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OPINIÓN - DOMINGO, 10 DE SEPTIEMBRE DE 2006

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Medjugorje, camino de sanación interior

Por Flor Garrido


Los que seguimos las huellas de Medjugorje, sabemos que no es casualidad el que una y otra vez se te presenten facilidades para peregrinar en una nueva ocasión a esta aldea.

El 2.006 tenía como gancho ser el veinticinco aniversario de la aparición de la Virgen María. En aquel lugar, como Ella nos dice, será la última aparición sobre la Tierra. Aunque el viaje es sumamente pesado, ¡había que ir!, pues luego, la estancia en el lugar resulta inolvidable y llena de ejemplos que nos hacen llevar las cargas sociales y la de la vida en general, de un modo más resuelto y firme, y con una mayor fortaleza para afrontar cualquier asunto.

El caso es que conforme pasaban los días en la aldea yo iba anotando todas las incidencias más llamativas que ocurren en momentos inesperados. Pero luego, he comprendido lo interesante que sería mostrar otros aspectos desconocidos de esta Parroquia, posicionada geográficamente en el justo lugar necesario para pedir con urgencia paz al mundo. Aldea católica que fue atosigada por los ateos comunistas desde la finalización de la II Guerra Mundial, y que pertenece a la Federación de Bosnia y Herzegovina, donde viven católicos, musulmanes y ortodoxos. Muy próximo a Mostrar. Es aquí donde el Cielo ha bajado a la Tierra. Su nombre significa “lugar entre montañas”.

Es fácil adivinar cual es el objetivo de esta misión divina: advertir al mundo de los peligros del materialismo y la indiferencia espiritual. Con lo primero que me encontré fue con el mensaje dado al mundo: “Hijos míos, tomen en serio Mis mensajes. Vivan Mis mensajes. Lleven la oración a la familia. Oren con sus hijos, porque cada vez que lo hacen, crecen ustedes en Santidad”.

Estas gentes son croatas que llegaron a los Balcanes en su huída de aquellos feroces bárbaros; los Hunos y se asimilaron pronto a los diferentes pueblos eslavos que los acogieron.

En tiempos de los romanos sufrieron gran derramamiento de sangre, tomados incluso como esclavos de Roma, pero no dejaron nunca su fidelidad a la Iglesia Católica, haciendo votos a San Pedro Apóstol para su protección, rezando y ayunando e invocando a la Santísima Virgen para su protección. Incluso en la Edad Media iban en peregrinación a Roma a fin de que el Papa les ayudase, de ahí que se ganaran su buena fama de cristianos cumplidores. Estas tierras se poblaron de franciscanos y en momentos de crisis, las familias croatas les abrían sus puertas para compartir lo poco que poseían.

Tuvieron que soportar la tiranía turca durante cinco siglos. Como podían, abrieron escuelas católicas, seminarios y universidades. Y ellos, los franciscanos, fueron los que ayudaron a esta parte de Bosnia Herzegovina a mantener viva la fe católica, salvándolos incluso de grandes tragedias, a base de grandes sacrificios.

En el año 1.933 decidieron los parroquianos construir una cruz, la Cruz del Voto, de diez metros de altura, así que llevaron en camiones al pie del monte Sipovac todo lo necesario para su ejecución. El material fue transportado a hombros por hombres y mujeres a una altura de quinientos treinta y siete metros. Desde entonces el monte se llamó Krizevac. En su interior colocaron una reliquia verdadera de Cristo, traída de Roma, y que tanto bien les ha aportado desde entonces. Aquellos parajes son duros y peligrosos de transitar, sin embargo, a diario suben muchos peregrinos orando en diferentes idiomas. Cuando comienza la Segunda Guerra Mundial, empieza a construirse una iglesia demasiado grande, que hoy en día se ha quedado demasiado pequeña para tanta gente como llega de todo el mundo.

