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OPINIÓN - VIERNES, 8 DE septiembre DE 2006

 

OPINIÓN / PERSONAL Y TRANSFERIBLE

Pocos y mal avenidos
 


Domingo Ramos
domingoramos@elpueblodeceuta.com

 

Vistos los enfrentamientos dialécticos entre Mohamed Ali (UDCE)), José Luis Morales y Francisco A. González (PP), todo ello por mor de la redacción de los nuevos Estatutos de Autonomía, llegamos a la conclusión que poco o nada van a conseguir unos y otros con estas disputas cuando en realidad de lo que se trata es de llegar a la regulación de nuestra vida política con la redacción de unos Estatutos que cumplan los fines de auto-gobierno que podamos tener (sin pasarnos, tampoco) plasmados en la norma al efecto.

A los espectadores de estos enfrentamientos (entiéndase ciudadanos de a pié), que ya se pasan de lo meramente estatutario, no nos satisface nada que por parte del Diputado Francisco A. González se tache a Mohamed Alí (Consejero de la Ciudad Autónoma), después de que José L. Morales, Consejero de Presidencia, le acusara “de querer la marroquinización de Ceuta”, “de no tener interés, de promover otros intereses que aun no nos ha contado o bien porque no tiene un criterio claro con respecto a lo que quiere para Ceuta en lo referente al título VIII de la Constitución”. Ni tampoco los del líder de UCDE, tachando al Diputado por Ceuta de “tan cobarde que se escuda en su condición de aforado para decir cuantas chorradas se le vienen a la boca cada vez que se topa con un micrófono”.

Es lógico, hasta cierto punto, que Mohamed Alí defienda incluir referencias en el Estatuto sobre el idioma árabe, que promueva su uso, su difusión y su enseñanza, principalmente esto último, porque dado el alto grado de desconocimiento existente con relación al citado idioma por parte de la población de origen musulmán, de poco o no nada le valdría contar con una norma que rija los destinos de la Ciudad Autónoma si luego no van a saber traducir lo escrito. Es más, ya lo decíamos en otra ocasión, nos gustaría saber cual de los idiomas de origen árabe (el vulgar, el tamarzitg, el cherja, el bereber, el clásico, el dialectal, etc.) habría que oficializar en Ceuta. Sí es cierto, y fácilmente comprobable, que el veinticinco o el treinta por ciento de la población ceutí utiliza oralmente la lengua árabe vulgar o marroquí con la mezcla de otros dialectos, pero no es menos cierto que se desconoce su gramática. Por poner otro ejemplo, digamos que más del cincuenta por ciento de los ciudadanos marroquíes hablan francés y, una parte importante de nacionales del país (se calcula que unos 320.000), hablan español y no por eso ni los de habla francesa ni los de español en su territorio han solicitado, que se sepa, la inclusión de estos idiomas en la Constitución Marroquí. Algo parecido ocurre en el Líbano, donde más del 50 % de la población utiliza cotidianamente el francés, pero el idioma oficial, a todos los efectos, es el árabe.

Para terminar nos inclinamos a pensar si no sería mejor que los citados políticos, haciendo uso de esta condición, dedicaran sus esfuerzos en lograr un consenso con referencia a la redacción de los nuevos Estatutos de la Ciudad de Ceuta o atenerse a las reglas democráticas que imperan en nuestro país aceptando lo que acuerde la mayoría de quienes, para la representación y defensa de sus derechos, han sido elegidos por los ciudadanos en votación libre y secreta, evitando la sensación que se esta dando de que “somos pocos pero mal avenidos”.
 

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