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OPINIÓN - MARTES, 26 DE SEPTIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Gallina clueca
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La columna diaria te hace esclavo de la escritura, te obliga a pensar y, sobre todo, te exige leer cuanto más mejor. Tarea que te va dejando un poso, una especie de cultura almacenada, que te permite tener recursos suficientes para, en cualquier momento, contar un pasaje de cualquier obra, referir historias casi al pie de la letra o citar de un tirón un resumen de cualquier canto de la Eneida. Un suponer.

Es lo menos que se le puede pedir a quienes escriben en periódicos y, además, frecuentan tertulias donde hay que oír con suma atención lo que dice el arquitecto, el aparejador, el ingeniero, el contratista de obras, el tipo que con astucia ha hecho dinero, el abogado, o el político de turno que se acerca a la reunión por hacerse notar en un día que ha evidenciado durante un pleno el haber besado la famosa “piedra Blarney”.

También es verdad que al igual que yo debo aguantar las explicaciones técnicas de los señores que ejercen las profesiones reseñadas, y asimismo sus opiniones sobre asuntos o vivencias de los que son nada más que simples aficionados -me refiero al fútbol-, ellos han de soportar mis pareceres al respecto. Máxime cuando un buen día decidí que se habían hecho acreedores a no cobrarles nada por ponerles al tanto de secretos profesionales que les eran ajenos.

De cualquier manera, en esas tertulias, de las que yo he estado alejado durante mucho tiempo, conviene tener en cuenta a los desaprensivos. Es decir, a quienes gustan de convertirse en correveidiles distorsionantes de lo que algunos contertulios hablamos con la tranquilidad que proporciona el no ser trincones; el haber pagado siempre las deudas contraídas; y, desde luego, en mi caso, el saber que suelo expresarme con la elocuencia que suelen exhibir quienes han besado la “piedra Blarney de marras”. Porque dime cómo hablas o escribes y te diré quién eres.

He aquí un ejemplo de alguien que habla y escribe como lo que es: un pájaro... Aunque el tal Crissan es más que pájaro un pajarraco que sigue queriendo volar a una altura imposible para él. Así, más que águila tiene Crissan toda la pinta de ser ave de corral, y a veces se comporta como lo más parecido a una gallina clueca. Pobre animal: querer volar tan alto y con tanta majestad, para terminar picoteando detritos por los suelos y cacareando sin cesar. Y es que hay gallinas de mucho poderío y ponedoras de huevos, y otras que sólo sirven para producir excrementos que algunos aprovechan como estiércol.

A Crissan le vendría bien, consejo gratis, sentarse a la mesa camilla e hincar un poco los codos a ver si todavía le es posible dejar de ser gallina. Es fácil: ello se consigue leyendo, estudiando, aprendiendo a conocer todo lo posible acerca de lo que se va a opinar. También conviene que se lea la gramática, como ya le recordé días atrás, aunque no con el fin de que obtenga un sillón en la Real Academia. Hasta ahí no llego. Sino simplemente para que aprenda que la corrección en la escritura es necesaria. Por muchas y variadas razones.

Si bien la principal es que se ha convertido en motivo de cachondeo, todos los días y fiestas de guardar, y no quiero que tal situación se haga crónica. Puesto que lleva camino de ser así. Conque no me negará Crissan la ayuda que le presto. Porque, mirado con egoísmo, lo más rentable para mí es que siga empeñado en su tarea. O sea, en la de hacer el ridículo diariamente. De esa manera, con Crissan me aseguro una columna que si antes era cada quince días, ahora es semanal. Y quizá, y en vista de la obcecación del que más que pájaro es ya gallina, me vea obligado a dedicarle un espacio diario. Pues conviene reírse muy a menudo. Como aconsejan las revistas de la salud.
 

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