Sufrieron un duro comunismo ateo que se ensañó con los croatas de Herzegovina, por medio de asesinatos, cuyo objetivo era el exterminio total. Tuvieron que huir mientras centenares de sacerdotes eran masacrados al finalizar la guerra. Confiscación y miseria, junto con la supresión de la doctrina cristiana, fue el resultado de tanto estrago.

“Dios no existe, era el lema del comunismo. Fue seguido del miedo, silencio y la desconfianza de unos hombres con otros. En las escuelas se inculcó el odio, se practicó la intolerancia y el clero fue calumniado, mientras los creyentes eran obligados a mantenerse, indefensos, en silencio. Pero a pesar de tantas presiones, nunca consiguieron verlos doblegados. Si bien, la economía familiar estaba por los suelos, por lo que los hombres se iban a trabajar a Alemania como obreros, siempre pensando en volver a sus raíces, mientras las mujeres debían ocuparse de los pesados trabajos en el campo, y de los hijos.

En los momentos de dificultad; descalzas, en silencio, vigiladas por las insidias de los enemigos, ante tanta adversidad, subían rezando al Krizevac, implorando la protección de Jesús y de María. Ayunaban los martes en honor a San Antonio y confiaban sus sufrimientos a los frailes.

Ya por los años cincuenta la vieja campesina Mariciusca mientras cuidaba sus ovejas, decía que la Virgen se le aparecía entre las zarzas, como presagio de lo que iba a acontecer, pero nadie en la aldea tomaba en consideración sus avisos. No obstante, nunca se olvidó el saludo de la paz entre los medjugorjanos: “Alabado sea Jesús”, “alabados sean Jesús y María”.

La iglesia de Santiago Apóstol que se había comenzado antes de la Guerra, estuvo parada hasta el 1.966, porque las autoridades rechazaban que se continuase su construcción. Luego todo el mundo aportó lo que podía: unos dinero de la emigración en el extranjero, otros su trabajo. Y al fin, se llenó de peregrinos que llegaban a orar y dar gracias. Pero los años setenta seguían siendo duros para todos los lugareños, por las represiones políticas, aunque ellos nunca perdieron su amor a Dios y sus devociones. Oraban y trabajaban hasta la fatiga. En sus reuniones familiares se suspiraba y anhelaba la libertad y la paz. Meditaban y seguían sufriendo la explotación sin escrúpulos. Meditaban, mientras existían el abuso y la injusticia. Ayunaban en los momentos en que sentían mayor desamparo. Nunca desfallecieron ante las adversidades. Fueron probados en las privaciones hasta la extenuación.

Por ello, el día en que la Virgen se les aparecía diciéndoles: “¡Queridos hijos, he elegido vuestra parroquia de un modo particular…!”, estallaron de alegría. Era una sensación de inmensa dicha, fruto, sin duda alguna, de haber superado con éxito tantas pruebas.

Sin embargo, ello no les iba a eximir de estar dispuestos para ayudar a tantos y tantos peregrinos que iban a ir llegando para ser amados, comprendidos, sanados,… convirtiendo sus corazones en plácidas fuentes de amor.

A partir de 1.980, a mediados de Noviembre, Fray Jozo Zovko, de cuarenta años parecía el elegido de la Virgen María. Sencillo, puro, contemplativo y carismático, se hacía cargo de la Parroquia, lo que le enfrentaría a las autoridades comunistas, porque los jóvenes le seguían en masa. Él caminaba despacio, sin prisa, algo nostálgico, amante de la meditación, invitando a sus parroquianos volver a retomar el ayuno de los viernes. Deseaba que todos sintieran la presencia Viva de Jesús en la Eucaristía y le gustaba utilizar las pausas en medio del sermón.

El 24 de Junio de 1.981, sin haber hecho un año de su estancia en la parroquia, era miércoles y fray Jozo se encontraba cerca de Zagreb dirigiendo unos ejercicios espirituales a las monjas franciscanas. Rezaron mucho por su parroquia enfrentada a los peligros del régimen. Hacía mucho calor.

