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OPINIÓN - MARTES, 12 DE septiembre DE 2006

 

OPINIÓN / PERSONAL Y TRANSFERIBLE

Métodos originales
 


Domingo Ramos
domingoramos@elpueblodeceuta.com

 

Son muchas las formas que se pueden emplear para el halago personal o la consecución de fines a través de los medios mas inverosímiles que uno pueda imaginarse como el de aquel modesto funcionario de los tiempos difíciles de la posguerra, cuando el ascenso en la carrera profesional se lograba por la consecución de méritos ante el Director General correspondiente que era quien proponía y, en definitiva, adjudicaba los puestos mejor retribuidos de la Administración del Estado.

Y vemos aquí que este protagonista de hoy, conocedor de las debilidades de su jefe, melómano empedernido, pensó en ganarse la confianza del mismo a través de la música para lo que, ni corto ni perezoso, buscando en todas las bibliotecas enciclopedias y biografías al caso, se empapó de la vida y milagros y de su obra creativa, de los mejores músicos extranjeros y españoles como Beethoven, Mendelsohn, Schubert, Wagner, Chopín, Falla, Albéniz o Granados y de los instrumentos menos conocidos, tanto de viento, como de percusión o de cuerda, el Bombardino, Corno Inglés, Tuba, Tiorba, Clavicordio e, inclusive, se estudió los nombres de las partes del violín (el bucle, la cejilla, el mástil, la caja, el diapasón, el puente, el cordal, …) y de otros instrumentos, con lo que logró impresionar a su jefe y, de paso, intimar hasta conseguir que no pasara el día en que entre los dos no se entablara una amena e interesante charla musical durante el transcurso de la cual nuestro protagonista demostraba, claro está, la erudición y conocimientos de música clásica e, inclusive, de instrumentos de los que era poseedor.

Como ya hemos anunciado en la introducción de parte de este cuento, el humilde funcionario quería lograr, lo que de hecho consiguió, una mejora profesional y, consiguientemente, un incremento de su salario que al fin y a la postre era, aunque empleando paciencia china, su propósito.

Ahora son otros los modos: se afilia uno a un partido (del carro ganador, claro) principalmente en épocas pre-electorales, tanto si son para los órganos directivos como para procesos locales o nacionales. Se dedica, acompañado de su esposa e hijos mayores, a la labor de meter en sobres la publicidad del partido. Se “buzonea” y se reparte toda la propaganda que sea necesaria y se acompaña, “para hacer número”, a los candidatos en sus periplos locales, municipales o provinciales, según sea la elección. Al final, convertido en su sombra y adquirida la confianza del mandamás, se implora un puesto en la lista, procurando siempre que esté dentro de las posibilidades de ser elegido y, una vez conseguido, se dedica al mamoneo de las ubres del ente que corresponda, a colocar a la esposa e hijos y, si hace falta, emulando al funcionario antes citado, a estudiar cursos de música clásica para mantenerse en el poder. ¡Ah¡, llegado el caso, una vez conseguido un puesto, aparece por la mesa en unas elecciones para órganos directivos del partido a un minuto del cierre de la misma, alegando que no había encontrado medio de locomoción para llegar antes, con lo que el tal se ahorra de tener que dar la cara entre los candidatos y así, “camaleónicamente”, pasar, por una parte, desapercibido y, por la otra, una vez acabado el proceso, mostrar su más entusiasta felicitación al ganador (al otro candidato, al perdedor, ni mirarlo a la cara) consiguiendo disponer de su confianza con objeto de que, en próxima convocatoria, lo mantenga en el puesto para seguir chupando de la vaca. En resumen: dos métodos si no razonados, lógicos y ordenados, sí originales para la consecución de los fines que ciertos sujetos (no todos los políticos son iguales) se proponen.
 

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