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OPINIÓN - VIERNES, 1 DE SEPTIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

El corazón del agua
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

Me gusta que cabalguen los soñadores como un manantial naciente. Precisamos de su valor para enfrentarse a una emergencia planetaria. Además pienso que soñar es un movimiento de agua que viene muy bien para refrescar las sequedades que rajan las carnes de la tierra. Por ello, siento cuando menos expectación, sobre la acción del Ministerio de Medio Ambiente y de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA) al presentar las directrices de lo que será el V Congreso Ibérico de Gestión y Planificación del Agua. Se celebrará en la localidad de Faro (Portugal) este próximo invierno. Me parece que estas reuniones son tan necesarias como urgentes. Que fructifique, madure, desarrolle, progrese, coseche, y de sus frutos de imitación, el análisis de los planes de las cuencas hidrográficas ibéricas y, de un modo especial, el Convenio de Albufeira, que regula el uso compartido de los principales ríos hispano-lusos, es un buena horma frente a tanto comportamiento suicida.

Las gentes de alma, o sea de verso, saben bien que el surtidor del agua es el corazón de la vida, el alba de las cosas. Sin un chorro de fuente que llevarse a los labios, todo se marchita. Sus manos purificadoras, néctar de nardo puro, llevan a los altares las rosas. Hasta las charcas llevan consigo el amor de los cielos, imprescindibles pozas y aguadas para la supervivencia y, así, no morir desesperadamente chupados. Por desgracia, los días amanecen entre los puñales destructores de un consumo irresponsable de usar y tirar, y más bien poca reutilización y reciclaje. Es necesario, en consecuencia, prestar más atención a estos problemas que hacen irrespirable el ambiente y no quedarse sólo en el eco de la noticia, con los brazos en jarra, viendo pasar los eslabones del aire herido, como si no fuera con nosotros la cadena doliente.

Las burbujas de los manantiales ya no tienen fuerza para limpiar los fuegos de las manos destructoras del hombre. Ahora se pide un uso racional y solidario del agua, se exige la colaboración y cooperación de todos. Pero yo me pregunto: ¿Nos hemos tomado en serio lo de la nueva cultura del agua? De igual modo que se pide el auxilio ciudadano, promoviendo políticas de sensibilización y educación en materia de aguas, intentando fomentar valores en este sentido, creo que es necesario también predicar con el ejemplo.

Quizás las instituciones tengan que revisar sus planes de gestión de aguas y reciclajes. A veces se palpa un cierto desgobierno que para nada contribuye a la concienciación de que la crisis del agua es tan real como la vida misma y que pasa por la alianza y el compromiso firme. Asimismo, entiendo, que los organismos internacionales han de consensuar posturas, dictar recomendaciones, implicarse en que las normas se cumplan. Llevarlas a término. Que no se quede sólo en palabras lo que es ley de vida, como puede ser: recuperar ecosistemas hídricos, caudales contaminados, explotaciones descontrolas que generan impactos irreversibles… ¡Cuántas veces la ira torció la mirada del justo Quijote!

La cuestión del agua, pues, aparece como un elemento central de la presente situación de emergencia planetaria y la solución al problema no es nada fácil, va más allá de la mera educación ciudadana, pasa por ajustar los sistemas de producción y modelos de vida impuestos, a las exigencias ecológicas. Quiero pensar que, el Congreso Ibérico de Gestión y Planificación del Agua, nos va a llamar al orden, esclareciendo los motivos que causan el descenso de los recursos hídricos. Considero que merece la pena detenerse en nuestro comportamiento, ver lo que hacemos cada uno de nosotros, por mejorar una fuente tan vital como es el agua, para poder vivir. Hay que parar, cueste lo que cueste, la contaminación y degradación de los ecosistemas, solidarizarse y comprometerse con la situación. Las administraciones tienen que actuar sin miramientos, sino queremos que los recursos hidrológicos se cansen de nuestro despilfarro y juegos sucios. Y –moraleja- nos vallamos todos por la evaporación de la eme.
 

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