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OPINIÓN - MARTES, 26 DE septiembre DE 2006

 

OPINIÓN / PERSONAL Y TRANSFERIBLE

Nuevo modelo de financiación de la Iglesia
 


Domingo Ramos
domingoramos@elpueblodeceuta.com

 

En su referencia a lo tratado en el Consejo de Ministros del viernes pasado, la Vicepresidenta del Gobierno Maria Teresa Fernández de la Vega dio cuenta del nuevo acuerdo alcanzado para la financiación de la Iglesia Católica deduciéndose de sus manifestaciones que viene a suprimirse la actual dotación directa del Estado a la institución religiosa, aun cuando se le incrementa la asignación de fondos a través del Impuesto de la Renta de las Personas Físicas (hasta ahora disponía de un 0,5239 % de aquellos contribuyentes que marcaban la casilla al efecto en su declaración, recibiendo ahora el 0,70 %), suprimiéndose la actual dotación directa del Estado. Por su parte, el portavoz de la Conferencia Episcopal Española Juan Antonio Martínez Camino consideró que con el acuerdo alcanzado con el Gobierno espera “seguir como está, no ir a peor ni enriquecerse”, significando que ahora la continuidad en el trabajo pastoral y social de la institución depende solo de la voluntad de colaborar con la misma y de que en la declaración de la renta se ponga “X” en la casilla citada.

Y nos parece bien que la Iglesia, en un estado aconfesional como el nuestro, se auto financie por los donativos de sus fieles, por las aportaciones no solo en dinero sino también en el trabajo y entrega voluntaria de las personas, de los sacerdotes que reciben unos sueldos escasos y de los religiosos que trabajan sin salarios como señala el P. Martínez Camino. Pero también hay que reconocer que el Estado debe compensar a la Iglesia las prestaciones y servicios en la enseñanza, asistencia en hospitales y sanatorios de enfermedades infecto-contagiosas (sida, tuberculosis, lepra, por ejemplo), centros de tratamiento de enfermos terminales psiquiátricos que no cubre la Seguridad Social, atención a personas con minusvalías físicas, mentales y psicológicas, comedores, casas de acogida para inmigrantes y desvalidos, colegios especiales, etc. no solo en nuestro país sino también en el tercer mundo, tanto en América, como en África, Asia e, inclusive, Oceanía. Por eso es bueno que esta compensación se canalice a través del I.R.P.F. y que no sea una “dotación directa” del Estado, aun cuando tampoco supondría la asignación de una subvención económica ninguna diferenciación con otras entidades benéficas no gubernamentales que sí las perciben anualmente tanto del propio Estado como de los gobiernos autonómicos, provinciales o locales.

Por otro lado también se ha llegado al acuerdo de introducir mayor transparencia al sistema de financiación de la Iglesia, la que tendrá que presentar al Gobierno cada año una memoria económica justificativa de la distribución del gasto correspondiente a los ingresos vía I.R.P.F. Y no está mal, tampoco, es bueno que se fiscalice este nuevo sistema de subvención expresa que asignan los contribuyentes, de una parte, para acallar a quienes, sin reconocer la ingente labor que lleva a cabo, se permiten el lujo de criticarla y, por otra, para tranquilidad de la Conferencia Episcopal Española, que gobierna y dirige las comunidades cristianas, al dar a la luz pública el resultado de su gestión anual con inclusión, como es lógico, del rendimiento de cuentas para conocimiento y satisfacción de quienes colaboran marcando con una X en su declaración de la renta la casilla correspondiente de la asignación tributaria a la Iglesia Católica o a otros fines sociales, puesto que las dos opciones no constituyen una alternativa, sino que pueden ser elegidas a la vez.

La Iglesia, para terminar, como nos decían en la catequesis, somos todos y es católica o universal porque en ella tienen cabida hombres y mujeres sin distinción o raza o de color, por lo que es un deber ciudadano colaborar para mantener la esencial obra humana que lleva a cabo inmersa en la doctrina social que se desprende de sus postulados.
 

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