Dos amigas: Ivanka, quince años y Mirjana de Sarajevo, dieciséis, salieron a pasear. Chicas sencillas, modernas, estudiosas y equilibradas. Subían conversando por el Podbrdo, cuando Ivanka vio una figura de mujer joven resplandeciente. Y exclamó: “Mira, ¡La Gospa!”. Pero su amiga no la creyó y no se detuvieron a mirar. Al bajar, Milka, otra joven, les pidió que subieran para recoger sus ovejas. Y todas vieron a una Mujer con un Niño en brazos. Estaban petrificadas ante la visión. Mientras tanto, otra joven se dirigía hacia el Podbrdo para encontrarse con las otras amigas. Era Vicka, la cuarta de ocho hermanos, una chica generosa, simpática y buena, a la que todos querían mucho. Esa mañana había tenido una recuperación de Matemáticas.

Observó a lo lejos que sus amigas miraban en silencio a un punto fijo y pensó que habrían visto a una víbora. Pero al llegar, Mirjana le dijo: “Mira allá arriba, ¡La Gospa!”.Vicka se quitó los zapatos, huyó como pudo entre pedruscos, despavorida de aquel lugar. Con angustia y a punto de llorar, llegaron dos jóvenes: Iván de veinte años y otro Iván de dieciséis. Este último, serio, buen estudiante de magisterio, de padre agricultor, llevaba una bolsa de manzanas y le ofreció una a Vicka. Ella lloraba, no quería comer nada y pidió a los muchachos subir de nuevo al monte:

“Mirjana dice que es Nuestra Madre. Quiero subir, pero tengo miedo ir sola”. Y efectivamente, contemplaron la figura de aquella misteriosa mujer. Era joven, amable, de vestido gris plateado y cabellos negro ondulado, bajo un velo blanco. En su cabeza, doce estrellas, y con un Niño en brazos. Sus pies posaban en una nube. Todos tenían miedo pero rebosaban de alegría. Al bajar corriendo de nuevo al pueblo, la hermana de Milka, Marija, que estudiaba peluquería y su padre trabajaba en Alemania, al saber la noticia exultó de gozo. Tímida, callada y prudente creyó de inmediato. Mirjana también fue a casa. Pretendía decir a su madre que había visto a la Virgen, pero tuvo que esperar a que ésta terminara el rezo del rosario en familia. Sin embargo, decidieron que había visto a un fantasma. Y al día siguiente, en los campos de tabaco donde ayudaban para las familias, algunos chicos se reían de ellas. Sin embargo, las jóvenes llevaban en su corazón la semilla del deseo de volver al encuentro con La Gospa.

Marinko un vecino, accedió ir con los jóvenes videntes. A Milka no le dejó su madre, en su lugar iría Marija, su hermana mayor. Los demás subieron junto a Jacob, primo de Mirjana. Vicka fue la primera en ver a la Señora e invitó a todos que corrieran entre espinas, zarzas y piedras resbaladizas para ver a la Virgen. Corrían como gamos en busca de presa.

Todos cayeron de rodillas y el pequeño Jacob dijo con total emoción: “¡Yo veo a La Gospa!”. La Virgen estaba sin el Niño.

Oraron todos. Luego Ivanka preguntó a la Señora cómo estaba su mamá, pues había muerto hacía poco. Y la Virgen le respondió: “Está bien. Tu mamá está bien”. Y le preguntaron si volvería de nuevo. Ella afirmó con Su cabeza.

Bajaban medio extasiados de felicidad el Podbrdo y de nuevo vieron a la Virgen: “¡Adiós, mis ángeles!”.

Ivanka lloró mucho con su abuelita pues sentía la necesidad de su mamá. Todo el pueblo supo que la buena de Pagoda estaba bien…

Y así en medio de la expectación y el recelo, comenzaban los jóvenes el contacto con el Misterio.

