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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 27 DE SEPTIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Hinchas cabreados
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Cartas a los celtiberos esposados es un libro escrito por Evaristo Acevedo, quien fuera periodista y escritor, que destacaba pos sus secciones humorísticas en periódicos y revistas, allá por los años cincuenta y sesenta. El libro, escrito sin grandes pretensiones, hace ya muchos años que obra en mi poder. Y debo decir que suelo recurrir a él cada vez que siento la necesidad de reírme un rato.

En esta ocasión, he abierto Cartas a los celtiberos esposados por el capítulo dedicado al fútbol como ideología, y he releído el pasaje que se refiere a los hinchas de aquellos años. Verdaderos héroes, que acudían a los campos, tras una semana de trabajo, desafiando el frío, la lluvia, las incomodidades del tráfico... Aquellos hinchas se atrevían con todo. Ni reposaban la comida, ni dormían la siesta, ni se recuperaban del cansancio del currelar durante seis días. Y en muchos casos, que yo los conocí, iban al trabajo el domingo por la mañana y, con el bocado en la boca, salían corriendo desde el tajo hasta el estadio, sin tan siquiera pasar por el domicilio.

El hincha de fútbol, según Acevedo, procede así porque tiene fe sin límites en una causa y la entrega incondicional a la misma es el motor psicológico que le anima a arrostrar toda clase de dificultades. Los tiempos han cambiado. Axioma. Pero todavía hay personas que abandonan el cómodo sillón de su sala de estar, desde el cual pueden ver partidos televisados mientras saborean el whisky de la tranquilidad, y salen disparados hacia el Alfonso Murube. Haga frío o calor, llueva o ventee.

Son los eternos sufridores, con un carné futbolístico en el bolsillo, y dispuestos siempre a presenciar la victoria del equipo de sus amores. Cuando voy al Murube, procuro fijarme, de manera disimulada, en quienes abandonan el campo cuando el equipo local no ha conseguido la victoria. Y veo cómo la gente camina cabizbaja, triste, desilusionada... Es la antesala de llegar al lunes con poca o nula predisposición para trabajar y, sin duda, prevalece el estado de ánimo para perder los papeles ante cualquier contrariedad. Créanme: todo eso ocurre, y más cosas aún, por el mero hecho de que un balón no entre más veces en la portería del rival.

El balón entró el domingo, cuando faltaba un suspiro para que finalizara el partido, en la puerta de la Asociación Deportiva Ceuta. Y echó abajo las ilusiones de cuantos espectadores se comían las uñas ante la televisión local. Ese gol, marcado por Yamal, habrá servido para que los seguidores melillenses miren el futuro con optimismo. Aunque me parece a mí que el futuro de la UD Melilla es negro como el tizón. A no ser que firme jugadores en el mercado de invierno o sean unos fenómenos los futbolistas que, lesionados, no jugaron frente a la ADC.

Tampoco, después de lo visto en el Álvarez Claro, la ADC tiene buena pinta. En esta ocasión, y dado que el césped (!) estaba en pésimas condiciones, cabe la disculpa del pobre juego ofrecido por el equipo. Por lo tanto, si no se podía jugar bien, porque el balón parecía una liebre, no entiendo el que se haya dicho que la mejora del equipo, en relación con otros partidos, fue evidente. Mucho me temo que a partir de ahora, pudiera darse el tópico tan socorrido, de decir que jugamos como nunca y perdimos como siempre. Seamos sincero. Que es la única manera de no engañar a los hinchas. A todos esos sufridores que abandonan el cómodo hogar y una hora antes del encuentro están ya en las gradas del Alfonso Murube. La plantilla no está bien confeccionada. Y ello hace que el equipo se resienta.

-¿Dice usted si habrá mejoras?

Sin duda. Claro que sí. Pero que sea pronto. De lo contrario, los hinchas desilusionados rinden poco en el trabajo y suelen ser unos cabreados permanentes.
 

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