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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 6 DE SEPTIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Análisis a vuelapluma
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Carlos Orúe es un entrenador que ha obtenido éxitos incuestionables en la Segunda División B. La temporada pasada, sin ir más lejos, consiguió sacar a la Asociación Deportiva Ceuta de la sima en que estaba metida, debido a los errores de un Calderé cuya obsesión por denigrar a la familia Muñoz le impedía centrarse en su trabajo. Grave error. Que pudo costarle un serio disgusto al primer equipo de la tierra.

De manera que en este periódico, quien suscribe, no dudó en destacar la extraordinaria labor del técnico jerezano. Y lo hice, claro está, porque en más de una ocasión me tocó realizar tarea tan ingrata, y siempre con final feliz, pero que me dejaba extenuado por la responsabilidad de saber que era muy tenue la línea que separaba el éxito del fracaso. Ya que al menor descuido, dos actuaciones malas, por ejemplo, podían convertirme en enterrador más que en salvador. Y descender a un equipo es una pesada losa que ningún entrenador quiere soportar.

El buen hacer de Orúe necesitaba que la nueva directiva quisiera renovarlo. Algo que hizo ésta con celeridad. Y, además, los directivos le ofrecieron la oportunidad de elegir siete u ocho jugadores conocidos por él. Es decir, de su absoluta confianza. A fin de que con los nuevos fichajes y con los que ya había en la plantilla, el entrenador pudiera cuanto antes darle vida a un sistema de juego adecuado a las condiciones de los futbolistas.

Una decisión acertada a todas luces. Aunque conviene aclarar lo siguiente: el técnico, tal y como se ha hecho toda la vida, en casos así, presentaba un trío de jugadores y la directiva se decidía por quien entraba dentro de sus posibilidades económicas. Nada que alegar. Si es verdad que ha sido la fórmula empleada a la hora de contratar.

Pero iré al grano: un equipo entrenado por Orúe despierta siempre ilusión entre los aficionados. Máxime cuando se conoce que él ha fichado a media plantilla. Por lo tanto, y aunque en Baza la ADC perdió una gran oportunidad de ganarle a nueve jugadores, durante gran parte del segundo tiempo, las gentes fueron el domingo al Murube convencidas de que iban a ver un conjunto equilibrado en sus líneas y con los futbolistas bien distribuidos en el césped. Eso sí, con los lógicos chirridos de una máquina que está empezando a carburar y que deberá ajustar sus piezas. Que si quieres arroz, Catalina.

La ADC carece de esa distribución racional, de momento, que hace posible que las líneas se entrelacen, que las anticipaciones se produzcan, que las entradas no sean aparatosas más que efectivas, y que el balón salga jugado con naturalidad y sentido desde atrás. Para ello, sin duda, es necesario que existan los llamados rincones de seguridad. Y, desde luego, lo primero es que haya jugadores zurdos y derechos en una proporción mayor de la que existe actualmente. También he notado que escasea la altura en la plantilla y que en la parcela vital del medio terreno, S. Narváez debe ser muy bueno técnicamente para compensar su escaso trabajo y la endeblez a la hora de cortar balones aéreos. Pues no es lógico que todos los saques de los porteros o despejes de los defensores rivales, lleguen directamente a la cabeza de Sandro. Por razones obvias.

A pesar de todo, y dado que en el banquillo se cuenta con un entrenador experimentado y ganador, tengo la certeza de que más pronto que tarde el equipo estará en condiciones de competir por la fase de ascenso. De cualquier manera, si acaso pintan bastos en los primeros partidos, es necesario que se mantenga la calma y que nadie, por mentideros y corrillos, vaya contando su historia para sacudirse las pulgas. Suerte, pues, y que yo la vea desde la sala de estar de mi casa. Gracias a la televisión local.
 

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