Se extendía la noticia por todas las aldeas y llegó hasta Mostar. Todos pensaban que podrían ver a la Madre Santa en el Podbrdo. El veintiséis de Junio era multitud el gentío en Medjugorje. Esa tarde tres relámpagos anunciaron Su llegada. Los chicos volaban hacia Ella con una fuerza incomprensible. Rezaron los siete Padre Nuestro, Ave María y Gloria, que tenían por costumbre aquellas gentes, mientras algunos, sin saberlo, pisaban el Manto de la Virgen. Ella aparecía y desaparecía.

Gentío, amontonamiento, calor, desmayos, anécdotas. Vicka Le aspergió agua bendita por indicación de su abuela.

“¿Quién eres?”, le preguntó Mirjana. “Soy la beata Virgen María”, dijo la Señora, y se establecía un diálogo muy familiar entre ellos.

“¡Mir, mir, mir! (¡Paz, paz, paz!). ¡Reconciliaos! ¡Entre Dios y los hombres reine la Paz!”.

Era sábado aquel veintisiete de Junio cuando el párroco fray Jozo, regresaba de Zagreb. Paró primero en Mostar para visitar a su madre en el hospital. Una vecina de Medjugorje que se encontraba allí, le contó cuanto ocurría en la aldea, pero él pensó que desvariaba.

Mientras, algunos policías secretas de Tito recogían a los chicos y se los llevaban a Citluk para revisiones médicas, por si eran drogadictos. Y de ahí, recibían la orden de enviarlos a Mostar para revisiones psiquiátricas, pero los chicos corrieron a la calle para que algún coche los llevase a casa. Así fue, la providencia hacía que un conocido con su coche, esperaba para llevarlos a la aldea.

El padre Jozo, en la Parroquia, era informado por las monjas de cuanto ocurría. Pero por razones obvias, quería evitar cualquier enfrentamiento serio con la policía, por lo que aconsejó a los peregrinos que regresaran a sus hogares, pues la Iglesia era reacia y precavida en aceptar como válida cualquier aparición. Lo único que consiguió fue la desobediencia de los fieles, que crédulos, seguían subiendo al monte Crnica. Interrogó concienzudamente a los videntes y ninguno titubeó en sus afirmaciones. Y las maravillosas apariciones de la Virgen seguían sucediéndose cada día para asombro y desconcierto de muchos. El monte se teñía rosáceo, la luz se hacía más intensa, los olores a rosa, millares de personas acudían entre zarzas a presenciar los encuentros, comenzaban a producirse curaciones milagrosas, muchos musulmanes bosnios acudían con fervor a pedirle protección a la Madre del Cielo. Por lo que la persecución policial contra fray Jozo se hacía más intensa.

Los chicos pedían a la Virgen una señal tangible para que todos la vieran, mas la Virgen sonreía diciendo que todos habrían de creer con firmeza.

El veintinueve de Junio, lunes, fiesta de San Pedro y San Pablo, sexto día de las apariciones. Llevaron los policías a los jóvenes a la fuerza, muy de mañana, para ser examinados por psiquiatras. La conclusión fue que todas las enfermeras y doctoras del hospital rodeaban a los chicos para saber más sobre estos deliciosos encuentros.

Las autoridades comunistas invitaron a los chicos, con engaños, a dar un paseo por Capljina y a tomar unos refrescos. A pesar de la disuasión, cuando llegó la hora de la Aparición, hacia las seis y media de la tarde, una intensa luz cegó a la conductora en un lugar llamado Cernó. Se paró, los jóvenes bajaron y de rodillas, rezando, tuvieron una vez más la visita de la Virgen María. La situación era imparable. Ni los sobornos, ni las amenazas podían estorbar el estallido de paz que inundaba sus corazones con los encuentros celestiales.

La Virgen dijo a los videntes que Ella se aparecería en la iglesia. Lo pusieron en conocimiento de fray Jozo y él pensó que sería imposible avisar a todos los feligreses. Los chicos le comentaron que la Virgen haría que ellos llegaran espontáneamente.

