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OPINIÓN - DOMINGO, 29 DE OCTUBRE DE 2006

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Sobre el bodrio del “Código da Vinci”

Por Flor Garrido


Los falsos profetas” son como las setas envenenadas, que matan a todos los que las prueban. “El diablo”, me comentaba un sacerdote agustino antes de marchar a su nuevo destino en Madrid, “es un perro rabioso. Si no te acercas a él, no te muerde, ni… te hace daño alguno”.

Esto es para los cristianos en particular y los hombres de ciencia y sabiduría en general, lo que se debería hacer con el lamentable film “El Código da Vinci”, que ofende a todos e incluso a los historiadores que conocen a fondo la historia, y además, las Sagradas Escrituras.

Debemos recordar la Finalidad con que el Verbo Divino “se hizo carne y habitó entre nosotros”, para salvar a la humanidad perdida. Por amor.

María Valtorta, enterrada en la catedral de Florencia, en proceso de beatificación, fue una gran mística que en los años cuarenta, en plena II Guerra Mundial, escribe la Obra Gigante “Hombre Dios”, que fue recogida por su director espiritual mientras ella yacía imposibilitada en la cama.

Ahí, sin salirnos de Los Evangelios, nos explica toda la revelación que obtiene de la vida de Nuestro Señor, así como el tiempo en el que se desarrolló su Tarea Apostólica.

El Maestro, el Rabí cuidó con absoluta exquisitez que además de sus discípulos, fuesen con Él sus discípulas, aquellas mujeres que le siguieron hasta Su muerte y algunas de ellas fueron testigos de Su Resurrección, pues Jesús no excluye a la mujer y menos aún el papel que un día habría de desempeñar en la Iglesia Universal.

María (Magdalena) y Marta, hermanas de Lázaro, al que Jesús resucitó al cuarto día de su muerte ante muchos testigos presentes, incluidos miembros del Sanedrín, pertenecían a la clase alta de la sociedad judía. Tenían posesiones incluidas hasta en Asia Menor, heredadas de sus padres, ya fallecidos en tiempos de Jesús. No olvidemos que los judíos se preocupan siempre mucho en dejar a sus descendientes el bienestar que ellos han ido cosechando a lo largo de toda una vida de austeridad y trabajo.

María, para vergüenza de sus hermanos, joven, guapa, rubia, de carácter vivaz y alegre, con lujos, vive efectivamente como una pecadora pública (Lucas 7, 36-50). Nacida en un pueblo pesquero cerca de Galilea-Magdala.

Con la figura de María, Dios nos enseña que espera de nosotros el arrepentimiento, que “Él ha venido a salvar a los pecadores”, que Él nos ha concedido la libertad, por eso espera nuestra conversión, hasta el final. Nos recuerda a la parábola de “La Oreja Perdida”; el pastor deja a las noventa y nueve restantes y se va en busca de la extraviada hasta encontrarla.

María, en un principio se jacta de no seguir las enseñanzas del Maestro. Pero le sigue de lejos con el deseo de acercarse arrepentida. Jesús, como un Padre Amoroso, espera a que poco a poco, aquel espíritu inquieto, reblandezca su corazón y vaya en su sequía, hacia la Búsqueda de Su Raboni.

Cuando Magdalena llega a la plena conversión, es una discípula más del Maestro, acompañando a María, Madre del Mesías, a Salomé, a Juana de Cusa… entre otras (que no le abandonan ante la Cruz).

Marta su hermana, representa a la mujer laboriosa, atenta a que todo en la casa esté a punto para recibir al Señor. María es la mujer que deja todo, oye las enseñanzas del Maestro, medita, reflexiona, asimila, prefiere sentarse a escuchar Sus enseñanzas, que andar atareada en asuntos terrenales. Ella es la que confía plenamente en que Jesús llegará para salvar a Su hermano, tal y como Él lo había prometido, y con ello nos indica que no debemos perder nunca la fe en el Santísimo. “Se os concederá todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre”.

Y María Magdalena acompaña a la Virgen en el agotamiento de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Ella es la primera mujer que da testimonio de la Resurrección, porque lo reconoce a primera hora de la mañana, cuando iba con el grupo de las mujeres al Sepulcro para ungirlo con aromas.

Luego María se despide de la Virgen y marcha a otros lugares para dedicarse a la meditación y la contemplación de Dios en lo que se supone una vida de retiro espiritual y monástica.

Es por ello que todo lo que no se base en la verdadera Historia de Jesús, tomada de las Sagradas Escrituras, ofende y calumnia a toda la Cristiandad. Y en Filipinas, o algunos países musulmanes ya han protestado por esta ofensa, ya que el Corán considera a Jesús un Gran Profeta.

Qué duda cabe que estamos inmersos en el final de un tiempo que no está creando en el hombre más que confusión, debido a la ignorancia de hoy acerca de la Verdadera Lectura, y que produce hombres necios, capaces de descarriarse por escabrosos precipicios, como lo hizo la piara de cerdos que nos muestra El Evangelio.

“¿Dónde va Vicente? Donde va la gente”. Somos a veces, como borregos ciegos a los que engaña el lobo para comerse a los más indefensos y descuidados.

¿Qué podríamos hacer ante tamaña calumnia? ¿Cruzarnos de brazos?

Pues no. Es la hora de “dar la cara”, de hablar la verdad a las gentes. Y no ir a ver lo que ofende a nuestros sentimientos. El falserío, la burda manipulación, las chapuzas, el esoterismo, la confabulación, el error, NO vienen de Dios. Todo ello es satánico. Cuando Jesús le dice a María “no me toques, que todavía no he subido al Padre”, el verbo griego aspezein, alude a un simple saludo, sin otra connotación diferente.

En Jesús, efectivamente, existen dos naturalezas: la divina y la humana. Pero, qué duda cabe, la naturaleza divina no puede estar por debajo, subordinada a la segunda. Es por lo que Jesús, como Dios, es infinitamente Puro y Santo. Él se perpetúa entre los hombres por medio de la Eucaristía: Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesús.

Convertir al Señor en uno de los dioses del Olimpo, con sus bacanales, con sus mujeres, no deja de ser una auténtica artimaña urdida por las fuerzas del mal: “La Gran Mentira Disfrazada”.

Quizás estas pruebas tan humillantes por las que le toca en estos momentos pasar a la Iglesia Católica sean el comienzo de un Renacer en la Espiritualidad, un despertar en la lucha por Asentar nuestras convicciones fuera del espíritu mundano y de desprecio en el que se mueven hoy en día nuestras sociedades. Porque El Señor, no lo olvidemos, siempre convierte lo malo en bueno.

Por último, debemos recordar que el Vaticano ha pedido a los Católicos que no se vaya a ver la película referida, que es el hazme reír de errores y que ofende a la dignidad del Cristianismo.
 

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