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OPINIÓN - DOMINGO, 17 DE SEPTIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Hasta pronto , maestra
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

He tenido que esperar hasta veinticuatro horas después de la muerte de mi maestra , Oriana Fallaci, para ser capaz de encajar la noticia de la desaparición del mundo y el tránsito hacia la Luz de esta genial florentina.

Panegíricos por doquier en todos los medios de comunicación de ese Occidente por cuya defensa ella luchó como una fiera corrupia (tenía mucha mala leche), desenmascarando vergüenzas, dejaciones, seguidismos y cobardías. Necrologías plagadas de alabanzas hacia la una de las mejores reporteras y escritoras de los siglos XX y XXI y los curioso es que, muchos de los que hoy aplauden su inmenso valor, su infinita honestidad, su espíritu visionario y sus insuperables cojones, ayer temblaban de terror y aprensión leyendo sus frases pensando “No vaya a ser que…”. Y los de ciberderechas neoconservadores decimos “Vale, y si es que ¿Qué?”.

Siguiendo la estela del estilo Fallaci crecimos y nos formamos allá por los setenta, generaciones de escribidores que hoy probamos suertes en este arte de la expresión escrita en distintos medios. Ella comenzó a estudiar medicina, alternando las disecciones con articulejos, a mí me obligaron a estudiar Derecho, como me podían haber obligado en aquellos años de férrea disciplina paterna, a estudiar Veterinaria y hoy estaría vacunando gatos. Entonces, en aquella época tan rigurosa y tan cuadriculada, los hijos hacíamos lo que nos ordenaban nuestros progenitores, escaqueándonos a veces furtivamente e invirtiendo horas preciosas de estudio en aquello que era auténticamente vocacional “tonterías y fantasías” según mi justiciera familia, en mi caso la escritura de artículos para el periódico universitario granadino llamado Al Hizam, del que se publicaron escasos números porque lo censuraron. Lo importante es que cumplíamos las órdenes a rajatabla y a la perfección. Yo saqué en los cinco años de rigor la soporífera y amuermante carrera de Leyes, estudiando pocos meses al año y por la ley del mínimo esfuerzo para sacar notable medio. Oriana Fallaci mientras tanto correteaba por las guerras, entrevistaba a poderosos y era todo un referente de un feminismo que intuíamos existente pero inalcanzable aún para nuestra generación de mujeres que habíamos sido adoctrinadas en el espíritu de “Con olivares y viñas, se casa bien a las niñas” y en las artes de buscar un buen partido para vivir como reinas.

Inútiles enseñanzas en mi caso. Nunca pesqué a un buen partido, sería por mi carencia intrínseca de olivares y viñas y porque era una rifeña retornada que soñaba con ser periodista y contadora de historias, lo que, a nivel familiar, trataron por todo los medios de impedirme en aquellos años, no diré oscuros, porque más peligrosos y tenebrosos son los que estamos viviendo, sino distintos y distantes. En el sentido de que, nunca jamás conocí a nadie que se planteara abiertamente y antes que nada, su derecho a ser feliz. Ni en los años setenta ni en los ochenta se hablaba de la felicidad como derecho irrenunciable del ser humano. Ni tampoco de la realización, ni de nuestra capacidad evolutiva, ni del control de las emociones, ni de la empatía. No eran conceptos al uso. En verdad que estábamos algo asilvestrados espiritualmente hablando.

Pero la Fallaci hablaba de todo y de todos, maestra querida, genio del idioma escrito. Ya ven ¿Saben lo que más me ha impactado de las circunstancias de su fallecimiento? El hecho de que temía a la muerte y decía que “ la vida es bella aunque sea fea”. Y no lo comprendo. Oriana era cristiana y occidental, seguidora de nuestro amadísimo y venerado Papa Benedicto XVI que la recibió en audiencia privada ¡Vaya suertón poder besar la mano del que ocupa la silla de Pedro! Y la muerte la inquietaba, ese tránsito de la vida hacia el resplandor, el túnel, la Presencia de Dios Padre y la pregunta eterna “Dime ¿Cuánto amor has dado y cuanto has recibido?” ¿Por qué maestra, te asustaba el morir? Joder y joder. Servidora repite como un mantra, diariamente ese “Vivo sin vivir en mi y tan alta vida espero, que muero porque no muero”. Ahora que, comprendo que la genial escritora se aferrara a este mundo, aún en medio de los terribles dolores del cáncer, porque tenía mucho que decir y que revelar, tenía a muchos gobernantes occidentales, tan mariquitusos ellos, tan cagones ellos, que poner firme diciendo las verdades. Oriana Fallaci vivía su lucha, que es la de todos, ante el teclado de su ordenador, pariendo palabras inspiradas por el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, el que habló por los profetas y por la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica . Iglesia a la que, a los occidentales, si se nos tocan las pelotas… Mejor que no. Que no se tire mucho de la cuerda y que no se nos toquen las pelotas, porque nosotros, casi todos nosotros, cuando somos buenos, que es siempre, somos muy buenos, pero cuando somos malos somos horribles. Por más que existan marginales de la política que se arrejunten a pontificar en esa mamarrachería de Cumbre de los No Alineados. El indigenista Evo Morales, un demente. El Hugo Chávez, que está como una vicuña que es la cabra salvaje del Perú. El presidente iraní, que es un tipo que se le oye y es para mear y no echar gota. El sanguinario dictador de pacotilla de Corea del Norte y otra tanda de impresentables pordioseros políticos de ideas caducas, apolilladas y zarrapastrosas, que van por el mundo de antiimperialistas, todos bajo el paraguas protector del gran garante de las libertades y de los derechos humanos, el camarada Fidel, un viejo dinosaurio que tiene a su país en la más absoluta de las miserias y de la oscuridad. Un poner ¿Se puede figurar alguien que a los Estados Unidos de América le puede interesar tener a socios de semejante calaña?. ¿Qué si estaban los de este Gobierno? ¡Callen, callen y no me abrumen, que todo tiene un límite! Oriana les hubiera metido una buena capujana dialéctica a los de la Cumbre. Desde la honestidad y desde esa rarísima cualidad , que la acomplejada y servil izquierda europea, cautiva de sus sucios fantasmas, quieren que desaparezca de nuestra cultura: el decir lo que se opina en, desde, para y por la libertad. Y Oriana Fallaci, hija de un albañil, provenía de la izquierda más combativa, pero nunca de la de estos medrosos cantamañanas de ahora. Y la vida, el mundo, la experiencia y la realidad, la fueron haciendo evolucionar y definirse ideológicamente. Será que, como decía el genial Bertolucci “A la espiritualidad no se llega por la filosofía ni por la literatura, sino por la experiencia vivida” Y la escritora fue, en sus últimos años, un ser puramente espiritual, infinitamente profético y escandalosamente sincero, con una sinceridad diáfana y llena de coherencia, que amedrentaba a los cobardes y enardecía y daba esperanza a los valientes.

Diez años sufriendo un cáncer y transformando su dolor en rabia y orgullo. Mejor la escritura que la morfina, porque, en estos momentos, no vale adormecer el sentido, sino permanecer alerta y preparados para defender lo que nos pertenece y plantar cara con gallardía a las amenazas externas. Yo me siento profundamente orgullosa de ser occidental, mi maestra me dio lecciones, muchas, de ser agradecida y por lo tanto bien nacida, porque me haya tocado la lotería de la Historia: ser occidental y cristiana.

Maestra, mis manos en tus manos, que Dios te bendiga y que la luz te acompañe. Hasta pronto.
 

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