre o mujer ideal, sin detenernos en los detalles importantes de ese “zapato”; de adaptabilidad, compenetración, comprensión, sin probarnos el “zapato” antes, nos lo ponemos y andamos con él hasta que nos damos cuenta que nos hace daño, que no podemos seguir andando con ellos y nos deberíamos haber comprado otros, y nos cambiamos de “zapatos” porque esos que veíamos “tan bonitos y perfectos” nos hacen daño.

Las parejas, nuestros/as compañeros/as de trayecto, deben ser lo más “cómodos posible” para nuestros pies, deben adaptarse fácilmente, sin necesidad de calzador, deben ser ajustados a nuestro tamaño de pie y a nuestra anatomía y deben de servirnos, para andar lo más sosegadamente y felizmente que se pueda, evitando los tropiezos, las rozaduras, las ampollas, los esguinces… y cuando nos damos cuenta que esos zapatos nos hacen daño y no nos dejan andar, nos producen torceduras varias, tropiezos, daños irreparables y no nos permiten seguir andando por el dolor intenso en nuestras plantas de los pies, debemos cambiarlos por otros que nos lleven al destino donde pretendíamos ir, sin rozaduras ni daños excesivos…Aunque esos zapatos fueran de apariencia más sencilla y menos llamativos porque al fin y al cabo la función de los zapatos es la de ANDAR SIN HACERNOS DAÑO EN LOS PIES…
 

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