Mientras tanto, en los colegios ya tenían problemas para ingresar, pues estaban las niñas siendo definidas como “brujas” por los milicianos. Pero la iglesia se llenaba de gente, todos querían saber lo que la Virgen decía. Emocionados, aceptaban el ayuno, el rezo en familia, la lectura de la Biblia y entonaban bellos cánticos en honor a Nuestra Madre.

El padre Jozo, a solas en la iglesia pidió a la Virgen una señal: “Sal y protege a los chicos”, oyó.

Al salir, vio como los videntes corrían hacia él bañados en lágrimas. “¡La milicia nos persigue, escóndenos!...” Y así hizo. Pero ello le iba a causar graves problemas.

El obispo de Mostar se alegró de las apariciones y pidió que lo encomendaran a la Virgen. Sin embargo la cárcel ya estaba en la mente de los milicianos.

A mediados de Julio la Virgen encargó a Jacob ir a la iglesia para darles un aviso. El padre Jozo lo levantó descalzo sobre el altar. Y el niño dijo: “La Virgen ha dicho: Recen el Rosario. Récenlo juntos”.

La gente lloraba, al tiempo que sacaba el rosario de sus bolsillos y todos comenzaban a rezar. Poco después, una noche, apareció sobre el monte Krizevac la palabra MIR (PAZ), que fue vista por centenares de aldeanos.

Una puede imaginar las bondades de aquellos fieles en estos primeros días. Los que llegaban, tenían agua y frutos del campo. ¡Lo compartían todo!.

Nuestra Señora prometió darles a cada uno individualmente hasta diez secretos, y conforme los tuvieran, dejarían de verla. Algunos ya los completaron y no la ven. Pero lo fundamental es que Ella desea que toda la humanidad le ayude a través de sacrificios y oraciones, a salvar a este mundo maltrecho. Se han creado grupos de oración por todo el orbe y el milagro de la conversión del corazón se está produciendo.

Arrestaron por fin al padre Jozo. La Virgen les comunicó a los sacerdotes y fieles: “…De fray Jozo no os preocupéis, porque lo protejo yo”.

La noticia de su encarcelamiento fue difundida por toda Europa. Fray Tomislav sustituyó al párroco. Pedagogo, carismático, de carácter cauto, gran expresividad espiritual y gran autoridad. Infundía valor a todos. Mientras, las autoridades comunistas, de pueblo en pueblo, reunían a las gentes en asamblea y les instaban a no ir a Medjugorje, bajo riesgo de cárcel.

A Mirjana se la llevó su padre a Sarajevo unos días. Ivanka regresó a Mostar. Un policía de Sarajevo que vio a Mirjana en éxtasis durante una aparición, aseguró que nunca más la perseguiría.

A finales de Agosto la Virgen les afirmaba: “Yo soy la Reina de la Paz”. Y les pedía consagrar su vida a Dios. Les pedía el ayuno a “pan y agua”. Y para honrar a la Virgen, fray Stanko creaba un precioso himno a la Madre Nuestra.

La Virgen hacía que la celda del padre Jozo permaneciera encendida toda la noche sin ninguna lamparilla, y por las mañanas, los carceleros encontraban milagrosamente la celda abierta de par en par. El obispo Zanic escribía con entereza y muy valiente, una carta de protesta al Presidente Sergej pidiendo la inmediata liberación de fray Jozo.

Al comenzar el nuevo curso, los videntes tenían dificultades en sus respectivos centros, tanto por parte de los alumnos como por los profesores, pero la Virgen los alentaba diciéndoles: “Aceptadlos en señal de penitencia”. Y la intrépida Vicka pasaba muchas horas atendiendo a los peregrinos, hablándoles sobre las recomendaciones de la Santa Madre.

El padre Jozo apareció en el hospital de Mostar faltándole algunos dientes y con las mejillas hinchadas. Lo habían amenazado de muerte. Le iban a pasar un cuchillo por su garganta. Pero llegaron más de veinte mil cartas al Presidente yugoslavo para que liberase al párroco.

