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OPINIÓN - MARTES, 10 DE OCTUBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

El Rondo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Está comprobado que uno nunca debe decir de esta agua no beberé. Por más que bien podría alegar motivos para justificarme. Fue airear que nunca había visto El Rondo, programa dedicado al fútbol en la 1 de tve, y verme al día siguiente sentado en cómoda butaca de sala de estar, como espectador de un bodrio montado para deteriorar aún más la imagen de un deporte que está siendo envilecido por ciertos periodistas.

Aunque, y he aquí la gravedad del asunto, ayudados por profesionales del balón que bien acuden al plató a la búsqueda de dinero o para mantener una actualidad de la cual ya no disfrutan. De no ser así, uno no comprende que pintaban allí Joaquín Caparrós, Lobo Carrasco, Karpin, y Manolo Sánchez.

Nada más finalizar el partido Suecia-España, de triste recuerdo, me quedé ante el televisor para ver el comienzo de una serie, titulada La dársena de poniente. Y a renglón seguido, y en vista de que lo sucedido ante los suecos me había producido insomnio, decidí conocer de qué manera se desarrollaba El Rondo: un programa del que la gente habla y no acaba.

Apenas habían pasado unos minutos, entendí perfectamente lo que allí se intentaba: ganar audiencia a costa de charlatanes que se gritaban entre ellos, que se desautorizaban con chabacanerías, que trataban de hacerse los graciosos mientras miraban a una claque que apludía a rabiar en cuanto el regidor lo ordenaba.

Aún me parece estar viendo a un tal Roberto Gómez, a quien parece que los mandas del programa han descubierto como bufón muy principal para mantener la tensión del espacio, con la sonrisa enmarcada por la cara abobada de una persona que está viviendo su momento estelar.

De sus compañeros, periodistas ellos también, siento recordar sólo al que se llama José Vicente Hernáez. A los otros dos, nunca los había visto antes, pero si estaban en el programa es porque seguro que trabajan en medios destacados.

A todos les perdía, sin duda, el chamulle con que se empleaban: una especie de vacile, que mezclaban con arrogarse unos conocimientos que no tenían y que bien podemos ver en las tertulias entre aficionados de tono menor. Más o menos de gente que gusta emplear la chufla cuando habla de fútbol, para ocultar que no sabe una papa de cuanto dice.

Viendo El Rondo, y hasta su puesta en escena, es decir, la presencia de Juan Carlos Rivero investido de seriedad, formando cabecera con Quique Guasch, siempre en su papel de vigilante de la playa, uno cae en la cuenta de que el programa busca hacerse hueco entre los espacios que han encontrado un filón de oro traficando con la miseria y la vulgaridad. En este caso, a costa de denigrar el deporte rey y convertir a sus protagonistas en monigotes con los cuales cebarse en los momentos que pintan bastos.

Es verdad que Luis Aragonés, de rabiosa actualidad por cómo ha desvariado en los últimos meses, merece ser criticado. Pero ha de hacerse mediante la exposición de los hechos de que se le acusa. Entablándose el diálogo correcto entre los que son llamados como contertulios a cualquier programa donde se haya decidido emitir pareceres al respecto. Todo antes que lo ofrecido por El Rondo. Donde los periodistas, a voz en cuello, trataban de rivalizar en decir las mayores paridas, a fin de ganarse a un público que se lo pasa mejor con periodistas bufones que con los que puedan enseñarles los secretos del fútbol. Lo que hagan tales periodistas, de verdad que me la traen floja. Ahora bien, que frente a ellos se sienten, asintiendo, Caparrós, Karpin, Lobo Carrasco y Manolo, me parece aún más grave. Que los detengan ya mismo.
 

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