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OPINIÓN - MARTES, 26 DE AGOSTO DE 2008

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

El tiempo pasa sin que nos demos cuentas a la velocidad que va. Lo único malo, de todo esto, de esa enorme velocidad a la que pasa el tiempo, es que cuando nos venimos a dar cuenta, se nos ha pasado el tiempo.

Cuando empezamos a atravesar esa edad a la que algunos le han dado, sin que se sepa los motivos o razón, por llamar la “edad del pavo”, nos miramos constantemente al espejo, con la esperanza de encontrar algún día sobre nuestro rostro unas pelusillas, que nos lleve a la ilusión de que en nada podemos empezar a afeitarnos”. Que gran error cometemos al querer, de esa forma, adelantar el paso del tiempo. Eso será siempre así, mientras el mundo sea mundo y nada ni nadie lo va a cambiar.

Cuando venimos a darnos cuenta, del gran error cometido de querer adelantar el tiempo, hemos llegado a una edad donde nada se puede volver atrás, y suspiramos porque el tiempo, ese que un día quisimos acelerar, deje de correr tanto y vaya mucho más despacio.

El viernes tuve la oportunidad de volver a saludara Lolita después de veinticinco años sin vernos. Y como decimos todos, “parece que fue ayer”. No fue ayer, han pasado veinticinco años desde que una noche del mes de agosto, en el marco incomparable de la caseta del Rebellín, hacía su presentación. Los dos éramos mucho más jóvenes que hoy día, aunque cuando ella sigue siendo mucho más joven que yo, con sus cincuenta años recién cumplidos.

Charlamos unos momentos, que nos sirvió para recordar un pasado nada reciente. Como no podía faltar salió a relucir ese pedazo de artista que fue Lola Flores, a la que le tenía un gran afecto y, sobre todo, una gran admiración. Porque a Lola Flores, “La Faraona”, su madre la parió para ser artista.

Lola había venido un año antes a actuar en la caseta del Rebellín y a final de su actuación cuando nos fuimos a despedir, me dijo “Andrés, el próximo año viene mí Lolita, por tu “mare” trata bien a mí niña”.

Lolita y yo recordamos esa frase con simpatía. Nos dimos un par de besos y me despedí de ella, deseándole todos los éxitos del mundo. Ella me recordó que dentro te veinticinco años nos volveremos a ver, Ojala, hija, ojala. No me veo yo, dentro de veinticinco años andando por estos mundos de Dios, pero como la esperanza es lo último que se pierde. Oye, qué quieres qué te diga, igual estoy por estos andurriales. No lo creo.

En lo que si creo, si todo pasa como tiene que pasar, es que hoy empieza la cuenta atrás para tomarme un merecido respiro, y largarme durante unos días con viento fresco. La verdad, necesito unos días de reposo total y absoluto, leyendo sólo el Marca que es el periódico de los intelectuales.

Además tengo la seguridad que no me miraré al espejo a ver si me han salido algunas pelusillas para empezar a afeitarme. Trataré de frenar el tiempo algo imposible, pero tengo que intentarlo. Mientras, cada día, cuando me mire procuraré, por todos los medios a mi alcance, intentar conservarme para volver a saludar a Lolita dentro de veinticinco años. En eso estoy.
 

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