Un día la Virgen se les apareció a Vicka y a Jacob y los invitó a visitar el Paraíso. Después los llevó al Purgatorio y por último, al umbral del infierno, donde Vicka vio gran fuego, diablos empujando a personas horribles como monstruos.

Lo que más llamaba la atención entre los peregrinos, era la cantidad de jóvenes que acudían a la cita de su Madre Celestial y la cantidad de conversiones, carismas y compromisos que se suscitaban entre ellos. Esa Navidad, el obispo Zanic cambió por entero de actitud: ahora se volvía completamente en contra de las apariciones.

La Virgen les advertía tres días antes de la Navidad: “Estad alerta, mis hijos. Preparaos para los días difíciles. Llegarán a este lugar diferentes clases de personas”.

El día de Navidad, Ella radiante vestida de oro, daba el siguiente mensaje: “Amaos unos a otros, hijos míos. Sed como hermanos y hermanas. No discutáis entre vosotros”. La felicidad de la aldea llegaba a su grado sumo. Un franciscano muy carismático, fray Slavko, que mucho ha dado a la Virgen en Medjugorje, llegaba el 9 de Enero de 1.982 a la parroquia para saludar a su amigo fray Tomislav. Encontró la siguiente nota: “La policía ha venido a por mí. No sé cuando volveré. Prepara la misa”… Su mérito fue abrirse por entero a la Virgen María. “Si Ella se apareció en Lourdes o Fátima, ¿por qué no aquí?”, se dijo. Y hasta la muerte (24-XI-2000) dio su vida por la parroquia.

A la petición de los chicos que Nuestra Madre dejara una señal, Ella les contestó que sí lo haría a su debido tiempo. Desde entonces, la aparición tuvo lugar cada día en la sacristía de la iglesia.

Después de once meses de apariciones, transmitía: “He llegado aquí para llamar al mundo a la conversión por última vez. Luego no apareceré más en la tierra”.

Vicka sufría muchos dolores de cabeza y quedaba en coma, pero durante la aparición, despertaba, la Virgen les seguía avisando que tuviesen cuidado con las traiciones.

La pequeña Jelena, una niña de nueve años muy devota, comenzó a tener locuciones interiores y dones especiales para formar futuros grupos de oración. Comenzaban a publicarse libros sobre cuanto ocurría en Medjugorje. Y los chicos se hacían más callados, más serios.

Por fin, a mediados de Febrero de 1.983, el padre Jozo salía de la cárcel. Los franciscanos lo enviaron a Siroki Brijeg, para evitarle dificultades. Y allí sigue.

Muchos milagros de sanaciones interiores y físicas estaban teniendo lugar. El Santo Padre Juan Pablo II seguía con interés y pedía que se cuidase la espiritualidad universal que surgía desde esta aldea.

Fray Slavko era ya el alma de la parroquia; mientras la vida, con sus dificultades de cada día iba transcurriendo.

Escuelas de María, casas para acoger drogadictos fundadas por Sor Elvira, conferencias por todo el mundo, fundaciones religiosas y nuevas vocaciones, eran el resultado de los planes de Nuestra Señora. Sin embargo, el 25 de Junio de 1.991, ante más de ciento cincuenta mil personas allí congregadas, llegó la noticia de haber estallado la guerra. La armada yugoslava, una de las más poderosas de Europa, bombardeaba la capital de Eslovenia (Ljubljana). Se ensañaron contra Croacia, queriendo borrar sobre la faz de la tierra a todas las iglesias católicas. Aunque todo parecía tambalearse ante tantas bombas como caían, no dejaban de recibir ayuda humanitaria y la advertencia del padre Jozo: “…Aquí termina la Gran Guerra contra el comunismo. Aquí se está realizando la profecía de Fátima sobre la conversión de Rusia y el fin del mundo ateo que nos tenía prisioneros…” Lo demás sobre Medjugorje podemos saberlo por la prensa…
 

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