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OPINIÓN - VIERNES, 1 DE SEPTIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Bovarismo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Juan Vivas fue durante muchos años el funcionario estrella de la Administración Local. Cuando le preguntabas a un político siempre te hablaba de él como de alguien a quien convenía consultar antes de tomar cualquier decisión. Era un poder en la sombra municipal, que absorbía todo lo que le contaban y, desde luego, cuanto veía.

Pronto se percató Vivas de lo importante que era haberse ganado la confianza de los políticos, de cualesquiera siglas, y también del peligro que tenía no calcular bien las relaciones con ellos. Cualquier error podía costarle muy caro. Y a fe que usó sus armas, las que mejor domina, y se convirtió, sin prisas pero sin pausas, en un auténtico personaje.

Del pasado de Vivas, y de los errores que haya podido cometer en el transcurso de su tarea como funcionario, apenas si existen motivos para buscarle las cosquillas. Con lo cual se puede decir que, salvo lances negativos de poca monta, salió inmaculado de esa prueba. Porque supo manejar muy bien un elemento perceptible y no medible, en la naturaleza de alguien, que hace que sea lo que es y como es. Me estoy refiriendo a la cualidad.

De las cualidades de Juan Vivas se han destacado varias: la inteligencia, el entusiasmo que pone en todo lo que hace y, sobre todo, el atractivo personal. De manera que la gente de su pueblo lo consagró en su momento como la persona idónea para que dirigiera los destinos de esta tierra.

Eso sí, me gustaría que algún sociólogo analizara las causas y nos explicara donde radica el encanto de este hombre, en el que los ciudadanos siguen confiando mayoritariamente, a pesar del desgaste que causa manejar todos los resortes del poder de la Ciudad, durante varios años.

Lo que no le perdonaría al especialista en temas sobre comportamientos humanos, es que nos dijera que el secreto de Vivas es su humildad. Pues sólo con esa cualidad, siempre difícil de saber si es verdadera o ficticia, resulta imposible obtener el beneplácito casi general y el que los votantes acudan a las urnas dispuestos a convertir su nombre, el de Vivas, claro está, en una mayoría absoluta. Debe haber algo más.

Por lo tanto, me extra muchísimo que Juan Luis Aróstegui, persona inteligente y sobrada de recursos políticos, no haya caído en la cuenta de que denigrar a Juan Vivas todos los jueves, desde su espacio en El Faro, es perder el tiempo. Porque lo que no puede ser, no puede ser, y... Sin embargo, en El Dardo de los Jueves es posible percibir que su autor ve al presidente de la Ciudad como un advenedizo. Alguien que ocupa un sitio que no le corresponde. Y es ahí donde uno columbra la envidia que le corroe a un hombre que viste con ropajes de humildad cuando en el fondo le puede la soberbia y el derecho a padecer de bovarismo: Estado de insatisfacción debido al desajuste entre la alta concepción de sí que tiene Aróstegui y sus condiciones reales.

Y, por ello, me imagino que habrá momentos en los cuales se pregunte el fundador del Partido Socialista del Pueblo de Ceuta: ¿Por qué a Vivas se le entregan los ciudadanos y yo sólo logro hacerme notar entre un número amplio de funcionarios agradecidos? ¿Qué tiene este fulano que no tenga yo? Y metido en ese dédalo de preguntas martirizantes, unas veces escribe hache y otras be. La última ha dicho, entre otras cosas, que Vivas consiguió la presidencia por la tutela de Luis Vicente Moro y porque éste dirigió una moción de censura contra el GIL, en la que participaron varios diputados de este partido. Menos mal. Es, quizá, lo mejor que ha hecho Moro por Ceuta. De no haber sido así, ahora habría en Los Rosales, esperando carnaza, una ristra de periodistas. O sea, lo mismo que en Alhaurín de la Torre.
 

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